
Yusneilys Racet pisó suelo estadounidense hace alrededor de seis semanas. No le quedó otra salida que la de marcharse de Cuba con sus tres hijos (de 5, 3 y 2 años), dejando a su marido a merced de la dictadura cubana en la cárcel. A Nosley Lázaro Domínguez Linares le han impuesto una pena de 7 años de prisión por su participación en las protestas pacíficas del 11 de julio de 2021. Y su familia ha estado sometida a una gran presión desde su detención.
Así ha sido hasta el último día. Yusny -como la llaman sus amigos- llegó a pensar que no les permitirían viajar a Estados Unidos. El régimen comunista tiene ojos y oídos en todas partes. Antes de que ella le comunicara a su marido que les había llegado el permiso para salir del país, sus carceleros ya se lo habían dicho a él. Información que fue acompañada de una advertencia, claro: "con una firma o alguna acción de ellos, ni su mujer ni sus hijos podrían viajar".
"Cuando le dimos la noticia, él nos dijo que estaba al tanto. La seguridad del Estado y el jefe de la prisión le habían informado de que a mí me había llegado el parol (permiso de viaje)", señala. "También le dijeron que había ido a la oficina del jefe atacada en llanto porque no quería irme del país, cosa que no fue así. Hubiese querido salir con mi esposo, pero tuvimos que salir antes producto de las mismas amenazas".
Son cosas que la dictadura hace para desestabilizar a los presos políticos, forma parte de la tortura psicológica. También lo hacen con sus familias, a las que no dejan vivir en paz. "Han ido a mi casa, me han tocado fuerte en la puerta y los niños se han asustado... Delante de la mayor, ha habido distintas acciones de la seguridad hacia mí", relata Yusneilys para Libertad Digital. Su hija, por la edad, es la que peor lo está pasando con todo esto.
"Cuando ella preguntaba por su papá, yo le decía que estaba trabajando. Pero ellos mismos le dijeron: no, él no está trabajando, él está en una prisión. Fue un poco impactante para ella", explica. Tampoco era bueno para los más pequeños que siguieran visitando a su padre en la cárcel, por lo que han enfermado en varias ocasiones. Ahora tendrán la oportunidad de empezar de cero, pero nunca olvidarán el dolor que el régimen comunista les ha causado.
La búsqueda de Nosley
Uno de los episodios más impactantes del relato de Yusneilys es -sin duda- el que tiene que ver con el trato recibido por parte de los hombres de Díaz-Canel cuando estaba embarazada. A Nosley Lázaro lo detuvieron el 12 de julio de 2021, el día después de las manifestaciones masivas de los cubanos contra la dictadura, mientras realizaba una conexión en directo desde uno de los puntos calientes de las protestas, que continuaron durante unos días y fueron duramente reprimidas por la seguridad del Estado.
Este es el video que transmitió en vivo mi sobrino Nosley Lázaro Domínguez desde Guines Mayabeque Cuba, en las manifestaciones del día 12 de Julio. Lo golpearon y se lo llevaron preso, está incomunicado no lo han dejado ni hacer una llamada a su familia, y mucho menos dejarlo ver pic.twitter.com/wBxhy4QoS4
— Yuliet Linares (@Linares3Yuliet) August 6, 2021
"Yo estaba prácticamente ajena a todo lo que estaba pasando porque estaba dentro de la casa, haciendo los quehaceres. Pero cuando me voy a sentar un rato en el portal con los dos niños veo que vienen muchas personas vecinos preguntándome por Nosley... ¿Tú no estás viendo las redes?, me preguntaban. ¿Dónde están los leyes y no estás viendo las redes? En ese momento tenía teléfono, pero no para conectarme en Internet", asegura.
Nadie quería decirle en su estado que habían detenido a su marido, que fue retransmitida en tiempo real con su propio móvil. Finalmente le informó un vecino, justo antes de que su familia fuese a la casa para contarle lo que había sucedido en persona. Después, no hubo ninguna comunicación oficial. Yusny, embarazada y con dos hijos muy pequeños, estuvo "72 horas exactamente buscando a mi esposo".
"Fui a la policía, me moví en distintos lugares y me decían que no, que no estaba allí" pero "nada más". "Me subió la presión y así me presenté en la seguridad, lo que se le dice aquí la casa amarilla de Güines, y les dije que no me iba a mover de ahí hasta que no me den noticia de mi esposo, que por favor que tuviesen un poquito de consideración conmigo que estaba embarazada", asegura. Fue entonces cuando le informaron de que estaba en la Prisión del SIDA, en San José.
"No podía salir de Güines, estaba la pandemia y me hacía falta un permiso del Gobierno. Fui a pedirlo, pero cuando yo vi la cola tan exagerada que había, cogí un carro y me arriesgué", relata. Estaba desesperada. Afortunadamente, logró llegar sin problemas. Le dejaron pasar. Cuando llegó a la entrada del centro penitenciario, se sorprendió de que no hubiera nadie en la entrada y decidió acceder en busca de alguien que le pudiera ayudar.
Primera agresión: embarazada
"Caminé y Caminé. De repente apareció un hombre, que hoy por hoy sé quién es, y sin dame una explicación, sin decirme aquí no puedes pasar o esto es una zona militar, él rápidamente me lanzó hacia el piso de un empujón. Me lanzó al piso. Así, embarazada", exclama. "Y se veía. Yo hice la barriga bastante grande, aparte de que aún no me había recuperado del todo del parto anterior (los niños se llevan 11 meses)", afirma.
"Me quedé sentada en el piso, mirándome hacia abajo del vestido del impacto tan fuerte, como tres o cuatro minutos, porque el golpe fue grande y me dolió bastante el bajo vientre. Me asusté", reconoce. "Cuando me levanto, le digo: ¿usted está viendo lo que usted hizo? Y él me dijo: no, aquí la falta de respeto la hizo usted que entró a un lugar sin permiso", cuenta desconcertada.
"Le explico que me dijeron que mi esposo se encontraba en el SIDA. Y que no había ningún guardia, nadie afuera que me diera orientación", asegura. "Me dijo: sí, pero aquí no puedes pasar. Me cogió por el brazo y me haló (sacó) afuera". Eso sí, antes le preguntó quién era su esposo. Luego entendió por qué. "Pasó el tiempo y cuando mi esposo tuvo su primera llamada, lo primero que me dijo fue que hubo un guardia que le dio a él hasta cansarse".
"Fue el que más estonfazos (golpes con la tonfa o porra) me dio, el que más corriente (descargas eléctricas) me dio, el que me sacó la sangre por la encía de tanto golpe que me dio por la cara", le explicó. "Cuando le pregunté quien fue, me dijo el nombre de ese mismitico hombre. Era el que a mí me había agredido", indica Yusneilys.
Malos tratos continuados
Desde la detención de Nosley, Yusneilys no ha hecho más que intentar recabar toda la información posible sobre su caso y reclamar la liberación de su marido. La versión de él es que "estaba grabando cuando lo cogieron brutalmente por atrás, le pegaron corriente, lo tiraron hacia el piso, le dieron golpes hasta hasta el cansancio entre varios guardias y se lo llevaron, acusado de sabotaje y de robo con fuerza".
Como no se llevó nada que no fuera suyo y tampoco había pruebas de que hubiera cometido ningún delito, la condena fue de "1 año de privación de libertad, por el delito de Desórdenes públicos; y 7 años de privación de libertad, por el ilícito de Sabotaje", según reza en la sentencia de Tribunal Militar Occidental del primer juicio. Pena que mantuvo el Tribunal Supremo Popular Sala de lo Militar, tras la apelación.
Su condena se fundamentó en el hecho (no probado) de que Nosley tenía -supuestamente- una piedra en la mano que pretendía lanzar justo en el momento de su arresto. Tanto él como su mujer sostienen que lo que sujetaba era el móvil con el que estaba retransmitiendo en directo, como demuestran las imágenes. Y así lo ha defendido ella a través de sus redes sociales, motivo por el que el régimen comunista la hostiga, maltrata y amenaza.
La segunda de las agresiones que ha sufrido fue a manos del fiscal militar que inicialmente llevaba el expediente Nosley. Se conocieron poco después de la detención de su marido, ella fue a preguntarle qué pruebas había contra él. En esa ocasión, se limitó a decirle "que mi esposo no es la persona con la que yo me casé" y que "no es el momento para nosotros hablar de eso".
"Pasó el tiempo y se dieron las amenazas. Iban a mi casa, me daban golpes en el candado, se presentaban con patrullas y hacían desorden en la cuadra, los niños asustados, venían buscando a Nosley cuando sabían que se encontraba en la prisión", ese fue el final de su embarazo. "El 2 de diciembre, el mismítico día que yo di a luz al pequeño, recibo una llamada y me dicen que es de la Fiscalía militar, que necesitaba que yo me presentara".
Segunda agresión: recién parida
El fiscal militar que atendía el expediente de su marido requería su presencia para "recoger el celular de mi esposo y varias pertenencias". Ella le explicó "que me tenía que dar chance, porque acababa de dar a luz". Pero él insistió. "Me dijo que sí, que ellos estaban al tanto pero que tan pronto como me den el alta, necesitamos hablar con usted y entregarle las pertenencias".
"Me dieron el alta los tres días. Al cuarto día de parida yo fui, sin mi bebé. Y lo primero que me hicieron fue que me tuvieron cinco horas esperando. Él estaba con el teléfono, después se puso con la computadora, después salió, conversó... El caso fue que me tuvo cinco horas, yo ya tenía la blusa llena de leche -de las horas sin dar pecho-, mi cuerpo ya estaba ya con otra temperatura, los senos duros...", recuerda con pesar.
"Y cuando ya me habla", añade, "me dice: le voy a decir las mismiticas palabras que le dije cuando estaba embarazada: su esposo no es el mismo, no es con el que se casó". "Yo le repetí la misma pregunta: ¿por qué me dice eso? ", explica. "Y me dice, ya muy alterado con el expediente de mi esposo: está acusado de robo". Ella lo cuestionó, le dijo que no se lo creía y le preguntó por las pruebas que demostrasen esos hechos.
"Para eso estamos nosotros", le dijo entre risas, "para poner las pruebas". Él sabía perfectamente lo que decía. "De buenas a primeras, me coge por la mano, me agarra por el cuello y me dice: créeme que va a ser acusado de sabotaje", asegura. "Le dije: ¿por qué me maltratas así? ¡Mira cómo estoy!", le recriminó manchada de leche. "Usted y yo, no nos vamos a entender", le contestó. "Me haló (cogió) fuertemente al punto de sacarme de la silla. Me dio un empujón para fuera de la de oficina y me cerró la puerta".
La gran amenaza: quitarle a sus hijos

Tres meses más tarde, fueron a entregarle una citación a su casa. "Cuando fui a la citación. Aquello estaba lleno de gente de la seguridad y de la policía. Y cuando me voy a sentar en la silla, aparecen inmediatamente dos guardias detrás de mí. El de mi izquierda, me dio unos fuertes golpes en el hombro y me obligó, me exigió y me obligó a firmar un papel, que tampoco me dejaron leer hasta que ya lo firmé", afirma. "Decía que no podía publicar nada en contra de ellos. Ni podía salir de la casa, nada más cuando me tocaba".
Poco después, estando en el hospital con uno de sus hijos pequeños (que había enfermado durante una de las visitas a la cárcel), casualmente le robaron el móvil. En ese momento, no le dejaron poner la denuncia. Pero después la citaron para que acudiera al juicio contra el autor del supuesto robo, como testigo. Cosa a la que ella se negó.
En sus publicaciones, "siempre pedía la libertad para mi esposo". Estando con su hijo ingresado por neumonía fueron a buscarla a su casa "acusándome de ser la líder de una organización" por una acción en la que varias madres y mujeres de presos del 11J acudieron con camisas negras para pedir la excarcelación de sus familiares. Su suegra les dijo que estaba en el hospital y no pararon hasta encontrarla.
Querían que los acompañara y dejara al pequeño sólo, pero los médicos les recriminaron que su estado de salud era delicado y no se podía marchar. Intentaron que les diera información sobre las personas que participaron en la protesta y las impulsoras de la idea, pero ella no accedió a pesar de que la amenazaron con que "podía ser condenada de 6 meses a 1 año e prisión", que "mis hijos se podían quedar solos" y "se los quedaría el Gobierno".
"El sufrimiento de Yusneilys es un ejemplo del calvario que viven decenas de familias de prisioneros políticos que son hostigadas cruelmente" por el régimen comunista, señala Yaxys Cires -del Observatorio Cubano de Derechos Humanos- en declaraciones a Libertad Digital. "Hay casos de familiares procesados en causas inventadas por la policía política como mecanismo para silenciarles; algunos incluso están presos y con restricciones", añade, "pero es tanto el terror impuesto que no quieren contarlo".
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