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Muere Margot Friedlander, la superviviente del Holocausto que volvió a Alemania para gritar "¡sed hombres!"

Una de las últimas testigos del Holocausto regresó a su país para combatir el olvido.

Una de las últimas testigos del Holocausto regresó a su país para combatir el olvido.
Margot Friedländer, superviviente del Holocausto, en uan imagen del pasado mes de febrero cuando Berlín la distinguió como "ciudadana honorífica". | Cordon Press

Alemania llora este viernes la muerte de Margot Friedlander, una de las últimas supervivientes del Holocausto, a los 103 años. Friedlander, que logró salir con vida del campo de concentración de Theresienstadt, volvió a Berlín, la ciudad donde nació, cuando ya era anciana para contar lo vivido, tarea en la que se volcó especialmente con niños y jóvenes. Friedlander iba a recibir este mismo viernes la Orden del Mérito de la República de manos del presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier.

Friedlander nació en 1921 en Berlín, donde vio cómo los nazis detenían y enviaban a Auschwitz a sus padres y a su hermano pequeño. Ella logró evitarlo gracias a la ayuda de amigos pero tras 15 meses escondida fue descubierta y enviada al campo de Theresienstadt, del que logró salir con vida. Allí conoció al que sería su marido, Adolf Friedlander y juntos emigraron a Estados Unidos en 1946. Tras seis décadas, a la muerte de su esposo, decidió volver a su ciudad natal cuando contaba ya con 88 años.

En sus charlas en colegios y discursos, repitió una y otra vez "Seid ein Mensch!", "sed hombres", "humanos", en alusión a la deshumanización a la que sometió el nazismo a los judíos en los campos de concentración: "Cuando a alguien le llaman con un número, se convierte en un número", dijo de su experiencia en el campo. "Un hombre tiene opinión, tiene algo que decir, se le pregunta. A nosotros no nos preguntaban nada, no teníamos opinión". Sobre cómo logró sobrevivir, recordaba que intentaba centrarse en el presente y se agarraba a lo último que le dijo su madre, "intenta construirte una vida". También evocaba su angustia al ver "a personas de más edad que veían que no tenían ninguna posibilidad y se limitaban a vegetar". Ella entonces tenía veinte años.

Friedlander, cuyo afán era contar su historia para que "nadie tenga que vivir algo así nunca más", recordaba en una reciente entrevista cómo hablaba a los niños en los colegios de su hermano Ralph, asesinado en Auschwitz con sólo 17 años. "Era brillante. Pero no tuvo ninguna oportunidad. Vosotros sí, tenéis la ocasión de aprender y de hacer lo que deseéis. Un zapatero también es importante. ¡Son hombres, personas! No tenéis que ser todos médicos o abogados. Ser obrero es igual de importante. Lo único que tenéis que procurar es ser un hombre, un ser humano". El mismo mensaje transmitió en el Bundestag: allí y en el resto de foros donde intervino habló de su "misión": "Yo os digo: sed hombres, sed humanos. Somos todos iguales. No hay sangre cristiana, sangre musulmana, sangre judía. Sólo sangre humana". "He vuelto para tenderos la mano. Lo hago por vosotros: sed hombres", dijo en otro discurso Friedlander, que explicaba la necesidad que había sentido de volver a su patria, que le devolvió el pasaporte alemán y la ciudadanía que le arrebató el nazismo.

"Margot Friedlander fue una de las voces más fuertes de nuestro tiempo: a favor de la coexistencia pacífica, contra el antisemitismo y el olvido", señaló este viernes el canciller Friedrich Merz en un mensaje publicado en su cuenta de la red social X.

Mientras, Steinmeier señaló que su muerte le "llena de profunda tristeza. Le hizo a nuestro país el regalo de la reconciliación, a pesar de todo lo que los alemanes le habían hecho cuando era joven". "No podemos estar lo suficientemente agradecidos por este regalo", señaló.

"El legado de Margot Friedlander es un recordatorio y una obligación para nosotros, especialmente en un momento en que la democracia está siendo cuestionada y el antisemitismo vuelve a ser descaradamente evidente", dijo sobre el creciente antisemitismo en el país al que se refirió la propia Friedlander en una reciente entrevista. "Son unos pocos entre millones de alemanes, pero son suficientes para hacer ruido y para hacerse un hueco e la prensa. Y hay personas capaces de engatusar a otras".

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