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Madrid

El sinvivir de los familiares de la residencia del padre Ángel: "Mi marido se ha caído tres veces en cinco días"

A pesar del supervisor impuesto por la Comunidad de Madrid, los familiares siguen denunciando el abandono y la pésima gestión de Mensajeros de la Paz.

A pesar del supervisor impuesto por la Comunidad de Madrid, los familiares siguen denunciando el abandono y la pésima gestión de Mensajeros de la Paz.
A Pedro le han tenido que poner hasta seis grapas en la cabeza | LD

El pasado mes de junio, la Comunidad de Madrid decidió imponer al padre Ángel un supervisor tras el escándalo desatado en la Fundación Reina Sofía Alzheimer que Mensajeros de la Paz gestiona en Puente de Vallecas. Los familiares de los internos -que habían denunciado a Libertad Digital tanto el deterioro del centro como el abandono de los ancianos y la falta de higiene, medios y personal- pensaron que aquel sería el principio del fin de sus problemas. Seis meses después, sin embargo, poco o nada ha cambiado. "Cuando viene algún inspector, se esfuerzan en que todo vaya mejor, pero luego todo sigue igual y los familiares ya estamos desesperados", insisten.

La situación es tal que muchos de ellos están valorando emprender acciones legales a título individual. Y ese es precisamente el caso de Leonor. Su marido, Pedro Antón, ha sufrido hasta ocho caídas en las últimas semanas, "tres, en apenas cinco días", sin que nadie estuviera con él en el momento de los hechos. "El pasado sábado se dio un golpe terrorífico en el cráneo y tuvieron que ponerle seis grapas en el hospital", denuncia su mujer, que ya vive con el miedo metido en el cuerpo. "Temo que me llamen y me digan que se ha matado".

El vídeo que muestra el abandono

Lo peor fue comprobar con sus propios ojos cómo había sucedido todo. Gracias a la presión de los familiares, hace tiempo se instalaron cámaras de vigilancia, así que Leonor no dudó en solicitar la grabación de aquel día. "No me la querían enseñar, pero al final no tuvieron más remedio, y no tengo palabras para describir lo que vi. Estaba completamente solo deambulando por la unidad. No había nadie al cuidado de ellos. Nadie", lamenta con la voz entrecortada. De hecho, las auxiliares no se dieron cuenta de que se había caído hasta mucho tiempo después.

Según relata Leonor, en el vídeo se ve a Pedro caminando solo un largo rato. "Poco a poco va perdiendo la estabilidad, y como él no tiene esa conexión con el cerebro que le diga que está cansado y tiene que sentarse, se ve cómo la columna se le va inclinando hacia atrás. En ese momento sí pasa una chica a su lado. Tenía que haberle sentado, pero ni le mira", lamenta su mujer.

"Pasa un rato largo y, al final, pierde el equilibrio, se cae, y se da contra una mesa de esas con ruedas que se utilizan en los hospitales -apunta Leonor-. Eso no tenía que haber estado ahí. Eso es muy peligroso, sobre todo si no hay nadie vigilándoles, y por eso se abrió la cabeza". Después de un rato, alguien pasa por fin por la zona y activa el protocolo de emergencia: "De repente, salieron cinco auxiliares de la parte de dentro. Cinco. ¿Y no hay nadie supervisando? Yo me quedé impactada, porque, además, la unidad de Pedro es una unidad de pacientes severos".

Dos caídas más

Lo más grave de este asunto, sin embargo, es que éste no es un hecho aislado. Tres días después de esta caída, Leonor regresó al centro a ver su marido y fue otra familiar la que le informó de que había sufrido una nueva caída esa misma mañana: "Nadie me había dicho nada, pero efectivamente tenía otro golpe tremendo en la sien". Cuando preguntó qué había pasado, nadie había visto nada.

Esto fue el martes. El jueves, la llamaron para informarle de un tercer accidente: "Se había caído de la cama en posición fetal y se lo habían encontrado en el suelo. Siempre se lo encuentran en el suelo. Nadie ve nada, ni nadie sabe nada -lamenta indignada-. Y digo yo, una cosa es una caída y, vale, puede ser. Hay cosas que pueden suceder y no se pueden remediar, pero que nunca se vea nada…".

Pero es que incluso lo que sucedió aquel día cuando ella misma llegó al centro demuestra hasta qué punto los ancianos están abandonados. "No estaba en su habitación, así que pregunté que dónde estaba. Nadie sabía nada. ¿Y Pedro? ¿Y Pedro? Nada. Así que, entre mi hija y yo, una por un pasillo, otra por otro, fuimos buscándole hasta que le encontramos encerrado en otra habitación".

Dejadez y desconfianza

Leonor decidió entonces llevarle de nuevo al hospital para que le revisaran. Allí, el médico le informó de que su marido tenía infección de orina, la quinta desde que entró en la residencia del padre Ángel, y que probablemente eso era lo que estaba influyendo en su desorientación. "Aquí todos tienen infecciones de orina constantemente. ¿Por qué? Por que no les cambian el pañal, así de claro", dice Leonor, cuya denuncia coincide con las que hace meses recabó LD.

La falta de confianza es tan grande que Leonor apenas puede dormir. "Estoy en un estado de ansiedad tremendo y con la tensión disparada. El día que se abrió la cabeza se me puso a 18 en el trabajo", asegura entre lágrimas. Y ese es precisamente otro de sus grandes problemas: "Al igual que la inmensa mayoría, yo no dejo a mi marido aquí por gusto, lo hago porque no me queda otro remedio. Ahora me he cogido unos días de vacaciones para estar yo con él y asegurarme de que está bien, pero cuando se me terminen… ¿Qué hago?".

Todo sigue igual

El caso de Pedro demuestra así que las cosas poco o nada han cambiado en la residencia del Padre Ángel, a pesar del supervisor impuesto por la Comunidad de Madrid, algo que corroboran otros familiares del centro. "La residencia tiene muchísimas deficiencias. Las unidades no están adaptadas para estas personas (suelos duros, mesas con puntas…), la calefacción funciona muy mal, las comidas unos días son aceptables, otros no, a veces ponen pescados con espinas… -resume una de las personas que se ha puesto en contacto con LD-. Falta personal y falta supervisión al personal, con lo cual, muchas veces no están vigilados; el teléfono de la residencia se 'estropea' y pasa un día o unas horas incomunicada; hay días que no hay ni médico ni enfermería, sobre todo en fiestas, y esto, con este tipo de enfermos, es muy grave".

A todo ello se suma otra de las quejas que ya el pasado mes de junio formularon los familiares: que existe una gran incomunicación entre los tres turnos y, al no haber un listado, el de la tarde muchas veces no sabe qué ha pasado por la mañana o qué medicación le han dado. "Un turno de enfermeros tiene una dosis de insulina y otro tiene otra, y eso te lleva a tener que estar pendiente y preguntado cuánta dosis le dan", aseguraba Silvia. Lo mismo denunciaba José Alberto respecto a su padre: "Cada mes yo le llevaba su caja de hierro, y un día me doy cuenta de que había tres cajas sin abrir; así que no le han estado dando el hierro durante tres meses".

Con todo, los familiares reclaman una vez más tanto al padre Ángel como a la Comunidad de Madrid que tomen cartas en el asunto: "No estamos tratando con objetos, estamos tratando con personas", dice Leonor, que asegura haberse llevado una gran decepción con Mensajeros de la Paz. "Yo traje a mi marido aquí porque era una residencia especializada en personas con Alzheimer, para que estuviera en un sitio especializado para su problemática, pero lo que me he encontrado es que hay una dejadez terrorífica".

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