Parece que algunos responsables de medios informativos han estado tentados, estos últimos días, a reducir de manera sustancial el número de sus enviados especiales en Sydney, Australia, que vienen informando a sus lectores, televidentes y radioescuchas de la marcha de los últimos Juegos del Milenio. Sencillamente, esos lectores, espectadores y radioescuchas se manifiestan contrariados, desmoralizados, defraudados y confusos porque el medallero español es insuficiente y exiguo, altamente exiguo. Y si no hay medallas, no hay interés, no hay expectación, no hay público. O sea, que es negocio ruinoso.
No sólo es una ruina el programa de ayuda al deporte, al que se han entregado muchas marcas de productos desinteresadamente durante los últimos cuatro años, también se ven defraudados esos medios informativos a quienes media docena de medallas “de segunda”, sin brillo ni apenas alicientes, no les están resultando estimulantes para obtener lectores-espectadores-oyentes. De ahí esa tentación a rebajar los equipos de enviados especiales. Salvo que ya tenían pagados los hoteles durante todas las Olimpíadas y no valía la pena incrementar el número de defraudados por invitar a su personal a hacer la maleta y regresar a España antes de lo previsto...

El negocio de Sydney
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