
Las carencias de la residencia Fundación Reina Sofía Alzheimer gestionada por Mensajeros de la Paz llegan a tal punto que, según denuncian los familiares, los profesionales ni siquiera cuentan con terminales informáticos para apuntar el historial de los pacientes, lo que deriva en un gran descontrol médico.
"Todo lo escriben en papelitos. Sólo he visto un ordenador en un despacho que, además, es de esos antiguos de pantalla gorda, que debe ser de cuando inauguraron el centro, así que, cuando pasan por las habitaciones, lo van apuntando todo en un papel y, luego, cuando pueden o se acuerdan, lo pasan a ese ordenador", explica Silvia, que asegura que los problemas son constantes. "Yo he llegado a llamar por teléfono a la médico para preguntar qué le estaban dando a mi madre y me ha dicho… 'Uy, pues es que todavía no lo he pasado’ o ‘es que el ordenador va muy lento y no se me abre, luego te digo'", lamenta.
Las consecuencias médicas
La residencia está gestionada en distintas "unidades de vida", aisladas del resto por una puerta que se cierra automáticamente para que los pacientes no se escapen. Cada una de ellas cuenta con su salón, su comedor o su jardín independiente, pero no con un control de enfermería, lo que retrasa el procedimiento. Tanto el padre como la madre de Silvia, ambos diabéticos, están ingresados en el centro, y ya han sufrido en primera persona los problemas derivados de este sistema: desde ponerles enemas que no les corresponden porque se les había olvidado apuntar que ya habían ido al baño, hasta cosas mucho peores.
"Un día me di cuenta de que un turno de enfermeros le estaba poniendo ocho unidades de insulina y el otro, seis", denuncia Silvia. Y eso no ha sido lo más grave. En una ocasión, le llamaron de la residencia para decirle que su padre estaba muy mal y que había que llevarle al hospital. "Al llegar allí, me dijeron que tenía el sintrón (un anticoagulante) en una dosis altísima, que era una burrada, y me preguntaron de dónde venía. Cuando dije que de esta residencia, agacharon la cabeza y dijeron 'ya', como si eso fuese lo normal —denuncia indignada—. Cuando estaba en casa, iba al médico cada 20 o 25 días y le ajustaba la dosis, y aquí, que teóricamente hay un médico 24 horas, fíjate".
Un caos acrecentado por la rotación "salvaje"
Según denuncia, el problema radica en que la información no se transmite en tiempo real y, a veces, la información se pierde. Lo mismo sucede con cosas menores de las que se encargan enfermeros o gerocultores: desde la higiene, hasta las curas más básicas. "Esas cosas las suelen ir apuntando en un cuadernito que, además, según lo que yo he visto, no está estructurado por pacientes, sino que es algo como muy seguido y, por tanto, es un caos buscar información ahí. Cada vez que entra un nuevo turno, se tiene que leer todo y habrá quien tenga la paciencia de hacerlo, pero otros igual no, o están hasta arriba y se les pasa algo".
De hecho, esa es otra de las cuestiones que sorprenden a los familiares: "Si ya van fatal porque son pocos, ¿no es lógico que informaticen todo esto para no perder tiempo?". Y eso sin contar con el caos que supone este sistema en una residencia en la que, según denuncian, la rotación de personal es salvaje. "Y digo salvaje, porque yo, que mis padres sólo llevan ingresados desde septiembre, no he sido capaz de aprenderme casi ningún nombre —apunta Silvia—. Pues cada vez que entra uno nuevo, imagínate".
Los familiares, desesperados
Con todo, los familiares quieren confiar en que el supervisor que la Comunidad de Madrid ha impuesto a este centro gestionado por el padre Ángel sirva también para solucionar este tipo de problemas. "Y yo no sé si eso pasa por darles tablets o, al menos, poner un ordenador en cada unidad, pero es que estamos hablando de información que se debería transmitir casi en tiempo real y con cuadernos y papelitos es muy difícil, porque a lo mejor ni siquiera lo pasan en el día, sino que lo hacen a los tres días", insiste.
La desconfianza es tan grande que, a principios de mes, Silvia se fue unos días de vacaciones y no consiguió descansar tranquila ni un solo día. "Estaba atacada. Me despertaba y ya estaba pensando en si les habrían dado lo que les tocaba o si debería llamar… ¡Es que vivimos obsesionados! —exclama desesperada—. Y en todas las residencias se oyen cosas, pero hablas con la gente y te dicen que, en general, están contentos y que están bien atendidos. Y yo sé que estos centros no son hoteles de 5 estrellas, ya lo sé, pero es que de verdad que aquí nos están agotando".