En 1982 Hassan Nasrallah fue uno de los miembros fundadores de Hezbolá, la banda terrorista que ya entonces financiaba y entrenaba Irán. Diez años después, llegó a ser el máximo responsable de la organización, cargo que ha mantenido hasta que este viernes Israel lo ha eliminado en un bombardeo selectivo en Beirut, realizado gracias a una información de inteligencia extremadamente precisa.
Pese a que durante estas tres décadas ha vivido casi siempre escondido para evitar que esto le ocurriese, Nasrallah ha tenido el mismo final que su antecesor en el cargo, Sayyed Abbas al-Musawi, que también fue eliminado por Israel.
Nacido en un barrio chií de Beirut en 1960, fue como muchos chiís libaneses de su generación, extremadamente influenciado por el triunfo de la revolución islámica en Irán en 1979. Ya antes había demostrado un gran interés por la religión, pese a que familia no era excesivamente religiosa, e incluso viajó a Irak siendo un adolescente a estudiar teología, estudios que más tarde completaría en Irán.
Terror en todo el mundo
Durante los primeros años de Hezbolá fue uno de los terroristas más destacados de la organización por sus combates contra Israel, que entonces ocupaba una parte del Líbano. Cuando llega a la cima de la banda terrorista tras la eliminación de su predecesor plantea una serie de represalias, entre ellas el atentando en la embajada de Israel en Buenos Aires que causó 22 muertos.
Dos años después y de nuevo en Buenos Aires, un nuevo atentado con coche bomba asesinó a 85 personas en la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), otro ejemplo de su forma de entender lo que debía hacer Hezbolá: atentar en todo el mundo, principalmente contra intereses judíos y estadounidenses. Londres, Estambul o Arabia Saudita fueron también lugares a los que llegó el terrorismo de la organización.
Mientras tanto, en Líbano Nasrallah conseguía, sobre todo gracias a su vínculo con Irán, que Hezbolá se convirtiese en la milicia más poderosa del país, desarrollando una fuerza militar incluso mayor que la del propio ejército libanés.
Esto llevó a un nuevo enfrentamiento directo con Israel en 2006, después de que terroristas de la organización tendiesen una emboscada a un grupo de militares en territorio israelí, matando a tres y secuestrando a otros dos.
Se trató de la Segunda Guerra del Líbano, en la que Hezbolá se consideró a sí misma como vencedores del conflicto a pesar de tener el doble de bajas que Israel y que el acuerdo de paz cumplía buena parte de las exigencias israelíes, aunque como es bien sabido la banda terrorista no llegó a cumplir después la mayor parte de ellas.
Proxy de Irán en Siria
Tras la guerra Nasrallah siguió armando a Hezbolá, especialmente logrando un arsenal de decenas de miles de cohetes para poder atacar a Israel y también como elemento de disuasión para que el Estado judío no atacase a Irán.
El siguiente hito en la historia de Hezbolá y Nasrallah fue la participación de la organización terrorista en la guerra civil de Siria. Siempre a las órdenes de Irán miles de terroristas se convirtieron en uno de los apoyos militares más firmes del dictador sirio Bashar al Asad.
Según todos los analistas, Hezbolá logró en Siria una experiencia de combate que supuso elevar sus capacidades militares de forma notable, lo que también le servía para ser una fuerza cada vez más decisiva en el Líbano. De hecho, la presión de los de Nasrallah ha sido, sin duda, uno de los principales factores del desmoronamiento del Estado libanés, a día de hoy prácticamente inoperativo.
Hezbolá y Nasrallah tras el 7 de octubre
En los primeros días tras el atentado de Hamás del 7 de octubre muchos en la prensa europea dieron por seguro la entrada de Hezbolá en el conflicto. Nasrallah, sin embargo, dio muestras de que esa no era su intención y, pese a las bravatas retóricas, ha mantenido a la que hasta este viernes era su organización en una situación de guerra larvada, pero sin llegar a provocar un estallido que, como está viendo ahora, podía tener un coste letal para ellos.
Sin embargo, eso no quiere decir que no haya seguido hostigando a Israel hasta un punto insoportable: en menos de un año ha lanzado unos 9.000 cohetes a territorio israelí matando a decenas de civiles, entre ellos una docena de niños que jugaban un partido de fútbol en una aldea drusa.
Probablemente, tal y como le ha ocurrido también al líder de Hamás, Yaha Sinwar, Nasrallah no ha sabido valorar la contundencia de la respuesta israelí, que no sólo ha acabado con él mismo sino con la gran mayoría de la cúpula de la organización y que parece que, sorprendentemente, tiene a tiro reducir a Hezbolá a un papel irrelevante, para alegría de los israelíes, desde luego, pero también de los libaneses.