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Un ex alto cargo de la Junta andaluza: "El triunfalismo de Griñán es patético"

Francisco Ferraro García, "Curro" para sus amigos, ha perdido los pelos de la lengua si es que los tuvo alguna vez. Es catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla, preside actualmente el Observatorio Económico de Andalucía y realiza los anuarios del grupo Joly.

Francisco Ferraro García, "Curro" para sus amigos, ha perdido los pelos de la lengua si es que los tuvo alguna vez. Es catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla, preside actualmente el Observatorio Económico de Andalucía y realiza los anuarios del grupo Joly.

Pero quizás es tan o más relevante en su biografía el que fuera alto cargo de Economía de la Junta de Andalucía en la época de Manuel Chaves, con quien le une, además, una cercana relación familiar. Aún así, su análisis de la economía andaluza no puede ser más distante del que enarbola el "régimen" socialista que rige los destinos de Andalucía desde hace casi tres décadas. Recuerden que no hace muchos días Griñán presentaba su campaña "Andalucía 10" en Madrid y con todo triunfalismo.

Ferraro subraya que los más de diez años de crecimiento económico que fueron desde 1996 a 2008 (gracias entre otras cosas a las políticas del PP), no sirvieron para que Andalucía aprovechara la oportunidad de despegar y acercarse a las regiones más ricas y desarrolladas. Así, aunque el crecimiento del PIB andaluz superó al crecimiento español del PIB en casi 3 puntos y aun cuando la renta per capita andaluza creció, sigue siendo casi un 25 por ciento inferior a la renta media nacional. Aunque aumentó el número de ocupados, han mejorado infraestructuras y equipamientos, el número de empresas aumentó más de un 30% y se esperaban resultados mejores en educación, la crisis ha perjudicado a Andalucía más que a los demás.

Pero no se aprovechó la gran oportunidad de esos años porque:

a) Muchas empresas realizaron inversiones de dudosas rentabilidad y aumentaron sus gastos corrientes; en particular, el sector inmobiliario atrajo a nuevos agentes al calor de rentabilidades exuberantes no frenándose ni cuando el exceso de oferta de viviendas era evidente.

b) Muchos ciudadanos se entregaron a un consumismo enfebrecido y se hipotecaron con inversiones inmobiliarias que exigían rentas futuras de dudosa percepción. El sistema financiero fue un colaborador necesario en la expansión del consumo y la inversión, proporcionando una financiación, no siempre razonable, facilitada por los bajos tipos de interés y la cobertura del euro, lo que permitió la refinanciación en los mercados internacionales.

c) Las administraciones públicas contribuyeron cebando la bomba: todas se atribuían el éxito de la expansión económica y de la creación de empleo, y aumentaban sus presupuestos sustentados en los mayores ingresos tributarios, parte de ellos efímeros al proceder del negocio inmobiliario. El aumento del gasto público se tradujo en inversiones no siempre justificadas y en un extraordinario aumento del empleo público, para dar satisfacción a la demanda de servicios públicos de una población alentada en la exigencia de crecientes derechos sociales.

En este marco expansivo es comprensible, considera, que se produjese cierta dejación de las responsabilidades individuales hacia un sector público sobreprotector, la ausencia de rigor en las proyecciones económicas particulares y colectivas, la minoración de la cultura del esfuerzo y el aprecio por el enriquecimiento fácil.

Estas circunstancias han impedido que Andalucía aprovechara suficientemente la larga fase de expansión económica para dotarse de una base productiva (capital físico, humano y tecnológico) sobre la que asentar un patrón de crecimiento sostenible. Y por ello, ahora es una de las regiones instalada en el pesimismo.

Desde 2008, se han consumado la disminución del PIB y de la renta per cápita, el cierre de 24.236 empresas y ha tenido lugar el aumento del número de parados hasta 1.129.500 (28,5% de la población activa), el aumento de la pobreza, restricciones de crédito y un elevado endeudamiento. Por ello, Ferraro considera "infundado" el triunfalismo gubernamental de un pasado reciente, "en el que se enarbolaban sin pudor eslóganes triunfalistas (Andalucía imparable, La locomotora de Europa)", que "expresan patéticamente en el presente la inconsciencia colectiva expresada por nuestros responsables políticos".

Según Ferraro, aunque estos hechos no hubiesen ocurrido, la crisis se habría desencadenado en Andalucía (posiblemente con más retraso y menos abruptamente) por la insostenibilidad del patrón de crecimiento que nos habíamos dotado desde la mitad de la década de los noventa. Según el catedrático, había "un desequilibrio creciente" entre la renta generada en Andalucía y el gasto que realizaba en consumo e inversión. "Este desequilibrio ha tenido que ser financiado externamente, en parte con transferencias desde la Unión Europea y del resto de España por nuestro menor nivel de renta, y en otra parte creciente endeudándonos con el extranjero para mantener nuestro expansivo estilo de vida", añadió. El aumento del PIB se basó casi exclusivamente en aumento del empleo, mientras que la productividad no aumentó en los años de expansión. El estancamiento de la productividad, unido a una inflación más alta que la de nuestros socios y a un crecimiento diferencial de los costes laborales, determinó una notable pérdida de competitividad de la economía andaluza.

Por ello, dice Ferraro, hay que dar la mayor urgencia a los ajustes y reformas necesarias para retomar una senda de progreso con más rigor que en la última fase expansiva.

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