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Pujol duda que España acepte un presidente catalán como Cataluña acepta uno andaluz

El Honorable está en forma. Durante casi dos horas, disertó este martes sobre Pla, Educación, Literatura, la II República, la Guerra o la relación de Cataluña y España. Lo hizo de memoria, apenas apoyándose en fichas. Jordi Pujol consiguió mantener a su audiencia clavada a la butaca a base de una erudición estimable, un irónico escepticismo que empieza por sí mismo, y sin escatimar recuerdos ni opiniones sobre la situación política actual. Está prevista una conferencia de José María Aznar en el mismo ciclo sobre Josep Pla.

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El Honorable está en forma. Durante casi dos horas, disertó este martes sobre Pla, Educación, Literatura, la II República, la Guerra o la relación de Cataluña y España. Lo hizo de memoria, apenas apoyándose en fichas. Jordi Pujol consiguió mantener a su audiencia clavada a la butaca a base de una erudición estimable, un irónico escepticismo que empieza por sí mismo, y sin escatimar recuerdos ni opiniones sobre la situación política actual. Está prevista una conferencia de José María Aznar en el mismo ciclo sobre Josep Pla.
LD (V. Gago) Fue en el CaixaForum de Madrid, en un ciclo dedicado al autor del Quadern Gris, con el que no tuvo una buena relación personal y al que reconoce por su aportación a la lengua catalana y a la "mentalidad de país".
 
El ex presidente de la Generalidad hizo un amago de concluir, cuando su conferencia ya pasaba de la hora y cuarto, pero el público, unas cien personas que habían pagado uno o dos euros –según fuesen o no clientes de La Caixa– , quería seguir escuchando sus deliciosas digresiones, llenas de ironía, sabias, escépticas, sobre todo, escépticas consigo mismo.
 
"No me hagan ustedes mucho caso, sólo soy un general retirado", dijo.
 
Este Pujol parece tener muy poco que ver con el implacable negociador de concesiones a Cataluña durante los Gobiernos de Felipe González y José María Aznar.
 
El Honorable complació al público, siguió hablando de recuerdos personales, pero también de la conferencia de Tony Blair a la que asistió este lunes, en Barcelona; del discurso de Duran Lleida en el debate de investidura, de José Montilla y, cómo no, de Cataluña y de España; todo, girando como una constelación de frutas de la memoria alrededor del astro iridiscente de la figura y la obra literaria de Josep Pla.
 
Después de una hora y media de conferencia instructiva y divertida, a ratos hilarante por la gracia con la que Pujol ha aprendido a reírse de sí mismo y de las vanidades de la política, la gente seguía con ganas, ahora de preguntar y de conversar con el ex presidente. Pujol se puso de pie y se acercó al público para escuchar las preguntas –"Es que me estoy quedando sordo", se excusó, imposible saber si era uno de sus afilados sarcasmos–.
 
Ingobernable por el protocolo, recorría el escenario de un lado a otro, la cabeza baja y la mirada puesta en sus pasos, escuchando y cavilando a la vez. Parecía un político americano en uno de esos mítines de proximidad con el público, un cantante de pop hiperactivo, Tom Cruise vendiendo ejemplares de Seduce y Destruye en la película Magnolia.
 
"No soy independentista"
 
"Yo no soy independentista. No lo he sido nunca y no lo soy ahora. Creo que Cataluña es una nación dentro del marco diverso de España, y creo que catalanismo y nacionalismo son la misma cosa, pero ni he sido ni soy independentista. Ahora bien, es evidente que hay una desafección de Cataluña y España, por ambas partes, y que esa desafección se expresa hoy, en primer lugar, por un partido que, en principio, no es nacionalista, como el PSC, y por el presidente de la Generalidad, José Montilla. Son los socialistas, y es Montilla, los que hoy llevan más lejos esa desafección con España", advirtió.
 
Pujol repele algunas críticas, que considera injustas, al nacionalismo catalán y que están en el origen de esa "desafección", como él la llama. Se refirió, en concreto, a la imputación de endogamia que han recibido los nacionalistas en los últimos treinta años.
 
"Hoy preside la Generalidad el señor Montilla, un catalán nacido en Andalucía", constató. "A mí me gustaría ver... no, mejor dicho, es imposible que veamos nunca a un catalán aceptado como presidente de Andalucía, de Extremadura, de Galicia o de Asturias. Ni siquiera es probable que lo veamos en el Gobierno de España. De hecho, no vemos a un catalán presidiendo el Gobierno de España desde el General Prim", comentó.
 
No era una justificación, era una forma –curiosa, elíptica, tentativa, merodeadora, como todo su pensamiento– de llamar a la integración, a que se cuente más con los catalanes y con los catalanistas en la política nacional.
 
¿Cómo olvidar que este hombre ágil, agudo y lúcido que gobernó de manera casi absoluta Cataluña durante 23 años es el responsable directo del sistema de inmersión lingüistica y de la espiral de reivindicaciones, órdagos y odio anti-español en el que ha degenerado la política catalanista de hoy, con Maragall, Montilla, Zapatero, la ERC,...?.
 
Historia de una "desafección"
 
¿Cómo olvidar? Lo cierto es que, escuchándole, disfrutando de una actitud que parece nueva en él, como de estar de vuelta de todo y creerse casi nada, casi consigue que se olvide quién ha sido Pujol y lo que ha representado en esa historia de "desafección".
 
"Es cierto que Cataluña ha perdido prestigio en España y en Europa, debido al Gobierno que tiene en la actualidad, a las cosas que hacen, pero también lo es que desde el otro lado ha habido y sigue habiendo mucha incomprensión y mucho desconocimiento de lo que Cataluña es, y de lo que los catalanistas somos y queremos ser dentro del marco de España", dijo este martes.
 
"La solidaridad, por ejemplo", ilustró. "Estoy harto de que se diga que Cataluña es insolidaria con España. Nadie ha aportado más a la cohesión que Cataluña. Lo que ocurre es que se ha decidido que el único modelo de solidaridad posible es que el que se practica con recursos ajenos. Esto es de muy bajo nivel ético".
 
Habrá que esperar a la publicación de esas balanzas fiscales pre-cocinadas que Zapatero, en su discurso de investidura, ha anunciado para dentro de dos meses.
 
La España de los "gobiernos en contra"
 
Pujol reveló un pequeño secreto a su auditorio, a propósito de Pla y del discurso de investidura de Zapatero. A esa hora, aún no había intervenido Durán Lleida, el portavoz de CiU. Pero Pujol no se recató en mostrar un ejemplar del discurso parlamentario de su colega. "Me lo envió ayer por email", dejó caer. Sabe mucho, Pujol. Sabe latín, además de inglés, francés y un castellano bastante culto –desde luego, mejor que el de Rodríguez Zapatero y la mayoría de sus españolísimos ministros–, como acreditó en distintos momentos de la conferencia. Su mensaje era: aún deben consultarme para estas cosas, aún sigo mandando.
 
El ex presidente de la Generalidad contó que Durán iba a citar a Pla en su discurso durante el debate de investidura de Zapatero. En concreto, mostró Pujol, recordará aquella frase de Pla de que "en España no se gobierna nunca por alguna cosa, sino contra alguna cosa, no integrando, sino diferenciando". Lo dice en 1931, en Madrid, en una de sus crónicas sobre el Advenimiento de la República.
 
"Yo soy más benévolo, aunque algo de esto hay", dijo con retranca Pujol, resistiéndose a contemporizar con la tendencia al dramatismo de Durán Lleida.
 
De Pla habló mucho, también. Lo hizo a tumba abierta. No ocultó su mala relación personal con el escritor. No aplicó a aquel enfrentamiento la cataplasma del tiempo. Hubo diferencias ideológicas muy serias, hubo incompatibilidades insalvables, hubo agravios. En fin, hubo mal rollo entre ambos, y Pujol no lo disimula, sino que habla de ello con franqueza, distancia, ironía y un punto de relativismo que sólo da el paso del tiempo.
 
Contó su enfrentamiento en la revista Destino, donde Pujol desembarcó –"para hundirla, aquella gestión fue un desastre", reconoció sin ambages– de la mano de empresarios nacionalistas. Destino era una casa muy querida por Pla, que fue la primera víctima de la limpieza ideológica que el nuevo grupo aplicó a la publicación.
 
"Él no tenía una buena opinión de mí, y yo tampoco de él, aunque la mía sobre Pla era mejor que la de Pla sobre mí. Él hablaba muy bien de mi padre, pero mal de mí, y en algunos aspectos tengo que decir que tenía razón", concedió Pujol. Hasta ese grado llegó su revisionismo irónico del pasado.
 
Lección para jóvenes
 
La siguiente escaramuza entre ambos tiene lugar en 1962. Manuel Aznar había sido nombrado director de La Vanguardia. El abuelo de José María Aznar –quien también hablará en el ciclo de La Caixa sobre Pla, precisamente sobre la estrecha amistad que mantuvieron su abuelo y el escritor ampurdanés– tuvo como colaborador en la dirección del periódico a Pla.
 
"Juntos", recuerda Pujol, "escriben un artículo en un número especial dedicado a Cataluña de la Revista de Información Comercial Española, fundada por Enrique Fuentes Quintana. Era febrero de 1962, un número completo dedicado a Cataluña. Escriben Manuel Aznar y Josep Pla. Yo leí aquello estando en la cárcel. En la cárcel, o te amodorras o te excitas. Yo me excité con aquello. Me despaché con Pla. Yo era un hombre de 31 años que estaba en la cárcel pero que tenía mucha vida por delante, y tenía claro que éramos los jóvenes los que íbamos a construir Cataluña y que, para conseguirlo, no podíamos seguir alimentándonos con alimentos espirituales, morales e intelectuales tan decadentes y dimisionarios como, entonces, me parecía el alimento que proporcionaba el pensamiento de Pla. Es lo que dije, a través de un artículo que conseguí sacar de la cárcel y apareció publicado con pseudónimo, claro".
 
La lección de aquello, cree Pujol, es para los jóvenes de hoy.
 
A ellos les dice: "Yo me definí, en parte, contra la generación anterior, y lo hice, en parte, injustamente, porque la traté muy mal, pero a mí y a los míos nos sirvió. Les digo a los jóvenes que se atrevan a definirse contra la generación de sus mayores. Ya rectificaréis. Ya tendréis tiempo de rectificar. De momento, poneos en marcha, les digo".
 
Su visión sobre Pla, sobre el hombre y sobre el escritor, se ha sobrepuesto a la mala relación personal que tuvieron.
 
Pujol lo ve hoy como "el escritor que más ha hecho para la pervivencia del catalán durante el franquismo", un catalanista conservador, escéptico y liberal, de la estirpe creada por Prat de la Riba y, sobre todo, por las glosas de Eugenio D'Ors; un "demócrata a pesar de deslices" con el franquismo; un solitario, un superviviente, un desencantado de la República y del franquismo, un memorialista monumental que observó como nadie "la antropología del hombre catalán" y que ayudó de manera notable a "crear país", a sentar esa mentalidad de excelencia, de continuidad y de orden que, según Pujol, es la aportación del catalanismo conservador a España.  Y, a juzgar por sus interesantes opiniones de este lunes, la forma en que desean seguir contribuyendo.

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