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Estella sale del congelador

El 12 de Julio, aniversario por cierto del vil asesinato de Miguel Ángel Blanco, marcará sin duda un hito en la historia del Parlamento Vasco. Ese día los nacionalistas, cada vez menos democráticos, aprobarán con el concurso de Batasuna un dictamen cuyo objetivo final no es otro que el de la independencia. Con este acuerdo, los nacionalistas hacen tabla rasa de veintitrés años de autogobierno que, de la mano del Estatuto de Gernika, han permitido a esta Comunidad alcanzar un nivel de autonomía jamás conocido en la historia que ahora manipulan burdamente para justificar sus desvaríos.

Recuerdo haber leído, tras la ruptura de la tregua a comienzos del año 2000, declaraciones de un conspicuo nacionalista afirmando que el pacto de Estella seguía siendo un método válido para “resolver el conflicto”, sólo que la irrupción de ETA lo colocaba en el congelador. Parece que, pese a estar igual o peor que hace dos años, los cocineros de aquel plato han creído oportuno meterlo al microondas y servirlo de nuevo a la sociedad vasca. Pero no cuela, ahora todavía les ha salido con peor gusto. Si en el 98 disimularon su mal sabor aderezándolo con una tregua, ahora nos lo sirven “al aroma de amosal” y claro, así no hay quien se lo coma, o mejor dicho así solo es digerible para aquellos a los que nunca les ha tocado ese sabor y todavía no se han cansado, pero para los que llevamos tantos años repitiendo ese rancho, se nos hace incomestible.

Pero como dijo Arzallus hace unas semanas, ha llegado el momento de moverse por la independencia y no es cuestión de andarse con zarandajas. Si hay que entenderse con Batasuna pues se entiende uno y ya está. Da igual que algunos queden en evidencia, porque ya nos dirá Ibarretxe, que tanto interpela a Batasuna después de cada atentado etarra y que tantas veces ha repetido aquello de “no utilizar los votos de Batasuna ni para gobernar ni para hacer oposición”, cómo se explica el acuerdo con aquellos, sin faltar a su palabra. Con este acuerdo, Ibarretxe no sólo desafía al conjunto de la sociedad española sino que fundamentalmente traslada la fractura y la confrontación al seno de la sociedad vasca. Una sociedad vasca que no anhela la independencia, una sociedad que, en todo caso, divide por mitad a los partidarios de la autodeterminación de aquellos que nos encontramos a gusto con la autonomía dentro de la nación española.

Pero el pecado de Ibarretxe va más lejos aún. Su alianza con Batasuna se produce cuando los representantes de esa mitad no nacionalista ven aún su libertad recortada y su vida amenazada. Se produce cuando ni tan siquiera han pactado una nueva tregua de la banda terrorista. Se produce en definitiva cuando el nacionalismo decide resolver su particular encrucijada optando por claudicar a las demandas de ETA reeditando el pacto de Estella.

Así, mientras otros hemos dado y lo seguiremos haciendo, la batalla por la democracia, otros, sin hacerse siquiera un rasguño en esa pelea eligen la opción más cómoda. Y es que, en realidad, qué fácil es rendirse ante quien ejerce la violencia cuando los objetivos de quienes la practican coinciden con los propios. Poco importa que con ello se traicione a las víctimas del terrorismo y se deje, una vez más, a los no nacionalistas a los pies de los caballos.

Dudo mucho que el Lehendakari y su partido se hayan parado a pensar el coste que este capricho suyo va a tener para la sociedad vasca. Quiero creer que si lo hubieran hecho no estaríamos debatiendo sobre esta cuestión. Este órdago sirve para cualquier cosa menos para traer la paz y el sosiego a esta sociedad nuestra tan maltratada. Pero es que incluso planteándolo desde un punto de vista, no ya moral, sino puramente económico, en ese ámbito tras el que el Lehendakari acostumbra a maquillar nuestro drama ¿Creen acaso los nacionalistas que plantear la autodeterminación de la mano de ETA va a hacer más atractiva nuestra industria en el resto de España o en Europa?

Quiero terminar diciendo que los demócratas de verdad, no los de boquilla, tenemos la obligación de responder a esta última provocación con inteligencia y cabeza fría. Quienes hoy apuestan por la ruptura deben saber que, desde la serenidad pero desde la más absoluta firmeza, el Estado de Derecho sabrá responder al desafío. Allá los nacionalistas con sus hipotecas y con sus plazos, la democracia española no es deudora de ETA. Si algo deseamos los vascos y todos los españoles es preservar nuestras libertades y perfeccionar cada día nuestro Estado de Derecho. El único obstáculo para conseguirlo es, precisamente, la persistencia de una banda terrorista y su siniestra capacidad para dominar algunas voluntades.

Carlos Mª de Urquijo Valdivielso es Parlamentario del Grupo Popular Vasco y concejal en Llodio

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