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El "no" irlandés al tratado simplificado y su efecto bumerán para Francia

El "no" irlandés al Tratado de Lisboa parece una ironía del destino para Francia, que asume la presidencia de turno de la Unión Europea, el 1 de julio. El presidente Sarkozy, artífice del nuevo texto, tendrá que gestionar este recrudecimiento de la crisis institucional cuyos orígenes se encuentran en el “no” de los franceses en 2005.

LD (EFE) Los electores de Irlanda rechazaron en el referéndum del jueves el tratado que impulsaba Nicolas Sarkozy, incluso antes de tomar las riendas del Elíseo hace trece meses, como salida a la parálisis institucional en la que el "no" de sus compatriotas a la Constitución europea, en el referéndum de mayo de 2005, había sumido a la UE.
 
Unos días después los holandeses rematarían ese rechazo al proyecto constitucional con su propio "no".
 
Sarkozy promovió "mini tratado", rebautizado como "Tratado Simplificado" o "de Reforma" para acabar con la crisis y que fue acordado durante la presidencia alemana de la Unión en el primer semestre de 2007. Meses más tarde los jefes de Estado y de Gobierno de la UE ratificaron el texto en la cumbre de Lisboa, y de ahí que se conozca también como el Tratado de Lisboa.
 
El viernes el presidente francés y la canciller alemana lamentaron el "no" irlandés al Tratado, ratificado ya por 18 de los países de la UE, y expresaron la esperanza de que prosiga el proceso de ratificación en los restantes.
 
Para París y Berlín, "le corresponderá al Consejo Europeo" de la próxima semana sacar en Bruselas "las conclusiones deseables".
 
Ahora "no hay plan B. El Tratado de Lisboa era el plan B", dijo hoy el primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker, para quien ahora le toca al Gobierno irlandés mostrar cómo podría resolverse la crisis.
 
Por ahora Sarkozy no ha desvelado cómo piensa abordar lo que la canciller alemana, Angela Merkel, se niega a calificar de "crisis".
 
A quienes dicen que como presidente de turno de la UE le corresponde a Sarkozy buscar una solución, algunos replican que Francia con el "plan B" brindó una salida al fracaso del referéndum sobre la Constitución y, que por tanto, ahora Irlanda debe ingeniárselas para remediar los hechos.
 
Los analistas están divididos sobre lo que pasará ahora. Unos recuerdan que tras el doble "no" francés y holandés la UE abrió un periodo de reflexión prolongado, mientras otros vaticinan que este revés llevará a Sarkozy a precipitar las iniciativas para avanzar con proyectos concretos.
 
En Francia, los adversarios de la fallida Constitución europea y de su sucesor han acogido con satisfacción el "no" irlandés, mientras que los partidarios han mostrado su pesar, pero casi todos coinciden en que confirma el alejamiento entre la UE y sus ciudadanos.
 
Un distanciamiento que, según argumentó anoche el primer ministro francés, François Fillon, sólo puede paliarse poniendo fin al debate institucional y dando "respuestas a las preguntas casi vitales que se hacen los ciudadanos europeos".

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