Se anda buscando al gran filtrador que ha dado a conocer el texto íntegro de los muchos folios del dictamen del tribunal de Defensa de la Competencia sobre la prevista o anunciada fusión de Endesa e Iberdrola. Se emplea, en esta búsqueda, la vieja pregunta de “a quién beneficia”. Ya hemos tenido ocasión de comprobar que la megafusión eléctrica tenía, de antemano, poderosos enemigos, que hubieran pagado algo, o mucho, para torpedear lo posible aquellos propósitos.
En resumidas cuentas, el Tribunal de Defensa de la Competencia nos viene a decir que la operación, globalmente vista, no le gusta nada. Pero que, decididos a hacerla, las condiciones en que procede acometerla resultan del todo inaceptables para las dos partes. En lugar de sumar fuerzas, parecen restarlas en cada uno de los capítulos: generación, distribución, comercialización y venta de activos.
Lo que queda de manifiesto es que algún individuo que ha formado parte del TDC y que filtró los datos no tenía talla suficiente para estar donde estaba. Va a jubilarse próximamente, pero más le valiera no haber estado en un ámbito de decisión de tal envergadura.
También puede quedar sobradamente de manifiesto que nos hallamos ante una fusión perfectamente política y que bien pudiera explicarse de este modo: llegó la hora en que al PNV, gobernante en Euskadi, se le dé la lección de quitarle la muy rentable sede social de una gran empresa nacional llamada Iberdrola. Esa ha podido ser la gran razón de la extraordinaria movida en marcha, tan atacada por todos los flancos.

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