Tras los númerosos escándalos destapados por Libertad Digital en la residencia Fundación Reina Sofía Alzheimer, la Comunidad de Madrid ha decidido rescindir finalmente el contrato firmado con Mensajeros de la Paz. "Ha sido un horror su gestión", resumen a Libertad Digital los familiares de los mayores allí internados, que se felicitan por una decisión que, según dicen, tenía que haber llegado hace mucho tiempo.
La propia consejera de Familia y Políticas Sociales, Concepción Dancausa, ha sido la encargada de comunicarles la noticia e informarles de que, de cara al próximo concurso que se abrirá por la vía de urgencia, el Gobierno regional elevará, además, la dotación económica para adaptarla a la situación actual y que la nueva empresa que se haga cargo del centro pueda así incrementar el personal, tal y como reclamaban.
El último escándalo destapado por LD se remonta a finales del pasado mes de enero, cuando la mujer de uno de los residentes denunció que su marido que había caído "tres veces en cinco días" por el abandono al que tenían sometidos a todos los ancianos. Cuando pidió ver las cámaras de seguridad para comprobar con sus propios ojos qué había pasado, se quedó helada: "Estaba completamente solo deambulando por la unidad. No había nadie al cuidado de ellos. Nadie". Según ha podido saber este periódico, aquella ocasión no fue la última y, de hecho, en estos momentos, el interno se encuentra ingresado en un hospital en estado grave.
Las estremecedoras denuncias de los familiares
El pasado mes de junio, la Comunidad de Madrid se vio obligada a imponer un supervisor a la residencia gestionada por Mensajeros de la Paz tras las estremecedoras denuncias de los familiares. Tal y como publicó LD, tras hacerse con la concesión, la ONG del padre Ángel no sólo redujo el personal a la mínima expresión, sino que comenzó a buscar la máxima rentabilidad en todos y cada uno de los servicios que ofrecían, generando una alarmante falta de higiene y cuidados de los ancianos, que incluso estaba afectando a la salud de muchos de ellos.
Sus familiares aseguraban que se pasaban horas solos, sentados en una silla, aunque lo más grave era, sin duda, el descontrol médico y alimenticio. "Un turno de enfermeros tiene una dosis de insulina y otro tiene otra, y eso te lleva a tener que estar pendiente y preguntado cuánta dosis le dan", denunciaba Silvia, cuyos padres son diabéticos. "Cada mes yo le llevaba su caja de hierro, y un día me doy cuenta de que había tres cajas sin abrir; así que no le han estado dando el hierro durante tres meses"., añadía José Alberto, hijo de otro de los internos.
Lo mismo sucedía con la comida. "A veces llegábamos a las 11 de la mañana y veíamos que todavía había gente que no se había ni terminado de duchar. Es decir, que a esas personas les daban de desayunar a las 11:30 de la mañana, cuando la cena del día anterior había sido a las 20:00 horas. Es vergonzoso", lamentaba Paloma. Y eso por no hablar de la dudosa calidad de la comida, cuya escasa calidad nutritiva llegaron a denunciar hasta los propios trabajadores del centro, que aseguraban que se abusaba de fritos, congelados y comida a punto de caducar, fuera la que fuera, con tal de acabarla.
Con el fin de ahorrar, tampoco se compraban todos los pañales que se necesitaban realmente, lo que originaba frecuentes infecciones de orina por no cambiar a los ancianos todo cuanto debieran. "Las compañeras incluso escondían pañales para los pacientes que sabían que más los necesitaban, porque se compraban con cuentagotas", reconocía una antigua empleada.
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