Podríamos confeccionar una buena relación de satisfechos e infelices, por virtud de la frustrada operación de fusión de las dos megaeléctricas españolas. A mi derecha, cabe suponer que apreciablemente insatisfechos, están Martín Villa e Íñigo de Oriol, seguidos de una cohorte de frustrados por lo que pudo ser y quedó en futurible. Y en la columna de la izquierda, no se sabe bien con qué encabezamiento, los felices por la ruptura del proceso: banqueros vascos, gobierno de Euskadi, accionistas, inversores...
El Gobierno aparece, y así insiste en proclamarse, como neutral. Determinó las normas y se esforzó en aplicarlas, sin inclinarse por favorables o contrarios, según nos ha venido a decir don Rodrigo, que ha visto a algunos de sus amigos de toda la vida entre los felices por el traspiés del proyecto imposible.
Y el usuario, ¿qué? El usuario, ná.
Si acaso, el último y que siga esperando el mapa eléctrico y el escenario prometido, de eléctricas en abierta competencia y con suculentas ofertas para el consumidor de vatios...
Que espere otro rato, a que lleguen las compañías alemanas, francesas o americanas. O que se aficione a comprar grandes pilas contenedoras de energía de las que empiezan a fabricar en Estados Unidos, y que serán aplicables a cualquier propósito y necesidad.

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