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LD (M. Llamas)  Ni las rebajas de tipos de interés en EEUU ni las masivas inyecciones de liquidez de la Fed y el BCE logran atenuar los terremotos económicos que atenazan al mercado financiero internacional desde agosto. De hecho, los problemas se agravan por momentos. La clave radica en el diagnóstico: No es una crisis de liquidez (falta de dinero y crédito) sino de solvencia, debido al acumulamiento de deuda de muy baja calidad.
 
El pasado mes de agosto un escalofrío recorrió las bolsas de medio mundo. La denominada crisis de las hipotecas basura (subprime) acababa de estallar, sacudiendo con ella los mercados bursátiles. Entonces, fueron muchos los analistas, y no menos los responsables políticos y económicos de toda índole y condición los que, a la vista de la grave situación, se apresuraron a aventurar que el citado crack sería de escaso recorrido (apenas unos 3 ó 6 meses como mucho) y que sus temibles efectos perturbarían levemente la economía mundial. En particular, la estadounidense y la europea.
 
Más de siete meses después del estallido subprime, la situación se complica por momentos, a la vista de las grandes piezas que ya se ha cobrado dicho fenómeno. La sequía que padece el mercado interbancario de crédito no da visos de mejoría (más bien todo lo contrario), pese a las masivas inyecciones de liquidez y el alargamiento de los plazos, impulsados desde la Reserva Federal de EEUU (Fed) y el Banco Central Europeo (BCE).
 
Tampoco las rebajas de tipos aprobadas por el presidente de la Fed, Ben Bernanke, han logrado paliar, ni siquiera en parte, la deriva hacia la recesión que vive la economía estadounidense. Y es que, al igual que ocurre en medicina, la cura de la enfermedad dependerá del buen diagnóstico que se le efectúe al paciente.
 
Hasta el momento, los bancos centrales han errado el tiro en su intento de solucionar el problema. Es más. De hecho, ignoran su directa responsabilidad en la inoculación del virus que hoy contagia a la economía internacional.
 
Ni bajada de tipos ni inyección de liquidez han resuelto el problema
 
El origen de la actual situación obedece a “un ilícito arbitraje entre el tipo de interés entre los mercados de capitales y el tipo de descuento de los mercados monetarios”. Es decir, “endeudarse a corto plazo e invertir a largo”, según explica el boletín trimestral sobre La crisis subprime del Observatorio de Coyuntura Económica del Instituto Juan de Mariana (IJM). De este modo, “los saldos líquidos se inmovilizan en proyectos de maduración demasiado tardía en relación con los pagos periódicos requeridos por el servicio de la deuda”.
 
El problema radica en la expansión crediticia puesta en marcha por los bancos centrales. Entre 2000 y 2003, los tipos de interés en EEUU cayeron del 6,5 por ciento hasta el 1 por ciento. A partir de 2004, y ante el temor de una repunte de la inflación y la depreciación del dólar, la Fed revertió su política monetaria auspiciando una nueva subida de tipos hasta alcanzar el 5,25 por ciento en junio de 2006.
 
Tales rebajas alimentaron el boom inmobiliario en EEUU, al permitir acceder a un crédito fácil a multitud de prestatarios de dudosa solvencia. Sin embargo, la subida de tipos empuja al abismo al mercado de la vivienda estadounidense a partir de 2006, con la consiguiente caída de precios (o, lo que es lo mismo, depreciación de activos).
 

 


El aumento de la carga financiera ahogó a los deudores subprime que, además, vieron “seriamente limitadas sus opciones de refinanciarse con nuevos préstamos”, según el informe, debido a la creciente depreciación de los inmuebles. Como consecuencia, la morosidad se ha disparado desde entonces hasta niveles preocupantes. Hasta tal punto esto es así, que el propio Bernanke solicitó la condonación de la deuda crediticia.

Pero no sólo los hipotecados. “Múltiples empresas, mediante la emisión de papel comercial y bonos con tipos variable” han seguido la misma estrategia: “Intentar lucrarse a través del arbitraje entre el alto rendimiento de las nuevas inversiones y el bajo tipo de interés de la deuda a corto”, advierte.
 
Emisiones de papel comercial en la zona euro

 
El problema es el mismo: “Sus proyectos maduran más tarde que su deuda, de modo que si son incapaces de renovarla, tendrán que liquidar parte de sus activos para pagar a sus prestamistas”, afirma el estudio. La situación actual que viven las compañías inmobiliarias en España es un ejemplo claro de esta estrategia financiera.
 
“Lo mismo sucede con los préstamos a tipo variable”, según el citado Observatorio. “Las empresas tratan de beneficiarse de los tipos a corto, transitoriamente bajos fijados por el Banco Central, y empiezan a estar dispuestas a asumir los riesgos de una escalada futura en los tipos de interés (en muchos casos, confiarán incluso en que los tipos de interés no vuelvan nunca a subir a los niveles anteriores)”, recuerda.
 
Financiación a tipos variable en la zona euro

 
Como resultado, se genera un gran volumen de mala deuda e inversión, en donde la solvencia de los prestamistas (familias y empresas) está “fuertemente condicionada por los tipos de interés”. El pasado verano, la situación se hace insostenible para muchas familias norteamericanas (impagos de crédito) ante el repunte de la carga financiera, como consecuencia de la subida de tipos.
 
La crisis subprime estalla y se extiende por toda la economía, ya que las entidades bancarias han distribuido el riesgo a través de complejos mecanismos financieros (titulaciones, CDO, SIV) entre diversos inversores.
 
El contagio genera incertidumbre y desconfianza en el mercado, afectando de modo directo al interbancario (el mercado de crédito de los bancos se seca). Comienza entonces el plan de rescate por parte de los bancos centrales (Fed y BCE):
 
  1. Desde el pasado mes de agosto, la Fed ha rebajado a casi la mitad los tipos de interés de descuento de los créditos a las entidades del 6,25 por ciento al 3,25 (3 puntos).
  2. Los recortes de tipo de interés se suceden en EEUU: Desde el 5,25 por ciento en septiembre hasta el 2,25 por ciento actual fijado hoy.
  3. Inyecciones masivas de liquidez: cientos de miles de millones de euros para abastecer al interbancario.
Sin embargo, pese a ello, la crisis sigue su curso y amenaza con agravarse en el futuro próximo. Ninguna de las medidas aplicadas por los Bancos Centrales han surtido el efecto deseado: Restablecer la estabilidad del sistema financiero y económico. De hecho, sus efectos son de otra índole:
 

El precio de las materias primas se ha disparado desde agosto, “lo que ya comienza a traducirse en menores márgenes empresariales y en subida de los precios de los bienes de consumo”, indican los analistas del IJM: como muestra, la escalada del oro, el petróleo, el platino, la plata, el paladio, el trigo...

Además, el Banco Central “no tiene ninguna posibilidad de rescatar los activos de los bancos comerciales, salvo envileciendo a marchas forzadas su moneda y creando inflación”: la evolución del billete verde y el IPC, (tanto en la UE como en EEUU) así lo evidencian.

Por otro lado, la Fed está dispuesta a adelantar fondos contra unos activos que pueden encontrarse en default (es decir, que no arrojarán rentabilidad alguna). En este caso, “si la cédula hipotecaria se declara en default y su valor tiende a cero, es imposible que el banco comercial pueda devolver el pasivo”, añade el estudio.

Flexibilizar el mercado para atenuar la crisis

Esta  “monetización de deuda de mala calidad” amenaza con “hundir aún más el valor del dólar”, con los riesgos añadidos que ello implicaría (abandono del billete verde como divisa de referencia internacional).

¿Solución? “Toda la mala deuda tiene que purgarse. No estamos ante una crisis de liquidez, sino de solvencia: La deuda se ha extendido contra activos inflados y con valores irreales. Si el valor del pasivo se mantiene constante y el de los activos se hunde, sólo queda echar mano de un capital que muchas veces ni siquiera existe (por el elevadísimo apalancamiento)”, señala el Observatorio.
 
Los bancos centrales son “incapaces de contrarrestar una crisis de solvencia”, ya que “los activos sin valor no lo adquirirán por mucho que se expanda el crédito”. De este modo, y a la vista de los resultados de la política monetaria emprendida hasta el momento por la Reserva Federal, la “expansión crediticia (rebaja de tipos y liquidez) sólo contribuye a envilecer el dólar, tal y como acredita la sobrevaloración de las materias primas, y el repunte momentáneo que vive el euro”, indica el informe.
 
“Todo hace prever que los impagos y las quiebras van a proseguir y, por tanto, el crédito se contraerá aun más”. Según los analistas del citado Observatorio, es “hora de ahorrar, liquidar las malas inversiones y amortizar parte de la deuda”. Es decir, “capital con el que repagar tanta deuda como sea posible y capital para seguir financiando esas inversiones excesivamente apalancadas”.
 
Y es que, incentivar la demanda agregada “sólo supone más endeudamiento y más consumo” así como más “inversiones ineficientes” gracias a la dirección “arbitraria” de los bancos centrales, denuncia.
 
Por un lado, resulta “imperativo reducir impuestos y flexibilizar los mercados de factores productivos” para atenuar al máximo las consecuencias de la crisis y, por otro, “avanzar hacia un sistema monetario libre, donde ninguna autoridad ostente el monopolio sobre la emisión de dinero. Es decir, la vuelta al patrón oro”, según concluye el Observatorio.

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