Ha merecido primeras páginas, cosa que no es poco en los tiempos que corren de FMI apaleado, gasóleo por las nubes, Ibarretxe en la cuerda floja, Zapatero haciendo méritos y medallero escaso en Sydney. Pero su anuncio, bien que ya ensayado en ocasiones anteriores, de que algún día, no se sabe cuándo, su televisión personal autonómica será privatizada y privada, acaso del Gran Jesús de Polanco, como dicen las malas lenguas, ha merecido atenciones extraordinarias, inusuales y tremendas.
La nacida Teleleguina será privatizada y por la fórmula “alemana” del concurso al mejor postor, anunció Gallardón; y todos quietos, a ver el acto siguiente, cuándo, dónde, con quién y para quién. Porque los malvados dicen que don Gallardón se nos repite. Ya lo dijo otra vez y no hubo nada. Y ahora, para ser realidad lo que nos anuncia a bombo y platillo, tendrá que estar de acuerdo su señor don Aznar, que debe predisponer la pertinente ley que autorice el supernegocio y la megaoperación del muy probablemente futuro candidato presidencial.
Nacida Teleleguina y esposada con Gallardón, la Tele Madrid de nuestros buenos duros dice que se quiere emancipar, pero su credibilidad acumulada aún es escasa y sólo lo creemos a medias, o en dosis de cuarto y mitad, nada más. A lo sumo, acaso, puede ser promesa electoral, de ésas que ni siquiera son para cumplir, como nos explicó aquel viejo y cínico profesor que fue malévolo alcalde.

Gallardón, segundo intento
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