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Un lugarteniente del narcotraficante Pablo Escobar detalla los lazos del capo de las drogas con Fidel Castro

John Jairo Velásquez Vásquez, Popeye, asegura que los nexos comenzaron en la época en la que Escobar estuvo en la Nicaragua sandinista.

John Jairo Velásquez Vásquez, Popeye, asegura que los nexos comenzaron en la época en la que Escobar estuvo en la Nicaragua sandinista.

L D (EFE) John Jairo Velásquez Vásquez asegura en el libro "El verdadero Pablo-Sangre, traición y muerte..." –escrito por la colombiana Astrid Legarda– que "nunca han hablado personalmente, pero sostienen permanente y fluida comunicación por cartas y terceras personas".

En 32 capítulos del libro, que saldrá a la venta el próximo jueves, "Popeye" ofrece a Legarda su testimonio de una de las épocas más críticas de la historia colombiana por efecto de la guerra que Escobar le declaró al Estado, además de sus supuestos nexos con autoridades de otros países y grupos terroristas locales.

Según algunos extractos de libro adelantados por la revista Semana, Escobar, quien fuera líder del otrora poderoso cartel de Medellín, "siempre busca la forma de llegar con su droga a las calles norteamericanas, a través de gobiernos no aliados y enemigos de Estados Unidos". "Lo quiere hacer a gran escala; ya lo ha hecho a través de Nicaragua", dice "Popeye", para apuntar que Escobar envió a Cuba a uno de sus hombres, que entró en contactos con el general Raúl Castro, hermano de Fidel Castro, y vicepresidente y ministro de Defensa cubano.

Allí se "cierra" un acuerdo que le permite a Escobar traficar durante dos años grandes cantidades de cocaína, que según el testimonio eran embarcadas en el puerto suroccidental colombiano de Buenaventura, con destino a las costas mexicanas. La droga era embalada en condones que se unían hasta que pesaran un kilo, afirma el lugarteniente, y agrega que los alijos eran transportados a Cuba por vía aérea desde México, en cantidades de hasta diez y doce toneladas. En la isla caribeña, los cargamentos quedaban a disposición de militares cubanos, encabezados por el general Arnaldo Ochoa y el oficial Tony la Guardia, y luego eran enviados en lanchas a las costas estadounidenses, donde eran recibidas por un hombre del cartel de Medellín encargado de esconder los alijos.

Para "Popeye", tras el descubrimiento de la ruta por las autoridades estadounidenses, que decomisaron un gran cargamento, el líder cubano "ordena una farsa de investigación", que termina con la condena y fusilamiento de Ochoa y una decena de sus colaboradores en 1989. El lugarteniente asegura que en la relación de Escobar con Castro mediaron los colombianos Álvaro Fayad e Iván Marino Ospina, fallecidos líderes del disuelto movimiento 19 de Abril (M-19).

Fueron estos mismos rebeldes los que, según "Popeye", pidieron a Escobar que les financiara la toma del Palacio de Justicia en Bogotá, a lo que el capo accedió, con la promesa de entregarles dos millones de dólares, aunque Escobar consideró que lo más conveniente sería una ocupación de la sede del Legislativo, señala el libro. La operación tuvo lugar en noviembre de 1985 y terminó con la muerte de más de un centenar de personas, entre ellas destacados magistrados de la Corte Suprema de Justicia y los insurgentes.

"Popeye" afirma que Escobar propuso en vano que los terroristas aceptaran para la toma a dos lugartenientes de él, con la misión de que quemaran los procesos sobre extradición que gestionaba el Supremo y asesinaran a los juristas. El libro también recoge las versiones del lugarteniente sobre grandes atentados ordenados por el capo, como el derribo de un avión comercial en vuelo, o asesinatos que causaron conmoción, como los de Guillermo Cano, director del periódico El Espectador, y el ex candidato presidencial Luis Carlos Galán.

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