A caballo entre lo privado y lo público, entre el negocio privilegiado de los cupones pro ciegos y de la beneficencia social, la ONCE se ha visto pillada por el pillo Camacho en su negocio de Gescartera. Por las profusas informaciones que se han divulgado, parece que había relaciones muy estrechas, muy avanzadas y planes muy precisos y con visión de futuro, para una cooperación crecientemente intensa de Gescartera y ONCE, de la que probablemente no estaban informados todos cuantos debieran haber dado su consentimiento, pero sí algunos altos cargos del gobierno de la nación, que habían bendecido, o acaso impulsado, esas relaciones “singulares y privilegiadas”.
De manera que, a la hora de depurar responsabilidades, y de comprobar el efecto de los daños causados, la ONCE ha sido la primera en elaborar un detallado documento y exigir el cese fulminante de dos de sus máximos responsables, De Lorenzo y Pichel, vicepresidente y director general.
No estaría de más que los ciudadanos corrientes tuviéramos acceso a esos planes detallados y en avanzado estado de gestación que aspiraban a conseguir que ONCE y Gescartera, de la mano, y con la bendición de Giménez Reyna y acaso de Cristóbal Montoro, dieran el gran pelotazo de nuestro tiempo.
Primera afectada
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