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Juan Carlos Girauta

Ni castigo ni rehabilitación

Cuatro mil menores desfilaron el año pasado por la justicia catalana, que sólo decidió el internamiento en el diez por cien de los casos. Sorprende tan baja proporción, teniendo en cuenta los rasgos que empieza a cobrar el perfil del menor infractor, cada vez más relacionado con peligrosas bandas juveniles y con las drogas. Pero la sorpresa deja paso al estupor cuando sabemos que no superar ese diez por ciento de internamientos es, justamente, uno de los objetivos del plan de justicia juvenil de la Generalitat hasta el 2007.
 
Y dado que cada vaz hay más extranjeros entre esos menores infractores, el govern se compromete a "dar atención especializada a los jóvenes de otras culturas para facilitar su integración, ya sea a través de la mediación cultural, la lengua y una adecuada inserción formativa y laboral." Creen que enseñándole catalán al atracador violento, y morito, de la Plaza Real, o al miembro de la banda "latina" de la gorra al revés y la navaja, les alejaremos de la delincuencia. Lo que me ha recordado una reperesentación de una pieza de Joan Olivé -el poeta Pere Quart- de la que Távora se marchó indignado porque el único personaje que hablaba castellano era un delincuente. Luego, por cierto, el director de Quejío le ganaría dos pleitos a la Generalitat por prohibirle  una representación teatral.
 
Pero sigamos con la justicia rehabilitadora. El govern confía epecialmente en la mediación entre víctima e infractor, que desea potenciar en los próximos años. Cada cual es muy libre de relacionarse con quien quiera, pero si una banda de hombres de diecisiete años le roba a usted tras clavarle un cuchillo, ¿le apetecería comentar con ellos lo dura que es la vida delante de un asistente social? ¿Le gustaría que la Administración "potenciara" esa relación?
 
En el gobierno central, la directora general Gallizo, tras exasperar a Gotzone Mora con los estudios de los etarras, está "buscando fórmulas" para que las reclusas puedan convivir con sus hijos fuera de los centros penitenciarios, en un entorno "lo menos carcelario posible". ¿Por qué no en su casa?
 
La izquierda no reconoce la dimensión punitiva y sólo contempla el factor rehabilitación. Pero su modelo no funciona porque al reducir el coste del delito, se delinque más. Lo razona Gary Becker, lo sostiene Sowell y lo explica pedagógicamente Daniel Rodríguez Herrera en el último número deLa Ilustración Liberal. Aunque a lo mejor lo que sucede es que algunos no tenemos la talla moral de Gallizo ni de Batlle. Qué partido grandioso, que te da una Gallizo o un Moratinos igual que te da un Vera o un Barrionuevo. Una de cal viva y otra de arena del Sahara, así es el PSOE.

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