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La lluvia apaga a los grillos

Estas lluvias de primavera parecían traer un presagio. Expulsaron a Karola la grillo y el dramón volvió a recorrer los corruptos rincones de la Casa de los Horrores. Eva la suave y Mari la potingues, a moco tendido, se preguntan el por qué de la marcha. A la suave se le va una aliada del mal y a la potingues una compañera. Esa es la diferencia, ya ven cómo cambian los rumbos del horror. Mari, que se había alzado en su día como la más calculadora, ha demostrado que llora sinceramente y ha regalado el título a una bruja sin par, Evita, que no piensa devolver el testigo. Esa cara de huelemierdas que pone cada vez que algo le altera (incluido su Emilín submundos y no es para menos) da miedo.

Otra lágrima en la arena...

Kayet el mudo llorón también lloró, aunque esto no es nuevo. El monito es sensible (y eso está bien en los hombres modernos) pero también es sensiblero (y eso llega a ser cargante). Últimamente le vemos muy acaramelado con Ángel telojuroporsnoopy. Se dedican los dos monitos corderitas miradas, se besan, se abrazan, se atreven con los bailes agarrados y hasta se aman en silencio, como en silencio sufren los que tienen almorranas. Mientras, la pobre Sabrina miraquesoyfina no sabe qué hacer al ver que su Ángel se escapa hacia otros mundos que no están en ella.

Lo nuestro es puro teatro

Alonso el marino sin mar y Mari la potingues se aprecian pero el nene no se decide. Y es que el sexo es muy complicado -ya ven- y al monito no le da la cabeza para procesar tantas sensaciones. Otro desencuentro lo están viviendo la suave y esa pesadilla viviente que es el submundos. Dice ella que no soporta que la agobien y que está hartita. Pues en menuda piedra ha ido a escoñarse.

El baúl de mis ropitas

Vestida a lo Spice Girl (coletitas picantes incluidas) e histérica -como si le hubieran inyectado dos litros de adrenalina adulterada- llegó la grillo al salón de la Milá. Allí estaba, aportando serenidad, Roberto deseos, este prototipo de chico para todo que sigue flipando con los dramas de sus ex compis de jaula.

Kayet se vistió de moderna, le faltaban las plumas, o no. Sabrina, de negro y oro -los nervios embellecen a esa gata sin gato-. La Milá, que ya no tiene tiempo ni ganas de ir de compras, se calzó el uniforme: pantalones negros, chaquetita salmón aguado y zapatos más planos que las mentes de Emilio y Alonso juntas.

Y qué mala es la edad cuando se gana. A Mercedes se le olvidan los nombres y lo achaca a tantos siglos cumplidos. Qué desliz, ¡Me he puesto colorada! Dice resuelta. Y una voz maléfica se filtra entre mis letras con esta prosa: Aprovecha ahora Merche que en dos supiros ya no tienes ni sangre para sonrojarte.

En Sociedad

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