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De quirófanos y sarcófagos

En un pasado no muy remoto, las famosas procuraban mantener en el más riguroso secreto su paso por las clínicas de los cirujanos plásticos. Los retoques de nariz, el aumento del perímetro pectoral, los estiramientos de piel o la liposucciones eran cuestiones médicas que entraban en el ámbito de la vida
privada, aunque luego los prodigiosos avances del bisturí se hiciesen visibles y generasen rumores malévolos y morbosos comentarios en la prensa rosa.

En los últimos tiempos, sin embargo, las operaciones de restauración y embellecimiento se han convertido en sí mismas en objeto de exclusiva remunerada o comparecencia ante las cámaras para algunas famosillas de medio pelo tintado. La descocada Loli Álvarez es una de ellas. Tras su sospechoso accidente de coche en la Cibeles, retransmitido en directo como si fuese el ataque a las torres gemelas, la cantante ha vuelto a ser noticia por su operación de cirugía estética. Nada más salir del quirófano, ha posado para
diversos medios con las vendas cubriéndole el rostro reconstruido.

A pesar de haber pactado la exclusiva de la presentación de su nueva imagen con la revista "Dígame", Loli Álvarez encontró una oferta mejor y se presentó el pasado miércoles en "Crónicas Marcianas", como si fuese una momia egipcia. Javier Sardá y Boris Izaguirre se encargaron de quitarle las gasas y los esparadrapos ante las cámaras para que pudiésemos comprobar su singular
parecido con Julia Roberts. Siempre tan pródiga de sí, Loli no sólo enseñó la rinoplastia, el colágeno de sus labios y el retoque del mentón. También quiso que la audiencia comprobase la solidez y consistencia de sus prótesis pectorales. Un pequeño numero de striptease perfectamente calculado para fastidiar a Máximo Pradera en el momento que iniciaba su programa.

Con razón, el presentador de "Maldita la hora" afirma que sus competidores ofrecen erotismo de motel de carretera. En el caso de Loli Álvarez, su exhibición recordó más bien a esas modestas comedias de terror erótico de los años setenta en las que las amenazadoras momias se despojaban del papel higiénico para convertirse en señoras estupendas. Gracias a Sardá, estamos recuperando las esencias del landismo.

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