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VAMOS A TRABAJAR EN EL FUTURO, por Víctor Gago

LD (Víctor Gago) Juan Costa ha revelado a El País: "Vamos a trabajar en el futuro". No se refiere a la tópica pereza española, ese dejar para mañana lo que puede hacerse hoy. El lenguaje de los políticos rara vez tolera significados lógicos. La humilde vibración de las palabras mortales no está hecha para sus grandes planes. Les viene estrecha. Por lo general, el tamaño de sus visiones exige que frases como "vamos a trabajar en el futuro" hagan horas extra con el martillo y el yunque en la forja de la épica.
 
Cuando un político como Zapatero dice: "El poder adquisitivo de los españoles aumenta con mi Gobierno", lo civilizado, lo democráticamente avanzado, lo culto, es que el mileurista agobiado no saque conclusiones precipitadas. Ser un buen ciudadano también es empezar a pensar a lo grande, como presidentes y demás.
 
La mayoría de los analistas políticos –a excepción de los irredentos primates de COPE y Libertad Digital– ya tienen esa finura. Se reciclaron a tiempo. Jubilaron la rudimentaria razón, llevaron al museo de las artes y oficios el lento telar de la verdad y emigraron a la zafra de las ideologías en trenes masificados de coplas. Hicieron su particular reconversión, de ilustrada artesanía de la sospecha a próspera industria de la gnosis. La mayoría de los políticos y la mayoría de los tertulianos han aprendido a pensar como poetas. Del género o corriente de la poesía de la experiencia.
 
"Vamos a trabajar en el futuro" no va dirigido a los nuevos perdedores de las listas del paro que ahora tendrán más tiempo libre para pensar en la Alianza de Civilizaciones, en la resolución pacífica de los conflictos, en el trasero de Boris, en las fosas comunes, en la paridad en el paro, en las domingas de Patricia Conde, en los sermones de Iñaki sin miedo al insomnio –mañana no madrugan, ni pasado–, en los productos rotulados en catalán, en el Plan Ibarretxe, en Blas Infante, en el canon digital, en Antonio Cubillo, en los conspiranoicos, en las enormes posibilidades de la Z, y en la eutanasia activa.
 
"Vamos a trabajar en el futuro" no va dirigido a los que no superan la estrechez de los significados unívocos, sino a quienes ya hicieron la transición del periodismo a la retórica y de la política a la lírica.
 
"Vamos a trabajar en el futuro", de hecho, tendría una complicada traducción al inglés: "We are going to work into the future" no bastaría para apresar sus sentidos más inefables. Ni siquiera John Rawls, la eminencia socialista cuyo pensamiento regurgita en la "ebullición intelectual" de la mesa y el magín de Costa –de la que El País levanta acta este jueves– se enteraría de lo que va el programa del PP con una traducción tan insatisfactoria.
 
Para traducir "Vamos a trabajar en el futuro" al código de la innovación política hay que recurrir a Los Torreznos, la acertada propuesta del ministro César Antonio Molina para el pabellón español de la Bienal de Venecia. ¿Que no conoce aún a Los Torreznos? Este dúo de arte dadaísta, una mezcla de Faemino y Cansado y del grupo ZAJJuan Hidalgo, John Cage, Walter Marchetti y Esther Ferrer–, ha llevado a Venecia un vídeo titulado Noche electoral, en el que repiten durante 30 minutos eslóganes políticos. En otra pieza, 35 minutos en loop, aparecen sentados como en un espectáculo flamenco, y se limitan a contar números a toda velocidad.  En otro más, recitan sin parar frases hechas, sin énfasis alguno, maquinalmente. ¿Simple? ¿Naif? Corrosivo, más bien. Cosas así suenan a diario en la mayoría de las tertulias y nadie repara en que es poesía.
 
El Víctor García de la Concha y el Miguel García-Posada del futuro no glosarán a Gamoneda, sino a Rodríguez Zapatero,  a Juan Costa y a José María Calleja. ¿No fue Z quien dijo que cualquiera puede ser presidente? En realidad, el Estado del Bienestar da para bastante más. Son muchos los oficios al alcance del orteguiano hombre-masa y de cualquier siervo aplicado de la Logse: presidente, anti-etarra de discoteca, adivino, analista, consultor, bufón, semental, chef, brujo visitador, académico de la lengua, hombre de paz, director de la Biblioteca Nacional, cineasta, sindicalista, profesor de EpC, cortesano o soprano en el Coro de Las Cigarreras de Carmen.    
 
Más difícil es entrar en "ebullición intelectual".

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