Existe la lógica curiosidad por conocer qué contará la presidenta de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, Pilar Valiente, acerca del caso de Gescartera. Los periódicos, en un sinfín de crónicas, nos han ido relatando alucinantes historias del personaje Antonio Rafael Camacho, el del Jaguar y del chalet multimillonario, y de sus “presuntos cómplices”, así como de sus sorprendentes habilidades para merecerse la confianza de un ente tan receloso y desconfiado como es el dinero. Dinero de instituciones de la defensa, de la mismísima Iglesia, de personajes del escenario...
Parece que todos acudían embobados ante la oferta de rentabilidad del tal Camacho y de su “cebo” favorito, la señora Giménez-Reyna. Una suculenta tasa de rentabilidad, y se supone que la total discrecionalidad sobre el origen y volumen de los dineros confiados, eran los eficacísimos anzuelos de la que ya empieza a ser calificada como la más espectacular estafa de mucho tiempo producida en este país de pillos y rufianes.
Camacho llegará pronto al santoral y al altar de los truhanes, en compañía de Javier de la Rosa, Luis Roldán, la ex directora del BOE y otros perillanes de camisa, corbata y chófer, que aprovechan la pequeña maldad de muchos ciudadanos –con dinero negro y oculto– para hacer con ellos la prestidigitación de hacerlo desaparecer. Siempre podrá invocar el refrán según el cual “quien roba a un ladrón, tiene cien años de perdón”...

Quien roba a un ladrón...
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