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¿Tambores de guerra en el sur del Líbano? Un Hezbolá cada vez más fuerte activa alertas en Israel

En uno de los rincones más inestables del mundo una organización terrorista emerge cada vez más como un actor determinante y muy peligroso.

En uno de los rincones más inestables del mundo una organización terrorista emerge cada vez más como un actor determinante y muy peligroso.
Militantes de la organización terrorista Hezbolá en una manifestación en Beirut. | EFE

En una región llena de inestabilidad y sacudida como el resto del mundo por la invasión de Ucrania, un actor tan peligroso como Hezbolá se ha reforzado y puede convertirse en el protagonista de una guerra que sería mucho más complicada para Israel que las que ha tenido que librar en Gaza.

Un nuevo poder militar

Todos los análisis que se hacen sobre los distintos actores en Oriente Medio coinciden en que la guerra de Siria ha supuesto un cambio cualitativo en las capacidades de Hezbolá, que ha convertido a la organización terrorista en un elemento militar de primer orden en la región.

Ya se sabía que una cifra muy importante de militantes de Hezbolá habían participado en la guerra civil siria a las órdenes de Irán y al servicio del dictador Al Asad, lo que sirvió para dotarles de una experiencia real de combate de la que hasta ahora carecían. Además, otro dato en el que coinciden los analistas es que durante todo el conflicto la teocracia chií ha armado a la organización terrorista hasta un nivel sin precedentes.

El nuevo dato sobre el que alertan fuentes diplomáticas occidentales es que la transferencia de Irán a Hezbolá no sólo ha sido de armas listas para ser usadas, sino también y más importante, de tecnología, con lo que ahora la banda terrorista estaría empezando a tener capacidad para fabricar su propio armamento avanzado. Y lo está haciendo.

Misiles y drones

De hecho, el secretario general de Hezbolá, Hassán Nasrallah, dijo él mismo en un discurso reciente, que es en estos momentos su organización es capaz de fabricar misiles de crucero –autopropulsados, guiados y capaces de llevar cargas explosivas importantes a largas distancias– y vehículos aéreos no tripulados (UAV, por sus siglas en inglés), popularmente conocidos como drones.

Son armas que "cambian la realidad sobre el terreno", según expertos en Israel, que apuntan a que con ellas Hezbolá tiene una capacidad muy importante para atacar infraestructuras esenciales del país que, hay que recordarlo, tiene un territorio muy pequeño.

Además de esas novedades conviene no olvidar que la banda terrorista chií también tiene un arsenal de unos 150.000 cohetes de los que podríamos considerar normales, es decir, como los que usan Hamás y otros grupos palestinos para sus ataques a Israel desde Gaza.

Una situación política compleja

Este nuevo poderío militar de Hezbolá emerge en un momento políticamente muy complejo en Oriente Medio, donde un montón de cosas están cambiando –no necesariamente a peor, eso sí– y en esa confusión la banda terrorista puede tanto sacar tajada como verse muy perjudicada y no está claro cuál de las dos cosas es más peligrosa.

Para empezar, están los llamados Acuerdos de Abraham: los pactos de Israel para establecer relaciones con distintos países árabes y musulmanes que hasta ahora ha firmado con Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Marruecos y Sudan, que aunque en sentido estricto no es parte de los Acuerdos de Abraham sí puede ser considerado un elemento más de este proceso.

Se trata de un cambio histórico y una de las razones que lo han producido es, más allá de los múltiples intereses económicos que pueden unir a todos los países de la zona con Israel, la existencia de un enemigo común que no es otro que la teocracia iraní: padrinos, financiadores y en última instancia jefes de Hezbolá.

Los acuerdos, la cercanía cada vez más evidente entre Israel y Arabia Saudí, están configurando una alianza regional para aislar al gran enemigo de las monarquías suníes, que no es ni occidente ni el país judío, sino el gran país del chiismo, que siente que este cambio puede amenazar lo que ya daba por una hegemonía casi segura.

Crisis sobre crisis

Ni que decir tiene que la invasión de Ucrania también tensa las relaciones en una región que sigue contando con un importante despliegue militar ruso en Siria y en la que los problemas de suministro alimentario que se están generando podían comportar severas carencias en cualquier momento y, por tanto, no hay que descartar estallidos sociales de consecuencias imprevisibles.

Por otro lado, el propio Líbano atraviesa una situación muy compleja en la que a su complicadísima realidad política y social se está uniendo una crisis económica muy grave que está desestabilizando aún más un país en el que el equilibrio entre partidos y religiones siempre pende de un hilo.

Esto podría suponer incluso a una pérdida de protagonismo e influencia de la organización terrorista chií, y una forma de intentar recuperarlo sería recurriendo a la violencia dentro del propio país o, más probablemente, contra Israel.

Riesgo para la FINUL

Al mismo tiempo, la situación económica es tan delicada que el Ejército del Líbano está perdiendo su ya en principio escasa capacidad operativa y, a día de hoy, se puede decir que está peor armado que Hezbolá, cuenta con menos recursos logísticos y, además, sus soldados están mucho peor pagados.

Esto tiene otra consecuencia importante, especialmente porque ello podría afectar a militares españoles: la misión de la Fuerza Interina de Naciones Unidas en el Líbano (FINUL) tiene cada día más complicado cumplir su labor, que es controlar la presencia de armas en el territorio del sur del país colindante con Israel.

La operación se está viendo cada día más comprometida por la escasa operatividad de los libaneses y los incidentes con habitantes de la zona –en la mayor parte de los casos parte de propia organización o a sus órdenes– que ya se habían registrado anteriormente se están multiplicando en los últimos tiempos: se han contabilizado diez de ellos en el último año, tres especialmente violentos.

En alguno de estos incidentes se ha llegado a arrebatar las armas a los cascos azules de la ONU y, en definitiva, se da una situación que implica cada vez más riesgos para los militares de la fuerza de interposición.

¿Tambores de guerra?

Todo esto convierte su frontera norte en una preocupación cada vez mayor para Israel, que ya ha intervenido en tres ocasiones en el país vecino, dos durante la sangrienta guerra civil que lo destrozó desde el año 75 hasta el 90 y una tercera directamente contra Hezbolá en 2006.

Desde entonces ha seguido habiendo algunos enfrentamientos, pero habitualmente limitados a intercambios de artillería hasta cierto punto controlados, pero que en una ocasión llegaron a costarle la vida a un soldado español de la FINUL.

Pero la tensión crece y, mientras el líder de la organización terrorista amenazaba con ataques de "consecuencias inimaginables" contra Israel durante la última escalada de tensión en Jerusalén, las evidencias en la frontera –en los últimos años se ha localizado y destruido varios túneles que la cruzaban" a través de los cuales podrían haber entrado importantes grupos de terroristas armados– hacen temer a los israelíes que Hezbolá esté dispuesta a algún tipo de ataque al que sólo se pueda dar una respuesta de un nivel militar que lleve a un enfrentamiento duro y que se prolongue incluso durante semanas.

"Cualquier cosa puede llevar a una situación de conflicto que no se limite a unas horas de intercambio de fuego sino que dure más de un mes", asegura una fuente conocedora de la situación en la frontera.

Además de esas posibles escaladas incontroladas hay una evidencia que no se puede olvidar: la organización terrorista chií que nació en el Líbano en los ochenta ha tenido siempre como principal amigo y financiador a Irán y como gran enemigo a Israel. Y los enemigos de Israel siempre han sido claros sobre su intención última: acabar con el país judío.

En Israel se considera que Hezbolá no tiene interés por el momento de embarcarse en una guerra con Israel, pero más allá de esta estrategia a medio plazo existe un riesgo evidente: que cualquier error de cálculo podría conducir a una escalada muy difícil de frenar.

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