Unas pocas horas después de que, con apreciable euforia, Giménez-Reyna reiterara su propósito de mantenerse en su cargo de secretario de Estado de Hacienda, llegó a los medios informativos una nota de prensa anunciando, escuetamente, que dimite de manera irrevocable por razones familiares. Ya es sabida la relación fraternal del hasta ahora alto cargo con la presidenta de Gescartera, pero también de la insistente declaración de inocencia del hermano, y del apoyo que había recibido por parte de “sus dos ministros”, Montoro y Rato.
Pues, bien, algo se ha roto en la lógica que había predominado hasta el momento. Y si cabe hacer alguna especulación, a la espera de sabuesos más conspicuos, valdría la pena recordar que Gescartera se había especializado en la gestión de dineros negros, y que muchos de sus dineros jamás llegaremos a saber de dónde procedían ni nadie reclamará su suerte, por la sencilla razón de que hacerlo sería reconocer la existencia de un dinero negro, opaco y no santo.
La cuestión que cabe sospechar, o cuando menos preguntar, es si, sencillamente, ésa ha sido la cuestión que modificó sus planteamientos iniciales –resistir, aguantar, permanecer–, hasta los definitivos: irse con carácter irrevocable y por razones familiares que todos conocen... y que tal vez “su” Agencia Tributaria averiguó con rapidez.

Giménez-Reyna, dimisión irrevocable
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