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Alberto Míguez

Lo que Zapatero puede encontrar en Marruecos

No soy quién para responder a la pregunta tantas veces repetida en los últimos días: ¿qué se le perdió a Zapatero en Marruecos? Pero, en cambio, tal vez pueda añadir algunos elementos a la respuesta: qué puede encontrar el secretario general del PSOE en el “amable vecino del Sur”, máxime cuando su viaje se inscribe ya en el libro de los records en cuanto a oportunismo y frivolidad.

Sostiene Zapatero que viaja a Rabat con el objetivo de rectificar o arreglar las relaciones hispano-marroquíes que atraviesan un momento crítico. Sostiene también que el gobierno lo ha hecho rematadamente mal y que ahora le enmendará la plana. Tiene razón en lo primero: ni adrede el ministro de Exteriores y sus colaboradores hubieran podido hacerlo peor. En cuanto a enmendarles la plana, resulta un pelín más complicado.

El gobierno o el poder marroquí (que no son lo mismo) plantearon el actual conflicto con un objetivo taimado pero clarísimo: se trataba de “torcerle el brazo” a España para que cambiase su política hacia el Sahara. ¿Cuál es esa política? España reivindica desde finales de 1975 que la descolonización del Sahara Occidental no habrá concluido mientras no se realice un referéndum de autodeterminación bajo control de Naciones Unidas en el que participen los saharauis inscritos en el censo de 1974 o sus descendientes. Es la misma posición de la ONU desde aquellas fechas y de la comunidad internacional en su inmensa mayoría.

Marruecos ni desea ni probablemente pueda permitirse el lujo de que este referéndum se celebre y por eso ha intentado aplazarlo (con éxito evidente: han pasado 26 años desde la retirada española del territorio). Para evitar una negativa tajante, el régimen marroquí apoya la “tercera vía” propuesta por el “Plan Baker” consistente en una autonomía amplia para la excolonia pero dentro del reino. A este Plan se opone en primer lugar el Frente Polisario y su principal valedor, Argelia, así como todos los países amigos o favorables a los saharauis cuya “República” (la RASD) forma parte de la OUA (Organización de la Unidad Africana) como miembro de pleno derecho.

Para que el Plan Baker pueda ponerse en marcha se necesitaría la aprobación del Frente Polisario e indirectamente de Argelia. En las actuales circunstancias, eso es imposible. Pero necesitaría también la aprobación de Naciones Unidas, que, previamente, debería cambiar su postura al respecto. Y de la UE, que ha elaborado una “posición común” donde se refleja la postura española: el proceso no habrá concluido sin el ejercicio de autodeterminación.

El gobierno francés sugirió recientemente ante el Comité de los 24 (Descolonización) de Naciones Unidas que se apoyara el Plan Baker. España se opuso porque eso significaba ni más ni menos que renunciar a la postura asumida desde 1975: una contradicción demasiado flagrante que, por otra parte, la mayoría de las fuerzas política españolas rechazaría.

Recientemente, estas fuerzas han aprobado una resolución (el PP se abstuvo) en la que se insta al gobierno español que reitere a Naciones Unidas la necesidad de concluir el proceso de descolonización mediante el tantas veces citado referéndum. ¿Y quien promovió esta resolución en el Congreso? Pues ni más ni menos que el Partido socialista del señor Zapatero e IU.

Lo primero que los marroquíes preguntarán a Zapatero cuando inicie su gira acompañado por Manuel Chaves de escudero es qué opina del Plan Baker y si es partidario de celebrar cuanto antes el referéndum de autodeterminación, tal y como dictó la ONU hace años. O si le parece coherente un plazo de cinco años de prueba, como propone el Plan, sin que lo acepten los saharauis del Frente Polisario.

Será interesante saber qué responde a la cuestión. Pero deberá hacerlo con mucho tino porque da la casualidad de que su partido es mayoritariamente favorable a las tesis del Frente Polisario (que rechaza tajantemente el Plan en cuestión) y lo demuestra todos los días apoyando las Asociaciones de Amistad con el Sahara, promoviendo intercambios y ayudas al Frente, enviando delegaciones regionales, autonómicas o municipales a los campos de Tinduf, etc. ¿Dirá, por ejemplo, que el Plan Baker es factible como declaró hace días el volátil Piqué, una botella al mar para gozo del régimen marroquí? ¿O reiterará que deben cumplirse las resoluciones de la ONU y dejar de marear la perdiz?

Conviene no olvidar que el pretexto utilizado por los marroquíes para retirar a su embajador de Madrid fue precisamente un grotesco “referéndum” organizado por el Parlamento Andaluz sobre el futuro del Sahara (controlado y presidido por el partido socialista, conviene no olvidarlo) por el que el propio Chaves pidió perdón. ¿Volverá a pedir Zapatero perdón en Rabat por aquella necedad?

Al regreso de su viaje tendrá tiempo Zapatero para calibrar hasta qué punto la gira marroquí habrá sido aprovechada por sus anfitriones y tal vez –eso es menos probable– hasta qué punto este tipo de iniciativas dificultan el consenso en política exterior y la gestión de una diplomacia unívoca, algo que constitucionalmente corresponde esencialmente al gobierno y no a la oposición.

Será entonces el momento de saber qué pagó a cambio de este polémico viaje. Porque gratis, lo que se dice gratis, en política exterior no hay nada. Tal vez en bisoño dirigente socialista aprenda eso al sur de Gibraltar.


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