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Abre en Berlín el mayor museo de videojuegos del mundo

Reúne 14.000 juegos y 2.300 cachivaches de los más de 50 años de historia de los videojuegos.

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Reúne 14.000 juegos y 2.300 cachivaches de los más de 50 años de historia de los videojuegos.

Situado en un local antes ocupado por el Café Varsovia en la avenida de Karl Marx, orgullo arquitectónico de la Alemania del Este, el Museo de Videojuegos de Berlín ha abierto sus puertas este viernes. No deja de ser contradictorio que un país que ha aportado tan poco al desarrollo de esta industria del entretenimiento tenga el primer gran museo dedicado a él. "En vez de una industria, tenemos uno de los primeros y más amplios sistemas de etiquetado para proteger a los menores", asegura Andreas Lange, responsable del museo, al Spiegel.

No es que los alemanes sean incapaces de crear juegos: el considerado generalmente como el padre de los videojuegos fue Ralph Baer, un alemán de origen judío que emigró a Estados Unidos. Y uno de las sagas más avanzadas técnicamente hoy día, Crysis, es obra de una empresa alemana. Pero no ha desarrollado una industria del videojuego como sí lo ha hecho, por ejemplo, de software empresarial.

El museo ofrece la posibilidad de jugar, pero siguiendo el camino opuesto al que los aficionados han seguido en sus vidas: empezando por las modernas Xbox y Gamecube, el visitante podrá probar la Atari 400 y la Odyssey, las primeras consolas de videojuegos de la historia. También Computer Space, la primera máquina recreativa de la historia que presentaba un juego de marcianitos.

También puede jugarse a Death Race, el videojuego de 1976 con el que empezó la preocupación por la violencia excesiva. En él, el jugador debe atropellar con su coche al número máximo de peatones. El mismo argumento fue recuperado por Carmageddon
veinte años después, pero en Alemania los peatones fueron sustituidos por zombis.

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