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Con este artículo, iniciamos una serie semanal de nuestro colaborador Enrique de Diego sobre los fundamentos doctrinarios del nacionalismo vasco.

La floración de declaraciones racistas de dirigentes nacionalistas no es más que la manifestación del subconsciente colectivo originario del nacionalismo, una sublimación de los prejuicios de la especie. No sería sorprendente esa exhibición si no se hubiera perpetrado previamente un proceso de ocultación sobre los padres fundadores. Es el caso manifiesto de Sabin Arana, una mezcla en estado puro de integrismo católico y racista supino.

La fundación del PNV tiene un fundamento claro en el ultramontanismo: “Proclamo el catolicismo para mi Patria, porque su tradición, su carácter político y civil es esencialmente católico. Si no lo fuera, lo proclamaría también; pero si mi pueblo se resistiera, renegaría de mi raza; sin Dios no queremos nada”. De forma que el objetivo es que la “patria” se identifique “con los preceptos de la Religión Cristiana, los cuales obligan a los vascos como hombres y antes de ser ciudadanos”. De ahí que Sabin establezca la supremacía del poder eclesiástico “como única definidora e intérprete de estos preceptos a la Iglesia Católica y Apostólica que hoy tiene su cabeza en Roma” con consecuencias prácticas de manifiesta intolerancia: el “apoyo moral del poder civil al eclesiástico en orden a ese fin espiritual, prohibición de toda manifestación externa de culto o de propaganda contrarios al mismo, y represión de todo público acto positivo que atente contra el dogma o quebrante el orden moral”, afirmando “la subordinación de lo civil a lo religioso” porque “la ley bizkaina debe supeditarse en todo a las leyes religiosas y morales”.

Según Arana-Goiri tar Sabin, “para ser nacionalista bizkaino basta con ser católico y patriota”, por cuanto “mi patriotismo no se funda en motivos humanos, ni se dirige a materiales fines: mi patriotismo se fundó y cada día se funda más en mi amor a Dios, y el fin que en él persigo es el de conducir a Dios a mis hermanos de raza: a mi gran familia el pueblo vasco”. Esta voluntad de salvar almas por el camino del nacionalismo –más propia de una orden de religiosa que de un partido político por muy integrista que se pretenda— marca una prioridad religiosa: “antes que la Patria está Dios; pero en el orden práctico y del tiempo, aquí en Bizkaya para amar a Dios es necesario ser patriota, y para ser patriota es preciso amar a Dios, porque Éste se halla comprendido en el lema patrio”, Jaun-Goikua eta Lagi-Zarra (Dios y Ley Vieja).

El pensamiento de Arana-Goiri ta Sabin no abunda precisamente en disquisiciones y matices. En cualquier aspecto, adopta la postura más reaccionaria: “Id a buscar la probidad en las montañas, en los extraviados caseríos, que cuanto vías de comunicación más fáciles toméis y más os acerquéis a las poblaciones, tanto más cargada de miasmas habréis de hallar la atmósfera social”. Rechaza la industrialización y el progreso económico, y en todo abunda en el retorno al pasado: “Fuese pobre Bizkaya y no tuviese más que campos y ganados, y seríamos entonces patriotas y felices”.

Carece, además, de profundidad y rigor. No tiene ni el artificio manipulador de otros, ni un estilo literario atrayente. Siempre dogmatiza, aun en las cuestiones más chuscas, de forma que el auténtico fenómeno de este fundador es intentar saber cómo pudo influir. Quizás su secreto no está en su propuesta ultramontana de por Euzkadi hacia Dios sino en su misma radicalidad. Sus aforismos destacan siempre por la exageración: el simplismo conjugado con el prejuicio en grados superlativos. Incluso cuando adopta ínfulas cientificistas y tonos de geoestratega el resultado no pasa de la ocurrencia puritana. “Si hubiesen estudiado una miaja de Geografía política y hubiesen tenido al estudiarla una pizca de sentido común, sabrían que al norte de Marruecos hay un pueblo cuyos bailes peculiares son indecentes hasta la fetidez, y que al norte de este segundo pueblo hay otro cuyas danzas nacionales son honestas y decorosas hasta la perfección; y entonces no les chocaría que el alcalde de un pueblo euskeriano prohibiese el bailar al uso maketo, como es el hacerlo abrazado asquerosamente a la pareja, para restaurar en su lugar el baile nacional de Euskeria”.

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