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Enrique de Diego

El integrismo es la tolerancia, según ATIME

Nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que lo mira... la Asociación de Trabajadores Marroquíes. Habla y opina de todo, menos de trabajo y condiciones laborales. Su representante, parece un ulema. Grupo presuntamente integrista. Presunto pedúnculo de la Embajada marroquí.

Llevar el hijab es ni más ni menos que un ejercicio de libertad personal. Con lo que el burka, en analogía es lo mismo en diferente grado, con más metros de tela, debe ser considerado como derecho a la diferencia, tradición cultural y muestra de libertad personal. Estos editorialistas, que ahora abundan, opinando un día lo contrario que el anterior, han llegado a establecer el paradigma de que son las monjas concepcionistas las que deben ser perseguidas sin miramientos por intolerantes. Los que se proclaman fundamentalistas laicos lo son sólo cuando se refiere al catolicismo. Que las niñas no hagan gimnasia es, por supuesto, una muestra de modernidad y un rechazo del culto al cuerpo. Disidencia, pura y dura.

ATIME para no perder comba no ha dejado correr el caso de la niña almeriense que iba a ser “vendida” en matrimonio. Nos explican que se trata de una simple dote. Como si tuviéramos que ser ilustrados sobre supuestas excepciones culturales y esotéricas costumbres, que fueron moneda común por estos lares hace cinco siglos. El matrimonio convenido entre las familias es un error ya superado, que, por supuesto, resulta lesivo para las mujeres. Pero lo asombroso es lo sumisas que son nuestras progres a sus varones: las diputadas y senadoras socialistas, tan aguerridas en otras materias, aquí han callado. ¡Y no digamos las de IU!

De fondo hay una cuestión muy seria: poner a la inmigración, especialmente la musulmana, bajo dirigentes integristas, situarla como comunidad –algo impropio en una democracia– y tenerla sometida como grupo marginal, imponiéndole un apartheid presentado como proceso voluntario. Es una apuesta por el conflicto, que frustrará expectativas, pues se emigra para mejorar, pero puede permitir un mercado paternalista de asociaciones subvencionadas en nombre de la “integración”, cuando se trata precisamente de impedirla. Nada tan curioso como que los integristas católicos de ayer son los progres de hoy, promoviendo ese apartheid voluntario.

Quizás, y ese puede ser el objetivo de ATIME, se busca que la inmigración sea un lobby fragmentador en beneficio de países extranjeros, y no la punta de lanza, mediante el mestizaje y el intercambio de ideas, de la reforma de fórmulas ineficientes, intransigentes y periclitadas en las naciones de origen. Por ejemplo, en Marruecos.

No, el integrismo no es la tolerancia, aunque se vista de seda políticamente correcta.


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