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Trasladarse a la casa del vecino

Gordon Brown se traslada este miércoles al número 10 de Downing Street tras haber permanecido durante algo más de una década en el número 11. El ex ministro de Finanzas completa así el proceso de cambio de liderazgo iniciado oficialmente el pasado domingo en Manchester. Es, tras una larga espera, el primer ministro de Inglaterra.

L D (R.Colomer) Sin embargo, saber con exactitud el tiempo que el nuevo premier permanecerá en el cargo es aún una incógnita, pues la idea de un adelanto electoral empieza a tomarse en serio entre determinados círculos políticos de Londres.
 
Sería, quizás, el mejor modo de desligarse de la sombra de Blair, una de sus obsesiones. Dejar de ser su "elegido a dedo" y para ser "elegido por las urnas". Lo que sin duda reforzaría su liderazgo político. Los sondeos juegan a su favor. El dominical, The Observer, ofreció la semana pasada una encuesta según la cual Brown aventajaría en tres puntos porcentuales al líder del partido Conservador, David Cameron. Es una ligera ventaja, pero, ventaja al fin y al cabo.
 
Ocurra lo que ocurra, es, igualmente, un buen momento para preguntarse qué cabe esperar del nuevo premier británico. La primera impresión es que pese a las continuas referencias al "cambio" de Gordon Brown, todo indica que no será un cambio ni "rupturista" ni "traumático". Una cosa es imprimir aires nuevos, pero, otra es acabar con un proyecto del que en último término le es propio. Renunciar a la herencia de Blair no sólo sería una equivocación sino un acto político suicida.
 
Las diferencias personales entre Blair y Brown han podido ser más o menos intensas en estos años, pero, no puede ser una razón para condicionar la política de un país.
 
Casi con total seguridad, en política exterior se puede afirmar que el ex ministro apenas variará las líneas tradicionales de la diplomacia británica respecto a Europa, EEUU, Oriente Medio y el resto de centros de poder. Una clara prueba fue el viaje que realizó Gordon Brown a Irak. El por esos días ministro de Finanzas,  pronunció un discurso humilde en las formas, pero, igual de firme en el contenido. Reconoció "los errores" estratégicos y se mostró dispuesto a "aprender la lección", pero al mismo tiempo reforzó su compromiso con los iraquíes; asegurando que la misión británica no es "simplemente" garantizar la seguridad sino "construir democracia, prosperidad y progreso". Palabras que fueron muy bien acogidas por las autoridades iraquíes que celebraron la "comprensión" del dirigente laborista.  
 
Tampoco se esperan cambios respecto a EEUU. Es difícil o imposible imaginarse a un primer ministro británico que renuncie a una especial relación con la primera potencia del mundo. Sin embargo, respecto a Europa esta afirmación no es tan firme. El premier británico es un conocido y reconocido euroescéptico. No hay que olvidar que fue Gordon Brown, como ministro de Finanzas, quien defendió el “no” a la entrada en la Unión Monetaria Europea (UME) ante un más proclive Tony Blair. No fue una cuestión de fobias, ni de coyunturas. Respondió a razones profundas y puramente estructurales. La tendencia continental al intervencionismo y la regulación no encajaba con la revolución tacheriana recogida en el Nuevo Laborismo.
 
El nuevo primer ministro es un gran defensor del Estado nación como el principal actor exterior; es partidario de una estructura europea pero limitada.  Europa sí, siempre y cuando no se ponga en conflicto con la indentidad inglesa o la renuncia a sus intereses nacionales. Los bienpensantes le acusarán de antieuropeo; los reflexivos de realista.
 
Quizás sea la política nacional donde se aprecien más sensiblemente los cambios. La eventualidad de un gabinete transversal, compuesto por distintas sensibilidades, introducirá matices en el tipo de Gobierno. Un gabinete multicolor también puede ser un gabinete menos gobernable.
 
En suma, Gordon Brown, también, ha anunciado que quiere otorgar un mayor protagonismo al Parlamento. Una iniciativa celebrada pero que tampoco puede convertirse en su propia trampa.
 
En general, a Brown le acompaña una gestión de éxito como ministro de Finanzas; pero, también, le han perseguido ciertos fantasmas como sus fracasados intentos burocráticos dentro del servicio nacional de salud del Reino Unido. Diez son los años que el actual primer ministro ha esperado para tomar el control, esperemos que no haya sido demasiado tiempo.

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