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Julio Cirino

¿Hacia un nuevo concepto de seguridad hemisférica?

El presidente mexicano, Vicente Fox, concluyó el pasado viernes una exitosa visita a Washington DC. Un día antes habló en el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) donde, de forma sorprendente para muchos, anunció que México planea abandonar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), también conocido como Pacto de Río, firmado por todos los países del Hemisferio en 1947 y enmendado en 1975.

El tratado TIAR, un típico producto de la guerra fría, se elabora en Estados Unidos cuando la confrontación con la entonces URSS alcanzaba su máxima virulencia y en las previsiones estratégicas del Pentágono no se descartaba la posibilidad de una invasión convencional al hemisferio. Teniendo esto en cuenta, el tratado puntualiza que toda agresión extracontinental a uno de los países de la región sería considerada como un ataque contra el conjunto. En función de esta concepción estratégica, vigente en el momento, Washington alentará a los países del Hemisferio a adoptar estructuras militares que serán copia de la de Estados Unidos: con fuerzas convencionales, blindados, artillería y fuerza aérea como para librar una batalla al estilo “Normandía”. Esta concepción se mantendría viva hasta los años de la guerra de Vietnam. Con el correr de los años, la evolución de la situación estratégica y los desarrollos de los sistemas misilísticos, hacen que el tratado entre en paulatina obsolescencia. Además, la política hemisférica de Estados Unidos durante los años 70 y 80 se basará fundamentalmente en el “unilateralismo”, lo que dicho en buen romance significa que Washington no hará pasar por la OEA las determinaciones de política regional, a lo sumo se realizarán consultas bilaterales.

En 1982 se produce la confrontación argentino-británica por las islas Malvinas (denominadas Falkland por Gran Bretaña) donde una fuerza armada extracontinental es enviada al Hemisferio, circunstancia en la que se podía esperar que el TIAR fuera de aplicación. Claro que la realidad fue otra y Estados Unidos se alineó con su tradicional aliado, contribuyendo de manera substancial a su triunfo militar. El otro elemento a considerar es a finales de la década de los 80, la URSS y la teoría de la expansión de la revolución comunista mundial ya no existen, derrotadas por su propia incapacidad para adaptarse a las nuevas realidades y a los deseos de libertad de sus propios pueblos. Simultáneamente, el Hemisferio se va democratizando y deja de lado los gobiernos militares autoritarios que plagaron estas tierras por mas de 30 años.

La III Cumbre de las Américas, celebrada en Québec (Canadá) el pasado mes de abril, acordó realizar en el 2004 una Conferencia Especial de Seguridad con el propósito de reemplazar el TIAR. La obsolescencia del tratado está fuera de discusión; sin embargo, los consensos parecen llegar hasta aquí o algo más lejos: los hay para determinar la existencia de “nuevas amenazas”, que el presidente Fox mencionó en su discurso, como la pobreza, la degradación del medio ambiente, el narcotráfico y el crimen organizado entre otras. Pero en este punto también hay discrepancias, porque para muchos estas amenazas no justifican un acuerdo de tipo militar.

El anuncio de Fox abre además una serie de interrogantes mayores para los países de la región. Fox anunció su idea en el seno de la OEA, estructura cuestionada como burocrática e inoperante por no pocos de sus miembros. Luego ¿será la OEA el ámbito más apropiado para desarrollar un debate fructífero sobre la seguridad hemisférica? Replantear la seguridad del continente muy probablemente requiera antes acordar si se procurará alcanzar primero acuerdos sub-regionales para abordar problemáticas sentidas como comunes; y si es posible en forma simultánea abordar los temas globales. No será fácil lograr una definición común de las “nuevas amenazas” y sus alcances, y menos fácil aún consensuar estrategias comunes para combatirlas.

Casi en el mismo momento en que el presidente Fox planteaba esta decisión de su gobierno, aparecieron en los medios dos líneas de análisis crítico. La primera señalando que Fox está siendo utilizado como punta de lanza por Washington para imponer un nuevo acuerdo de seguridad colectiva al resto del hemisferio, tal y como lo hiciera en 1947. La otra, que México, de la mano de Fox, resolvió dejar de lado su sempiterna política de aislamiento para involucrarse activamente en la región, buscando asumir posturas de liderazgo desde una perspectiva que pretende ser independiente de los Estados Unidos, pero que en realidad solo busca valorizar la relación bilateral.

La desconfianza respecto de una intencionalidad hegemónica por parte de los Estados Unidos será muy difícil, si no imposible de disipar; en algunos casos, por una prevención ideológica a priori; en otros porque en no pocas oportunidades Estados Unidos hizo prevalecer sus perspectivas, ya sea en función de sus intereses, sea en función de su propia percepción de cómo debían hacerse las cosas.

Una conclusión provisoria. De entre todas las cuestiones comunes al hemisferio, la seguridad colectiva fue en los últimos 20 años la más postergada. No sólo porque despertaba, y despierta aún, recuerdos de confrontaciones internas y regímenes de facto, sino porque a muchos de los gobiernos civiles que llegaron a finales de los 80 este tema les resultaba, no solo espinoso, sino desconocido, técnicamente hablando. Posponer el tratamiento de este asunto no sólo no va a arreglar las cosas, sino que las empeorará, en la medida en que las amenazas reales no son abordadas. Posiblemente, un primer paso sería convocar a todos aquellos que pueden, desde los cuatro puntos cardinales, hacer un aporte a la reflexión respecto de cómo conceptuar la seguridad del hemisferio y trabajar luego desde allí. Y el camino no va a ser fácil.

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