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ORGULLO Y FRUSTRACIÓN EN EL ADIÓS A PIZARRO, por Luis F. Quintero

(Libertad Digital – Luis F. Quintero) La sobria iluminación del pabellón 9 del recinto ferial de Madrid esperaba a primera hora de la mañana la llegada de los accionistas de Endesa para dar uno de los pasos más importantes y relevantes de su historia. Tras dos años de lucha numantina, los propietarios de la primera eléctrica Española eran llamados a capítulo para dar el visto bueno a la toma de la compañía por parte de la coalición hispano-italiana formada por Enel y Acciona.
 
Un quórum del 93 por ciento del accionariado -"un milagro" para Pizarro- era toda una declaración de intenciones. Numancia no se rinde. Endesa tampoco. Todos a una, como los mosqueteros, los accionistas han querido mostrar -con su presencia- el cariño y admiración que guardan a un Presidente, Consejo de Administración y Cuerpo Directivo que se han dejado la piel para defender los intereses de consumidores y propietarios.
 
Indignación, nostalgia, pena y orgullo se mezclaba en las entrañas de todos los que han acompañado a Pizarro en este tortuoso sendero que comenzaba un 5 de septiembre de 2005 y que escribe sus últimos capítulos en el despertar de un otoño que verá a Enel y Acciona como nuevos controladores de la joya de la corona energética española.
 
Si algo define Endesa es la confianza ciega que los propietarios depositan en sus gestores, el cariño de los accionistas a Pizarro y su Consejo de Administración. Todos, en mayor o menor medida, sabían que el de Teruel velaría por sus intereses sin cruzar "la línea" que separa la honradez de quienes se empeñan en saltarse sistemáticamente "las reglas del juego". La confianza que tantas veces ha pedido Pizarro al mercado y sus supervisores. Confianza y seguridad "para que no te siga nadie, no te escuche nadie, para que no te pasa nada".
 
Y si la confianza es el eslabón que une a gestores y propietarios en Endesa una señora de voz temblorosa pero firme se ha convertido en el ejemplo vivo de que esa confianza es real. Representando 200 acciones y en apenas 30 segundos, la doña que mandó a freír espárragos "al señor Gabarró" -allá por 2005- porque no pensaba entregarle sus acciones, ha logrado resumir el sentimiento que todos los accionistas hacían suyo. "A pesar de que lo único que sé de electricidad es cambiarle las pilas al transistor", decía la accionista, "el presidente y el Consejo me merecen toda la confianza". Por eso, desde que "vino el señor Gabarró a estafarnos miserablemente" no "pensaba desprenderme de mis acciones", pero "como el señor presidente y el Consejo me lo han recomendado, lo haré".
 
Unas palabras que abrían un turno de intervenciones en que los accionistas se han mostrado orgullosos de sentirse parte de la historia viva del progreso energético español. Intervención tras intervención, diferentes voces han agradecido a Pizarro su defensa numantina de la compañía y han tratado de poner palabras a la frustración. La desazón por desprenderse de unas acciones que en sólo dos años, se han convertido en el documento que les acredita como parte fundamental de un proyecto caracterizado por el triunfo de la honradez y la buena gestión.
 
Las últimas líneas del discurso de Pizarro ilustran hasta qué punto presidente y accionistas han sido uno en este proceso cuando ha recordado la batalla de Troya y ha dicho con orgullo: "Yo fui uno de ellos si aquello no fue un sueño".

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