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Argentina sin monedas

Argentina sin monedas. | Fotografías de Daniel Luna.

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  Los billetes y monedas escasean en Argentina debido a la inflación. El mercado palía sus efectos distribuyendo dinero, más allá de los círculos del Estado.

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La primera vez que uno intenta comprar una empanada de dos pesos con un billete de diez y la dependienta lo mira con cara de horror, "disculpáme, no tengo tanto cambio", no le da importancia. 

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Habrán tenido un mal día. Resulta extraño, porque está todo abarrotado de gente. Estamos en Cosquín, el pueblo donde se celebra el festival de música folklórica más importante de Argentina. Como cada año, miles de personas del interior del país llenan sus calles en estas fechas.

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Tras varios intentos sin éxito en diferentes tiendas, la falta de cambio convierte la empanada en un objetivo imposible. Entonces uno se da cuenta de que aquí hay un problema. Faltan monedas, faltan billetes, hay colas en los cajeros automáticos y en todos los comercios te preguntan "¿Notenés cambio más chico?" cuando vas a pagar. El dinero escasea. Algo huele a podrido en Argentina.

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Los comerciantes de Cosquín no aciertan a explicarse este fenómeno: "Dicen que la gente acapara las monedas"; "Oí que los especuladores las guardan y luego las venden". La reacción más frecuente es encogerse de hombros: "No sé por qué pasa esto", contesta resignado un frutero, "pero para nosotros es un problema. Tenemos que redondear siempre, y cuando es hacia arriba hay gente que se lo toma mal".

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A una hora y media por carretera, en Córdoba, la segunda mayor ciudad del país, los carteles de numerosos comercios hacen patente el problema: "Antes de llamar consulte en caja, por el cambio", se lee en la cabina de un locutorio. En un supermercado céntrico se pide que se pague "sólo con el importe exacto, debido a la falta de cambio por todos conocida". A estas alturas uno ya ha aprendido a no pagar con billetes grandes, y a disculparse cuando no es posible hacerlo de otro modo.

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En Córdoba, además, el problema se agrava por el cospel. Así se llama la ficha con la que se paga en los "colectivos" (autobuses) de la ciudad, cuyo precio son 2,20 pesos. "Esos veinte céntimos nos matan, no se puede dar cambio a todo el mundo", asegura la dependienta de un kiosco donde se venden los cospeles.

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Ya en Buenos Aires, donde tiene lugar más de la mitad de la actividad económica del país, uno encuentra las mismas colas en los cajeros, la misma escasez de efectivo, las mismas quejas: "Nadie tiene monedas, y los que tienen no te las van a dar", advierte la recepcionista de un hostal de mochileros en San Telmo, ese barrio al que usted fue a ver bailar tango en la calle, si alguna vez estuvo en Buenos Aires.

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La escasez de billetes es un fenómeno reciente, que en los últimos dos meses ha disparado las alarmas sobre la inflación, en torno al 25% anual según las mediciones más fiables. La gente demanda más billetes porque los precios no dejan de aumentar, y los cajeros no dan a basto. Además, esa demanda se incrementa todavía más por las expectativas inflacionarias para el futuro, que impulsan a la gente a consumir, dado que los bienes cuestan siempre más que ayer, pero menos que mañana. El ahorro en Argentina es un suicidio económico.

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La escasez de monedas, aunque también causada por la inflación (el valor nominal de las monedas llegó a ser menor que el de los metales con que se fabricaban, por lo que la gente no se desprendía de ellas o las vendía al peso), es un problema que se arrastra desde hace años, y el mercado ya le ha puesto remedio, al menos, en parte.

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