Al menos cinco iglesias han sido quemadas este miércoles en Faisalabad, en el noreste de Pakistán, después de que los habitantes locales acusaran a un joven cristiano de cometer blasfemia, un delito considerado grave en el país asiático. Concretamente, según la policía, se le acusa de "desgarrar las páginas del sagrado Corán y escribir palabras blasfemas contra el profeta Mahoma".
La turba incendió los lugares de culto y, además, vandalizó un cementerio y las casas de los cristianos, provocando la huida de la localidad de algunos miembros de esta minoría, que apenas supone el 1,27 % de la población en Pakistán, según el último censo. Ante la imposibilidad de controlar a los asaltantes, las autoridades llamaron a la unidad policial militarizada Rangers.
"Me fallan las palabras mientras escribo esto. Nosotros, obispos, curas y personas comunes estamos profundamente doloridos y afligidos", ha lamentado el presidente de la iglesia de Pakistán, el obispo Azad Marshall, que acusó a las turbas de "profanar" biblias y "torturar y acosar" a cristianos falsamente acusados, al tiempo que pidió una intervención inmediata de las autoridades para detener la violencia.
Ataques sistemáticos contra los cristianos
"Se tomarán medidas severas contra aquellos que violen la ley y ataquen a las minorías. Se ha pedido a todas las fuerzas del orden que detengan a los culpables y los lleven ante la justicia. Tenga la seguridad de que el Gobierno de Pakistán apoya a nuestra ciudadanía en igualdad de condiciones", ha asegurado el primer ministro en funciones del país, el baluche Anwarul Haq Kakar.
Sin embargo, la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán ha insistido en que estos ataques extremistas, que son "sistemáticos, violentos y, a menudo incontenibles", se han incrementado "en los últimos años". Así, los acusados de blasfemia acaban convertidos en objetivos de los musulmanes extremistas y, en algunos casos, han sido tiroteados, quemados vivos o apaleados hasta la muerte.
Un delito con pena de muerte
El delito de blasfemia fue establecido en la época colonial británica y endurecido por el dictador Mohamed Zia-ul-Haq en los años 1980 y conlleva la pena de muerte en Pakistán, aunque nadie ha sido nunca ejecutado por ello. El caso más conocido es el de Asia Bibi, quien fue sentenciada a muerte en 2010, pero recibió la absolución del Tribunal Supremo en 2018, desatando protestas multitudinarias.
La violencia contra quienes son acusados de insultar al islam es una constante. El pasado mes de febrero, una turba irrumpió en una comisaría en el este de Pakistán y mató a golpes a un hombre al que acusaban de haber profanado el Corán.