La Sierra Oeste

Cadalso de los Vidrios y Fresnedillas de la Oliva, pueblos del oeste de la Comunidad de Madrid llenos de atractivos entre un paisaje que es un regalo.
Un reportaje de Carmelo Jordá y David Alonso

En un paisaje de montañas y bosques, allí donde se encontraban los caminos del norte y el sur de Castilla, está todavía Cadalso de los Vidrios, un pueblo que puede presumir de historia como el que más de Madrid. Estamos en la llamada Sierra Oeste, a unos 80 km de la capital, casi rozando con las provincias de Toledo y Ávila, donde el frescor de las cumbres y la tranquilidad de la vida rural dan la bienvenida al viajero, entre pinares y encinares.

El centro del pueblo se recorre con facilidad partiendo desde su Plaza Mayor. Si elegimos caminar por la Calle Real, a unos pocos metros encontramos la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que se eleva entre las callejuelas y cuyo campanario se distingue en la lejanía. Si bien, eso sí, no llega a competir con la Peña Muñana, una elevación montañosa de unos 1000 metros de altitud cercana al pueblo, que es posible recorrer gracias a una ruta senderista de lo más interesante.

Pero ahora estamos en el centro del pueblo y es casi obligatorio hacer una parada breve en la Casa de Los Salvajes o de los Austrias, en la que se conserva la fachada en piedra, con un gran escudo y en la que está la oficina de turismo. Al llegar al final de la calle Real estaremos cara a cara con el monumento al cantero, antesala de la gran joya del patrimonio de Cadalso de los Vidrios: el palacio de los Villena, donde además se puede visitar el antiguo estanque y el yacimiento arqueológico La Mezquita, compuesto por los restos de una iglesia de origen románico-mudéjar y una necrópolis medieval que es posible visitar de forma gratuita.

El palacio, antiguo y majestuoso, fue capricho del Marqués de Villena, y protagonizó un pequeño capítulo en la historia de España, ya que los Reyes Católicos lo entregaron como dote al Duque de Frías con motivo del casamiento de éste con la hija de Fernando el Católico. Frente al palacio se encuentra otro de los puntos turísticos de la localidad: la fuente de los Álamos, de origen musulmán, es un antiguo manantial del pueblo.

Una curiosidad que tendrán muchos viajeros es de dónde viene el "de los Vidrios" del nombre del pueblo. Lo cierto es que no es un gran misterio: hace referencia a la industria vidriera que tuvo gran importancia en la localidad que alcanzó su máximo esplendor en los siglos XVI y XVII, ya que había varios hornos de piedra y barro que fabricaban vidrios de gran calidad.

De Fresnedillas a la Luna

Fresnedillas de la Oliva es uno de esos pueblos de Madrid que se quedan a medio camino de la llanura de la capital y las cumbres de la sierra. Para llegar hasta él, desde el sur de la Comunidad, el camino va elevándose de una forma sutil, sin grandes excesos pero constantemente. Incluso desde Cadalso de los Vidrios la carretera va ascendiendo poco a poco, a través del bellísimo paisaje de la Sierra Oeste, un regalo para el conductor que sepa disfrutarlo con calma. Ya a punto de llegar contemplamos en la lejanía las torres más altas de Madrid, tras la bruma ligera que incluso en un día claro suponen las decenas de kilómetros a las que se encuentran.

Se diría que Fresnedillas ha decidido no ser un pueblo más, que parecía ser el destino que le correspondía hasta no hace tanto, pero primero algo que podíamos denominar suerte y más tarde la voluntad y el acierto de sus vecinos lo han hecho ser distinto y, por tanto, muy interesante para el viajero, que encuentra allí un par de cosas tan diferentes que sin duda siente que la visita está más que justificada.

La primera de ellas viene de una historia que empezó hace mucho y muy lejos de allí: al otro lado del Atlántico y en 1962, cuando John F. Kennedy prometió que los Estados Unidos llegarían a la Luna antes del final de esa misma década.

En ese empeño los americanos necesitaban comunicarse con sus astronautas en el espacio con grandes antenas y quiso la casualidad que España fuese el lugar adecuado para ponerlas, de hecho ya había una estación en la cercana Robledo de Chavela. Pero las nuevas misiones tripuladas necesitaban otra antena y el sitio perfecto para colocarla fue, sí, lo han adivinado, Fresnedillas de la Oliva.

Allí estuvo hasta los años ochenta, participando muy activamente en alguno de los hitos de la carrera espacial y, sobre todo, en las famosas misiones Apolo. Entre ellas, como no, en la del Apolo 11. Es más, algunos de sus momentos históricos de este viaje se produjeron estando conectados los astronautas con Fresnedillas, por ejemplo el del alunizaje del módulo lunar, cuando Neil Armstrong dijo aquello de "Houston, aquí base de la Tranquilidad, El Águila ha alunizado". Sí, ya sé que dijo "Houston", pero imaginen lo complicado que tendría pronunciar "Fresnedillas" un natural de Ohio.

Con recuerdos de todo aquello, mucha información y no pocas curiosidades se ha creado el estupendo y sorprendente Museo Lunar, que está en la calle Apolo 11, no podría haber mejor lugar. Ya en el exterior encontramos algunos elementos interesantes: los emblemas de todas las misiones en las que trabajó el centro, una réplica a escala de un cohete Saturno V y un par de piezas de una antena como la que hubo en Fresnedillas, que sirven sobre todo para que nos hagamos una idea del descomunal tamaño que tenía.

En el interior hay equipos originales del centro, un montón de documentación de la que se usó en las misiones, por ejemplo planes de vuelo, objetos de diversos tipos relacionados con la carrera espacial, como una de las banderas españolas que llevó consigo Mike López-Alegría, el primer astronauta de nuestro país que viajó al espacio.

Y todo eso se completa con una aplicación que ofrece algunas cosas muy llamativas en realidad aumentada y también con información sobre la exploración espacial actual y el papel, modesto pero meritorio, que España sigue teniendo en ella, por ejemplo en la investigación en Marte.

A aquellos a los que la carrera espacial les parezca algo hermoso y apasionante les encantará este pedacito de historia en Fresnedillas de la Oliva, en cambio si alguien cree que uno de los mayores logros de la humanidad es un tema aburrido quizá este no sea su museo. Eso sí: nadie con un mínimo de criterio puede no sentir entusiasmo cuando hablamos de viajar a la Luna.

Un pueblo lleno de arte

Además de esa inmersión en la aventura espacial Fresnedillas ofrece otro motivo para visitar y recorrer el pueblo: la ruta de las Casas Vivas, una iniciativa que realmente le da mucho encanto y es, al mismo tiempo, una celebración del pasado, un presente llamativo y una celebración del futuro.

Se trata de una colección de pinturas distribuidas por 15 casas abandonadas del pueblo, a las que con ello se les da una nueva vida cuando ya parecía que se había acabado la suya. Son obras de una única artista, la pintora Elena Parlange, en la mayor parte de los casos reflejan el uso que tenía esa casa cuando todavía era usada: la vieja barbería, la antigua panadería...

Otras son algo menos dadas a las nostalgia: hay un astronauta fantástico tomado de las imágenes del Apolo 11 pero con el escudo de Fresnedillas de la Oliva en su inmaculado traje espacial, y hay un enorme y espectacular fresco que representa la multitudinaria fiesta de la Vaquilla en honor a San Sebastián, una celebración ancestral que tiene lugar en enero y en la que se desarrolla todo un cuidado y llamativo ritual en el que, no se alarmen los animalistas, el personaje de la vaquilla lo interpreta una persona de la que se cuelga un curioso armatoste.

Enraizada, se dice, en ritos que se remontarían a los celtas y Bien de Interés Cultural desde hace unos pocos años, la fiesta es un inmejorable ejemplo de cómo Fresnedillas de la Oliva sigue aferrándose al futuro, pero sin olvidar ni dejar de aprovechar su llamativo pasado, que va como pueden ver de lo celta a la luna.