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El conmovedor testimonio de una madre cubana: una hija presa por el 11J y otra muerta huyendo de la dictadura

La balsa en la que viajaban dos hijas de Marta Vázquez naufragó hace una semana. Una de ellas, fue rescatada; la otra, continúa desaparecida.

La balsa en la que viajaban dos hijas de Marta Vázquez naufragó hace una semana. Una de ellas, fue rescatada; la otra, continúa desaparecida.

Cerca de 300.000 cubanos huyeron de Cuba en 2022, según cifras de la organización Prisoners Defenders. Un récord histórico que -entre otras cosas- es consecuencia de la ola de represión ejercida por la dictadura desde que se produjeron las manifestaciones pacíficas del 11 de julio de 2021. Muchos de los que se marchan son familiares de los encarcelados por participar en las protestas. La presión que soportan es inaguantable. Es el caso de dos hermanas que hace justo una semana, el martes 23 de enero, intentaron salir de la isla -junto a otras 29 personas- en una balsa, con el objetivo de llegar a Estados Unidos. Un sueño que se vio frustrado por el naufragio de la rudimentaria embarcación.

Yailyn -de 29 años- fue rescatada, pero Yamily -de 35- sigue desaparecida. A la mayor, las autoridades del país la han dado por muerta. La madre de ambas, Marta Vázquez Molina, está desolada. Censura que "los guardafronteras decidieran suspender la búsqueda" y denuncia que -de haber sido de otra manera- su hija "podría estar entre nosotros". "Mi hija desaparecida dejó dos niños, de 11 y de 14 años, que lloran por su mamá, que despiertan a medianoche gritando por su mamá", relata en declaraciones a Libertad Digital. Quiere que su mensaje llegue a todo el mundo: "Cuba tocó fondo".

Han pasado muchos días y los cuerpos de algunos de los fallecidos llegan a la costa arrastrados por el oleaje. Entretanto, continúa la angustia de los que aún esperan tener alguna noticia de los náufragos que no han aparecido. Marta espera que todo este sufrimiento "sirva de algo", que "cambie algo". Sus hijas, como muchas madres, se vieron obligadas a marcharse de su país, a "despegarse de sus hijos para poder mandarles lo imprescindible para vivir". "Aquí no hay de nada. No hay medicina, no hay alimentos, no hay nada", explica. "Vivir en este país es insoportable".

El testimonio de Marta es el de una madre que tiene cuatro hijos. Y tres de ellos (mujeres), con una trágica historia. El régimen comunista no les permite levantar cabeza. Una está en la cárcel, "presa por el 11 de julio en una cárcel de Matanzas". "Me la condenaron por una causa que ella no cometió, solo estaba gritando ‘libertad’ frente a la Casa de Gobierno", asegura. La tienen en muy malas condiciones pero para ella es "extremadamente difícil poder comprarle las cosas indispensables" para que tenga una vida medianamente digna en prisión. "Aquí no hay de nada", insiste, "y cuando hay es extremadamente caro". Es uno de los motivos que llevó a otras dos de sus hijas a salir de Cuba.

Su situación es realmente dramática. "No sé qué voy a hacer, la verdad. No sé qué voy a hacer", exclama. "Yo tengo 56 años y cualquiera no me da trabajo", afirma, "y ahora tengo la responsabilidad de esos dos niños (sus nietos)" que se han quedado si madre. Yamily se marchó para darle una mejor situación económica a su familia, pero en el camino encontró la muerte. Una muerte que -ella está convencida- se podía haber evitado. No se auxilió a los náufragos, fueron a por ellos para arrestarles. A los que encontraron vivos, los trataron como a criminales.

Omisión de socorro institucionalizado

La embarcación partió de la playa La Sierrita de Cárdenas el martes 23 de enero sobre las doce del mediodía, con 31 personas a bordo -28 según fuentes oficiales-. Sus ocupantes tenían la intención de alcanzar la costa estadounidense. Pero la balsa naufragó cuando se encontraba a la altura de Cayo Cruz del Padre (en Matanzas, Cuba) a causa del fuerte oleaje.

Un muchacho, cuenta Marta, "logró alcanzar un faro" cercano al lugar del naufragio. Allí había una embarcación a la que "les hizo señas con una linterna durante horas". Ellos, sin embargo, no se acercaron. "Le alumbraron toda la noche, le tuvieron enfocado, pero no fueron capaces de llegar allí a ver qué sucedía", lamenta.

Seguramente, no lo hicieron por miedo a las represalias de la dictadura. Ilegal es salir del país, pero ilegal es también ayudar al que lo hace (o lo intenta). El régimen comunista prohíbe a las embarcaciones recoger a los balseros que no logran llegar a tierra firme por sí mismos.

Según explican desde Prisoners Defenders, el Código Penal de Cuba (tanto el anterior como el vigente) "castiga con pena de prisión el simple hecho de dejar el país". Y lo hace violando el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La condena puede ser hasta de 8 años de cárcel.

El rescate de Yailyn

El final de la historia podría haber sido distinto, pero no lo fue. Es Cuba. Así están las cosas. "Los guardafronteras no fueron hasta la mañana siguiente" y ya solo "encontraron a diez" de los náufragos. En concreto, a la hija Marta -Yailyn- la rescató una embarcación que llevaba a turistas extranjeros a pescar.

Uno de ellos, incluso expresó su interés en ayudarla. Parece que quiso llevarla a Estados Unidos. Pero el capitán -cubano- no se atrevió. La subieron, le dieron agua y comida, pero después el patrón llamó a los ‘guardafronteras’. Cuando llegaron, se la llevaron presa por "salida ilegal".

Yailin logró que alguien le prestara un teléfono y llamó a su madre. Le pidió que le llevara "algo de ropa que fuera suavecita" porque estaba "toda quemada del sol y tenía muchas heridas". Marta pidió que le dejaran verla, pero no lo consiguió. "Fui y pedí de favor. Imploré, imploré... Cosa que no me dejaron".

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Yailyn Mesa, superviviente del naufragio.

La muerte de Yamily

Desgraciadamente, si después lo consiguió fue porque le dieron la noticia de la muerte de Yamily y sus gritos desgarrados hicieron que los oficiales creyeran necesario que ésta saliera a calmarla. "En ese momento yo me arrebaté, grité, pedía que me llamaran a mi hija, que mi hija me dijera si eso era cierto... Yo no lo creía", reconoce.

"A mis gritos, salieron. La trajeron y ella me confirmó. Me puse muy mal, me desmayé y me subió mucho la presión. Me llevaron al Policlínico y allí me controlaron, me calmaron...", relata. Pero pasan los días y sigue sin asimilar lo que ha pasado. Lo único que le hace sacar fuerzas de donde no las tiene es "denunciar que, si esa misma noche hubieran seguido la búsqueda, muchos de los desaparecidos estarían vivos".

"Estaban nadando, o quizás en un cayo, esperando a que los rescataran", asevera, "pero suspendieron la búsqueda y cuando fueron por la mañana, al amanecer, ya solo encontraron a un muchacho". "Estoy muy indignada, porque ellos pararon. Esos niños están desconsolados, esos niños están que no pueden, que no duermen de noche, que se despiertan dando gritos".

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