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De Velasco a Pedro Castillo: los dos fracasos de la izquierda en Perú

Las dos caras del desastre nacional son las corrientes comunistas y progresistas que han sellado un pacto histórico que nadie podrá disolver.

Las dos caras del desastre nacional son las corrientes comunistas y progresistas que han sellado un pacto histórico que nadie podrá disolver.
El presidente de Perú, Pedro Castillo, en Callao el 3 de febrero de 2022 | Europa Press/Naldy Castillo/Zuma Press

La llegada de Pedro Castillo y la destrucción nacional que enfrenta el Perú es de absoluta responsabilidad de las izquierdas, tanto en sus versiones comunistas como progresistas. Semejante tesis no solo tiene que ver con los fracasos generales de los gabinetes Bellido y Vásquez, sino también con el hecho de que el Gobierno de Castillo es la cronología de una guerra feroz, cruenta, cargada de frivolidad, entre ambas izquierdas por el control del gabinete ministerial. Un caso único en América Latina.

Pero no solo se trata de disputas fratricidas por el poder. El progresismo como corriente ideológica y cultural, de una u otra manera, ha construido todos los sentidos comunes en los temas de Derechos Humanos, cuestiones de género, inversiones en recursos naturales y asuntos medioambientales: sentidos comunes que posibilitaron la llegada de Castillo al poder y la destrucción nacional que enfrentamos. Sin el informe de la Comisión de Verdad, por ejemplo, que sostenía que la guerra de Sendero en contra del Perú fue "un conflicto armado interno" y que hubo "una violación sistemática de DDHH de parte del Estado en la guerra contrasubversiva", habría sido imposible que la ciudadanía votara por Castillo, no obstante sus vínculos con el Movadef y el maoísmo.

Igualmente, sin las narrativas medioambientales de las oenegés progresistas y comunistas, no se explicaría la actual ofensiva de minorías radicales en contra de las inversiones mineras, con la complicidad del Ejecutivo. Algo más. Sin la voluntad de la izquierda progresista de imponer una ideología oficial sobre los temas de género –al margen de las familias y los debates en la sociedad– no sería posible que el maoísmo y el Fenatep se propusieran destruir la carrera pública magisterial, convirtiendo a las aulas escolares en espacios de adoctrinamientos de ideologías oficiales.

Las dos caras del desastre nacional, entonces, son las corrientes comunistas y progresistas que han sellado un pacto histórico que nadie podrá disolver. ¿Por qué planteamos este debate? Porque es imposible mirar al futuro sin abordar este balance y liquidación de una época del país. Imposible.

Planteada las cosas así, entonces, las izquierdas son las directas responsables de los mayores fracasos económicos, sociales e institucionales de las últimas décadas: el régimen estatista de Velasco y la destrucción nacional de la administración Castillo.

Cuando el velasquismo desarrolló el programa de Perú Libre, a fines de la década de los sesenta, materializó todos los sueños de Guido Bellido y Vladimir Cerrón: estatizó las inversiones en minería, petróleo y recursos naturales. Se crearon alrededor de 200 empresas estatales, pero el resultado fue una catástrofe: las empresas estatales acumularon pérdidas por US$ 20,000 millones, la planilla estatal creció en más de 80%, el déficit fiscal sobrepasó el 10% y la deuda pública creció hasta más del 50% del PBI.

El velascato ahogó de tal manera a la inversión privada que ella solo representó el 50% de lo invertido. El 50% restante fue inversión pública, pero la inversión no creció frente al promedio de incremento de las últimas dos décadas. En este contexto, el Perú asemejó a una sociedad devastada por una guerra: una de las mayores hiperinflaciones de la historia, menos US$ 600 millones en reservas y, sobre todo, una pobreza que afectó al 60% de la población. Se perdieron varias generaciones.

Luego de las reformas económicas de los noventa, que desarmaron a combazos el estado empresario y desregularon los mercados y precios, el PBI del Perú comenzó a recuperarse y se triplicó, se redujo pobreza del 60% de la población a solo 20% –antes de la pandemia– y la sociedad peruana comenzó a convertirse en una con mayoría de clases medias.

En ese escenario de prosperidad las izquierdas progresistas comenzaron a construir todos los relatos y narrativas que posibilitaron la llegada al poder de Pedro Castillo y de los comunismos más ortodoxos del planeta.

¿Cómo entonces alguien puede desconocer el pacto de sangre de las izquierdas peruanas?

Este artículo se publicó originalmente en el portal peruano El Montonero

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