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Juan Carlos Girauta

Últimos coletazos del golpismo callejero

Josep Figueres, de Vilafranca del Penedès, logró una corta y triste celebridad al exhibir una papeleta del PSOE ante las cámaras de televisión mientras prestaba servicios de voluntario en Muxía, donde se había censado con fines evidentes. La verdad es que Muxía dio una buena lección a la tropa de altruistas con carné en la boca que propició tanto Informe Semanal lacrimógeno y tanto especial de Telecinco (en la urna te la hinco).
 
Figueres fue rescatado ayer de su merecido olvido por Cristina Fallaras, que le dedicó una encendida hagiografía a toda página en la última de El Mundo de Catalunya. El motivo, la inminente concesión al propagandista del PSOE del premio a la mejor iniciativa solidaria del año por parte del presidente de la Generalidad, en singular ceremonia de onanismo autorreferencial y electoralista que tuvo como marco el Palau de la Música. El lector de El Mundo quedaría perplejo al saber que Figueres, tan solidario, acabó conociendo el rechazo de los vecinos de Muxía. Algo extraño teniendo en cuenta que había ido allí a ayudarles desinteresadamente. ¿O no? Lo que ciertamente rechazaron los vecinos de Muxía, despertando la ira de la izquierda, es que los manipularan. La voz democrática de Muxía bastó para poner las cosas en su sitio y acabar con la repugnante utilización antidemocrática que las izquierdas venía haciendo de aquella catástrofe que, durante unas semanas, pareció haber sido provocada personalmente por el cesante Cascos en una diabólica partida de barquitos.
 
Pero hete aquí que los socialistas españoles, a iniciativa de Pasqual Maragall, su hombre más poderoso con mucha diferencia, han decidido apurar las últimas gotas del Prestige, a ver si suelta algún voto fuera de Galicia. Allí el limón no dio su jugo. Según denunciaron los acomodados parias de la tierra que sirvieron de punta de lanza al primer intento de golpe de estado callejero (pronto le sucedería el segundo con motivo de la guerra), las autoridades habían indemnizado con prontitud a todos los afectados. Ellos hubieran preferido que no cobraran un duro, o que lo hicieran tarde, mal y nunca, como los afectados de la colza que el PSOE también manipuló con maestría en época de UCD y que después arrojó como un kleenex.
 
El acto del Palau de la Música es una señal de que la izquierda española no renunciará a seguir agitando el espantajo del Prestige y de Irak hasta la jornada de reflexión. No aprenden.

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