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Enrique de Diego

La nueva Eta o los cachorros del PNV

Tenemos ya una visión más clara de lo que queremos decir al afirmar que Eta utilizó la tregua para recomponerse. Significa dos cosas: 1) ascendió a la categoría de asesinos a los que estaban en la cantera de la “kale borroka”, 2) resolvió el grave problema de financiación de su hólding socio-político-mediático a través de los fondos públicos vascos. En ambas es notoria la complicidad del PNV por acción o por omisión.

El perfil de los nuevos asesinos es: miembros de Jarrai, con escasa formación “ideológica” y especialmente violentos. Se han embrutecido o acostumbrado a la violencia a través del terrorismo de la “kale borroka” merced a la impunidad provocada por la dejación de sus responsabilidades de la Ertzaintza por órdenes políticas del PNV a través de Javier Balza.

Sin esa ausencia de policía preventiva, de orden público, el proceso de formación hubiera sido más complicado o incluso no hubiera podido producirse. También ha contribuido a ello el notorio miedo con el que la Justicia en el País Vasco ha afrontado ese proceso, como puede verse en el historial de los dos psicópatas del comando Andalucía.

Tan importante como eso ha sido el traslado de la costosa financiación del entramado social de Eta a los fondos públicos. Las multimillonarias subvenciones a la AEK, a las familias de etarras (presos), a la asamblea de municipios vascos, a las innumerables siglas de carácter pseudocultural son una contribución directa en moneda legal “a la causa” terrorista, considerada común por Arzalluz. Con el dinero de las víctimas en condición de contribuyentes, la banda terrorista ha conseguido resolver un problema angustioso, disparado cuando el juez Baltasar Garzón acosó a las empresas -como la editora de Egin- a través de las cuales se canalizaba una parte sustancial de la extorsión a los empresarios. La objeción fiscal en el País Vasco sería ahora probablemente un imperativo ético.

El PNV -con implicación de su grupo parlamentario autonómico y del propio gobierno vasco- no sólo apoyó a la banda en uno de los peores momentos de su historia con pactos de unidad de acción, sino que estableció las condiciones objetivas –a cambio de los votos para la investidura- para el surgimiento de la nueva Eta.

La postura del PSOE, a la luz de la evidencia de los datos, manteniendo su estrategia en una especie de equidistancia entre el PP y el PNV, o situando a éste como clave de la solución, no sólo es kafkiana -una forma de síndrome de Estocolmo-, sino que además es errónea. Sólo puede producir los efectos perversos contrarios a las buenas intenciones -no sé cómo puede decirse que Lluch hubiera hablado con su asesino, según la estupidez de la morcilla de la periodista, cuando es notoria la trágica incomunicación de la escena- de permitir la supervivencia de Eta.

Estella/Lizarra no es un pacto teórico o retórico, sino que se plasma en la práctica en las medidas que se han descrito. Sólo cortando las fuentes de financiación de Eta -de su entramado sociopolítico- y evitando la existencia de una cantera de terroristas se le puede cortar el aire a la banda terrorista. Para eso el PNV no es la solución, ni una parte de ella, sino manifiestamente el problema. Los actuales terroristas son los chacales de Eta pero también los cachorros del PNV.

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