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Las minucias que no lo son

En medio de los gravísimos sucesos que demasiado a menudo acontecen en este país, y de los que el atentado contra el fiscal jefe del Tribunal Superior de Andalucía, Luis Portero, es la última demostración, no conviene pasar por alto minucias, menudencias, detalles que dejan de serlo cuando las protagonizan personalidades que tienen la obligación de un comportamiento o una actitud “por encima de la media”.

Por ejemplo: cuando se estrenó en su cargo, Aznar hubo de enfrentarse a un caso de inmigrantes ilegales que se resolvió con procedimientos escasamente presentables: los sin papeles fueron drogados durante su trayecto en avión. Ahora, sin haber aprendido de las muy severas críticas de entonces, ha devuelto a Marruecos, en las bodegas de varios barcos, a medio millar de más sin papeles… En lo que algunos no dudan en calificar de deportación sin los mínimos de decoro exigible. A este paso, se quedará sin el título de defensor de los derechos humanos.

En cuanto a González, alguien le ha dicho en las últimas horas que parece mentira que el Estado le haya pagado tan larga estancia en un alojamiento oficial. Hacer la presunta gracia de que Aznar cerró la Bodeguilla para que no le metieran mano a la botella…, no se le ocurre ni a Moncho Borrajo, con perdón del excelente humorista que es Moncho…

Y como no hay dos sin tres: Una profesional de la información que ha sido “pillada in fraganti”, como presunta plagiaria de una novela, probablemente merece un cierto descanso en sus tareas de cara al público, toda vez que su mayor capital, la credibilidad, ha quedado “a los pies de los caballos”.

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