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Nueve elecciones en cuatro años

 

 
LD (V. Gago) Nueve veces en cuatro años. Los españoles no han dejado de votar desde el 14 de marzo de 2004. Generales, Europeas, Vascas, Catalanas, referéndum Europeo, en Cataluña y Andalucía, Autonómicas y locales y, finalmente, otra vez Generales y Andaluzas. Una politización constante de la sociedad es la clave del republicanismo izquierdista que postula Rodríguez Zapatero, siguiendo las teorías de Philip Pettit. "Quieren que estemos todo el día votando, pero la vida es mucho más que la política", ha comentado el profesor Pedro Schwartz en el programa de Libertad Digital Televisión, Contemporáneos.
 
Los partidos echan el resto para conseguir la movilización del electorado ante la consulta general del próximo 9 de marzo. El nivel de participación es la gran incógnita y, probablemente, el factor que acabará decantando el resultado. Los medios de comunicación se vuelcan en el trabajo de mantener en tensión al electorado. Seis millones y medio de personas siguieron, en total, las entrevistas de Rajoy y Zapatero en el canal  Cuatro, y casi cinco vieron el debate de Solbes y Pizarro en Antena 3. Para el primer cara a cara de Zapatero y Rajoy, programado para este lunes, se espera una marca histórica de los audímetros.
 
¿Significa eso que la participación el próximo 9 de marzo se corresponderá con la expectación inducida? Está por verse. La saturación de elecciones en los últimos cuatro años ha empezado a provocar expresiones de hartazgo de sectores notorios de la sociedad, como se comprueba en ese exiguo 29 por ciento del censo que participó en el referéndum por el Estatuto de Andalucía el 18 de febrero de 2007, con el PSOE y el PP volcados en los llamamientos a la participación y al Sí, o ese 49,4 que lo hizo en el del Estatuto de Cataluña, con un Gobierno nacionalista dominando férreamente todo el aparato de comunicación institucional de la región.
 
En cuatro años, los españoles han sido convocados en nueve ocasiones a las urnas. Al coste económico que representa organizar cada dispositivo electoral, únase la organización de la entera agenda pública en función de los hitos del calendario electoral. En estos cuatro últimos años, apenas concluía un proceso electoral, ya se iniciaba el ciclo de la tensión política para el siguiente.
 
Están por evaluarse las pérdidas que para el país ha supuesto esa movilización forzada por la clase política, en términos de horas productivas y lectivas, diligencia de la Administración Pública y, sobre todo, de seguridad jurídica de los ciudadanos para programar sus intereses de manera independiente a las expectativas intervensionista que crean las distintas formas de colectivismo hoy presentes en todos los programas políticos.
 
Pedro Schwartz, autor de En busca de Montesquieu. La democracia en peligro y profesor de la Universidad San Pablo-CEU y de la Sant Louis University alertaba recientemente, en el programa Contemporáneos, de Libertad Digital Televisión, sobre los intereses genuinamente izquierdistas que hay detrás de ese estado de movilización política permanente de la sociedad.
 
"Quieren que estemos todo el día votando", comentaba, refiriéndose a las teorías del republicanismo cívico abrazadas por Zapatero, "quieren que nos integremos en todo tipo de colectivos, que estemos en partidos, en sindicatos, en asociaciones, pero la vida es mucho más que la política. Es la familia, crear una empresa o una obra de arte, el placer del trabajo bien hecho, una buena conversación", todo lo que sustenta la autonomía individual y de lo que el izquierdismo republicano recela.
 
Curiosamente, entre los compromisos de los partidos políticos en liza en las próximas elecciones generales, ninguno –ni siquiera el PP, supuestamente el más liberal de todos, aunque no es así en realidad, como acaba de demostrar Libertad Digital–, ofrece a los ciudadanos una limitación clara de la discrecionalidad de los políticos para mantener a la sociedad en permanente tensión colectivista, sin apenas tiempo para ocuparse de sus asuntos privados: la empresa, la familia, la educación de los hijos, la innovación, "el placer del trabajo bien hecho", como resume el profesor Schwartz.
 
Para el autor de En busca de Montesquieu, ahí está la clave del rescate de una "democracia en peligro": en volver a poner límites claros al poder y la injerencia de los políticos en la vida privada de la gente.
 
Nueve veces han acudido a votar españoles de todas partes o de ciertas regiones en los últimos cuatro años. Lo han hecho con distintos grados de dedicación que han ido de la rabia del 14 de marzo de 2004 al hastío de los referéndum Andaluz, Catalán o Europeo. En nueve ocasiones, han tenido que escuchar mítines, demagogia y promesas similares, un discurso cada vez más infantilizado, reduccionista y maniqueo que, por si fuera poco, ha acabado dividiendo al país como en ninguna otra etapa de su historia reciente. El profesor Gabriel Albiac, director del programa Reeducación para la Ciudadanía de Libertad Digital, ha resumido cierto estado de la Opinión ante esta nueva forma de colectivismo en su último libro, Harto de los políticos. Sea cual sea el grado de participación y el resultado del próximo 9 de marzo, parece haber razones suficientes para estarlo.

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