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Madrid

Cinco años después: cómo el Zendal se convirtió en el "acordeón" de la sanidad madrileña durante lo peor de la pandemia

El Hospital de Emergencias sirvió como drenaje de más del 30% de los enfermos de covid que requerían ingreso en la Comunidad de Madrid.

La declaración del estado de alarma por el COVID-19, el 14 de marzo de 2020, marcó el inicio de una crisis que llevó al sistema sanitario al límite. Aquellos meses, las llamadas a servicios de emergencias de la Comunidad como el SUMMA 112 se triplicaron, llegando a alcanzar las 9.500 en un solo día, con una media diaria de 8.000. En Madrid, la necesidad de respuestas urgentes se tradujo —entre otras cosas— en la construcción del Hospital público de Emergencias Enfermera Isabel Zendal, un centro concebido para aliviar la tensión hospitalaria de la región. Recorrer sus pabellones cinco años después ayuda a entender cómo el Zendal sería capaz de recuperar esa imagen en menos de 48 horas y volver a operar como lo hizo en los momentos más críticos de la pandemia.

El HEEIZ abrió sus puertas el 1 de diciembre de 2020, cuando los hospitales madrileños estaban al límite de su capacidad, y replicó el modelo y funcionamiento exacto del hospital de campaña provisional instalado en Ifema. Su estructura moldeable permitió en aquellos momentos atender a casi 10.000 pacientes con covid, sirviendo como drenaje de más del 30% de los enfermos que requerían ingreso en la Comunidad de Madrid.

El espacio se organizó a través de tres pabellones. Durante la pandemia, los pabellones 1 y 2 acogieron a los pacientes hospitalizados, sumando 8.918 ingresos en 2021 y 963 en 2022. El segundo pabellón fue el más crítico al contar con la Unidad de Cuidados Respiratorios Intermedios —UCRI— y la Unidad de Cuidados Intensivos —UCI—, además del área de hospitalización general. Según nos explica Isabel García, directora de Enfermería del Zendal, la UCRI jugó un papel fundamental porque evitó ingresos en UCI al funcionar como "una zona intermedia" para pacientes que requerían más vigilancia que en la zona general pero sin llegar a necesitar de cuidados intensivos. Allí se atendieron aproximadamente 800 pacientes. "Fue una de las UCRI más grandes de toda Europa y la más grande de España. Muchísimos pacientes salieron airosos de la situación directamente desde aquí", recuerda la enfermera.

Hoy, con las camas vacías, el pabellón 2 mantiene su imagen y estructura, con boxes de alrededor ocho camas y espacios diáfanos sin habitaciones. Una disposición que contrasta con el resto de hospitales de la comunidad, pero que durante esos días resultó ser una ventaja tanto para pacientes como para sanitarios. "Aquí veíamos a todos los pacientes, al principio era chocante, pero luego se agradeció porque se veían unos a otros y compartían cosas entre ellos", narra García. Un gesto que tuvo aun más peso si se tiene en cuenta que en ese momento los enfermos no podían recibir visitas. Además del trato sanitario, "hubo mucho trato emocional", asegura la directora, que añade que precisamente fueron los profesionales quienes humanizaron los espacios que a priori no parecían humanizados.

Así, el pabellón sigue preparado para responder a cualquier pandemia o catástrofe, con 12 camas de cuidados intensivos listas para su activación, 48 de cuidados críticos intermedios y una capacidad total de 300 camas de hospitalización. Su diseño flexible permite que el Zendal funcione como un sistema de "acordeón" —como lo definen sus propios responsables—, ampliándose en momentos de crisis y adaptándose a nuevas necesidades asistenciales cuando la presión disminuye.

De hecho, Francisco Javier Martín-Sánchez, coordinador médico del hospital, explica que las instalaciones no están "cerradas", sino que se están reconstruyendo para atender a pacientes con necesidades que no están tan cubiertas en los hospitales de la región. "En este mismo espacio, como parte del plan funcional del Zendal, las zonas de luz se van a adaptar para habitaciones individuales", además de convertir el resto del pabellón "en un centro puntero en el ámbito de la neurorrehabilitación". Unos nuevos usos que no son incompatibles —recuerda— a la capacidad que define al hospital de modularse en 48 horas si la situación lo requiere. "Nunca ha perdido la segunda letra, porque podría adaptarse en ese tiempo", insiste Martín-Sánchez.

En cuanto al último pabellón, el número 3, sirvió como uno de los principales espacios de la campaña de vacunación en Madrid por su capacidad para gestionar grandes volúmenes de personas. Desde sus inicios y hasta el 28 de febrero de 2025, se pusieron un total de 2.265.998 vacunas contra el covid.

Tras casi 500 días operando de esta manera, el 1 de abril de 2022, la UCI y la UCRI cerraron sus puertas —aunque sin ser desmanteladas del todo— para dar paso a una Unidad de Recuperación Funcional —URF— de media estancia para pacientes tratados durante la pandemia, que ofreció rehabilitación motora y una atención multidisciplinar con servicios de Logopedia, Terapia Ocupacional, Psicología y cuidados de continuidad. Este modelo permitió atender tanto a pacientes hospitalizados como a aquellos en régimen ambulatorio, concluyendo en un total de 969 ingresos hasta el 28 de febrero de 2025.

Antes de eso, en abril de 2021 aterrizó en el pabellón 1 el Laboratorio de Microbiología Clínica de la región, que anteriormente operaba desde el Centro de Especialidades Periférico Vicente Soldevilla, donde su directora asegura "solo había un termociclador para hacer PCR". Desde el inicio de la pandemia, empezaron a trabajar con la Dirección General de Salud Pública y la Viceconsejería de Salud Pública de Plan COVID en un mapa serológico del estado de las residencias y centros sociosanitarios de la CAM para conocer los niveles de anticuerpos que tenían y poder hacer así un diagnóstico molecular. "En 2020 no había suficiente capacidad analítica para hacer PCR en ningún país del mundo y ver qué anticuerpos había en las personas sirvió de mucho. Fue un esfuerzo bastante insólito como organización y por parte de todos", asegura María del Mar Carretero Gómez, directora del laboratorio, que desde entonces trabaja en estas instalaciones.

Una vez instalados en el hospital, para minimizar riesgos en el manejo del virus, se instaló un laboratorio de bioseguridad BSL-3, donde se automatizó la primera fase de los análisis de COVID. "En ese primer periodo hicimos más de 86.000 muestras que permitieron tomar una serie de decisiones sobre lo que tenían que hacer en estos centros, en análisis de rutina estábamos entre 39.000 muestras en el 2021 y alrededor de 29.000 en el 2022", especifica Carretero.

Donde todavía se perciben las huellas de lo que internamente denominan el Zendal 1.0 —la primera etapa que fotografió el hospital de emergencias—, la fase 2 avanza hacia un Zendal 3.0 orientado a los cuidados y a la rehabilitación de pacientes neurológicos. En este camino, el objetivo del centro deja de ser aumentar la esperanza de vida de los pacientes para centrarse en mejorar su calidad. "No es un hospital que esté de soporte a otros hospitales. No es el fin del hospital. Es un acordeón del sistema; es una apuesta de la Comunidad de Madrid de espacio, no de recursos humanos; es un espacio que permite dar rápidamente si hay necesidad", responde Martín-Sánchez al ser preguntado por el papel del centro en el sistema sanitario madrileño actual.

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