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Alberto Acereda

Los intelectuales o el retorno de la estupidez

Hoy ya son masa los cerebros que por el mundo habitan. Gentes veneradas y mejor pagadas que bajo manto de cultura adquirida y unos cuantos libros o unas cuantas películas acaban gozando de la sublime etiqueta de “intelectuales”. En Europa, bajo pancarta o bajo columna aprovechan cualquier descuido o error de Washington para exhibir su genético antiamericanismo, su errada memoria histórica y su limitada estima por la verdadera libertad. Los vergonzosos abusos por parte de un grupo de soldados americanos a prisioneros iraquíes sirven de excusa para el vómito diario de muchos de estos intelectuales.
 
En España, los ataques de estos “intelectuales” pueblan los medios de comunicación. El diario La Razón, por ejemplo, publica el 6 de mayo una columna de opinión bajo el titulo “Retorno al pasado” en la que su autor, un intelectual universitario afincado en Barcelona, pontifica sobre la cultura norteamericana y acaba echando pestes contra Bush por los abusos cometidos por sus tropas en la “injusta e ilegal” Guerra de Irak. Poco le importa a este intelectual que el mismo Bush haya expresado varias veces su rechazo total contra estos actos y su seguridad de que se castigará a los culpables. Como si lloviera. El intelectual sigue a lo suyo, y así en su “retorno al pasado”, el reconvertido columnista nos recuerda por comparación las torturas de la dictadura franquista. De ellas nos asegura sin reparos que puede dar testimonio Jordi Pujol. Al final, el intelectual enmarcado anima a sus compañeros, los “intelectuales, herederos de Europa”, a alzar su voz.
 
Los hechos que se omiten son significativos: tras las alegaciones de malos tratos, el Ejército norteamericano comenzó inmediatamente, y por iniciativa propia, una investigación. El general Antonio Tabula reunió un informe con los datos de los supuestos abusos en la prisión de Abu Ghraib. Hasta ahora son ya seis los soldados que van a ser juzgados y castigados y el número puede crecer. El general a cargo de la prisión, Manis Karpinski, está ahora mismo bajo investigación. Todos deploramos estos episodios porque constituyen la violación más flagrante de los derechos humanos. Esos soldados no representan el talante de los norteamericanos ni de los ciudadanos libres a los que representan. A su vez, este escándalo pone en tela de juicio el encomiable sacrificio del resto de los soldados en Irak. Sabemos con seguridad que esos individuos corruptos serán juzgados y castigados. Pero no tenemos tan claro que tan rápida reacción hubiera sido la misma en otros países del mundo. El escándalo, por tanto, muestra la diferencia entre un sistema democrático como el que representa los Estados Unidos y otro antiliberal y opresor como el que defienden los terroristas.
 
Utilizar estos casos aislados para atacar abyectamente a Estados Unidos y a su presidente para luego realizar un retorno al pasado con alusiones al franquismo es propio del estilo de estos intelectuales reconvertidos en cronistas. Gran servicio a la libertad harían muchos de ellos en estar callados o, en todo caso, en dedicar sus esfuerzos en defender los derechos que no tienen sus conciudadanos: esos que, por ejemplo, viviendo en Barcelona sufren la abusiva imposición lingüística en Cataluña. En la de antes, gracias al torturado Jordi Pujol. En la de ahora, gracias al tripartito inquisitorial que desde la Generalitat tiene una lista negra de periodistas a los que hay que erradicar. ¿Qué tal una columna de opinión sobre ese nuevo modelo soviético en su ciudad, señor intelectual?
 

En España

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