Adelantándose en un mes a la aprobación formal en Consejo de Gobierno, Ibarretxe ha desgranado este viernes el articulado de su nuevo proyecto político. Un proyecto que lejos de ser un nuevo Estatuto se convierte en una suerte de Constitución vasca para la Euskal Herría nacionalista del siglo veintiuno. La presencia reservada a España en el Plan es, para ser benévolo, residual, asumiendo la nueva Euskadi los tres poderes que determinan tradicionalmente la existencia de un Estado. Por tanto cuando Ibarretxe habla de un nuevo Estatuto dentro del Estado y califica su Plan como proyecto de convivencia amable no hace sino faltar a la verdad.
El debate que se nos presenta por delante es un debate tramposo y antidemocrático. Tramposo porque el Lehendakari sabe perfectamente que quienes nos vemos concernidos por el mismo no disponemos de igualdad de condiciones para defender nuestras posiciones. El Lehendakari se convierte pues en un ventajista que se aprovecha además de la presencia de una banda terrorista que impide a la parte que se opone a su Plan defenderlo sin jugarse por ello la vida. Asimismo, el debate es también plenamente antidemocrático. No respeta las reglas de juego. El Lehendakari respeta los mecanismos de reforma en tanto en cuanto le den la razón, si no se la dan, si no obtiene la mayoría necesaria en el Congreso de los Diputados para su proyecto de reforma estatutaria, seremos los vascos quienes decidamos en referéndum. Esa apelación al pueblo obviando los mecanismos establecidos en la Ley para proceder a su reforma, recuerda mucho al comportamiento de ciertos líderes de regímenes totalitarios.
Queda por último el señuelo del proyecto de convivencia amable con España. ¿Qué proyecto de convivencia es posible con el resto de España cuando el Plan excluye de partida a seiscientos mil vascos que no somos nacionalistas? Estamos ante una mera operación de marketing para personas ingenuas o despistadas. El Plan Ibarretxe es cualquier cosa menos convivencia y, desde luego, si la hubiere no sería amable.
Para terminar debo decir que me ha preocupado el tono de la intervención del Plan. Parecía un hombre poseído por un objetivo, por una idea al servicio de una misión histórica, veo una persona que se siente ungida por su pueblo con la obligación de llevarlo, cual nuevo Moisés, a la tierra prometida abriendo las aguas del cantábrico para llegar a Iparralde. Pese al oscuro horizonte que se nos presenta espero que, finalmente, con la ayuda de toda España, la cordura y el sentido común se impongan y estos augurios de hoy no dejen de ser un mal recuerdo.

Ibarretxe presenta la Constitución vasca
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