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Federico Jiménez Losantos

La revolución "finde" o Garzón camino de "Maná"

La noticia más importante de las movilizaciones "pacifistas" que la izquierda instalada ha protagonizado este último fin de semana en Madrid es insólita pero no sorprendente: Baltasar Garzón puede convertirse en letrista del conjunto "Maná". Ayer, el juez de la Audiencia Nacional que tan briosamente conduce la lucha contra la izquierda antisistema, es decir, la ETA y sus cómplices, anunció junto a El Gran Wyoming, Ana Belén y otros millonarios del espectáculo progre que "la revolución de la paz" había comenzado. Un suceso que, según dijo con toda la severidad que le permite su aflautada voz , "nadie podrá callar". Es una pena que entonces no sonara "Revolución de amor", el penúltimo éxito del formidable grupo mexicano, perito en mezclar las churras con las merinas, la efusión erótica y la efusión de sangre, siempre con gran éxito de público.

Tampoco nadie había intentado sofocar tan inesperada revolución, pese a los muchos aspavientos victimistas de estos artistas tan "debeldes". La única condición puesta por el Ayuntamiento de Álvarez del Manzano a los organizadores del evento fue que colocaran el escenario enfrente y no debajo de la Puerta de Alcalá. Un detalle del alcalde saliente, porque de otro modo el evento podía tomarse como la continuación del anuncio que Ana Belén ha protagonizado para Ruiz Gallardón por la modesta cifra de un millón de euros, desmereciendo así su carácter revolucionario y desprendido. Tal vez esa sospecha de que Ana Belén y compañía iban a protagonizar un simple anuncio electoral de la izquierda aunque pagado por la derecha motivó el fracaso estrepitoso de la convocatoria: apenas quince mil personas en un domingo soleado de primavera. Los convocantes del acto elevaron la cifra de revolucionarios físicamente adheridos al festival ¡nada menos que a medio millón! Como tantos acostumbrados a pastar en el Presupuesto, deben de confundir ya al público con el caché. En euros, naturalmente.

Lo único claro del acto fue pedir el voto contra el PP. El resto fue de una oscuridad tenebrosa en cuanto al discurso político, que trató esencialmente de deslegitimar al Gobierno democráticamente elegido por los españoles y legítimamente presidido por Aznar. Menos oscuro aunque no menos siniestro fue el alarde de violencia oral, escrita y hasta pintada con que agredieron a los que respaldan la actuación de la inmensa mayoría de países democráticos del planeta contra uno de los dictadores más infames de las últimas décadas. Flameaban banderas de Irak mientras se llamaba asesinos a los norteamericanos y, de paso, a los españoles demócratas y liberales que están con ellos y no con estos nostálgicos del GULAG, a los que no se veía tan contentos desde la campaña soviética contra los "Pershing 2" y la "OTAN, de entrada, no". Los adinerados revolucionarios, de Millás a Almudena Grandes pasando por Garzón, mostraban la inevitable identificación con el grupo Prisa que caracteriza a la especie. Todos son de lo más plus. Y la "revolución de la paz", gran hallazgo intelectual del juez que un día escoltó electoralmente a Míster X y hoy se muere por mandar a la cárcel a Aznar, debe haber emocionado mucho a Polanco y Cebrián, que al cabo empezaron a hacerse ricos y poderosos con la "democracia orgánica" de Franco.

Este pacifismo de violentos falsarios, este sesentayochismo de la tercera edad que obscenamente se exhibe ante la opinión pública no merecería atención si no disfrutara de un apabullante eco mediático (especialmente en las televisiones llamadas públicas), si no fuera por el odio que instila en los más jóvenes y por la manipulación totalitaria a que somete las razones de esta guerra Pero estos revolucionarios "finde", que sólo se echan al monte sábados y domingos y siempre que no haya puente, se permiten insultar a los soldados que estos días están muriendo en Irak precisamente para proteger el sistema occidental que permite a tipos sin escrúpulos escupir sobre sus tumbas. Y eso sí que produce un asco insuperable.

En España

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