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Fundación Heritage

Lo mejor y lo peor del discurso sobre el estado de la nación

Bush quiere acabar con la extendida práctica de dar enormes beneficios fiscales a los que obtienen su seguro médico en el trabajo frente a la carencia de subsidios a quienes compran su seguro de forma individual.

Michael Franc

Las expectativas para este discurso sobre el estado de la nación eran bajas. Con los medios concentrados casi exclusivamente en el penúltimo revés en Irak, los republicanos en el Congreso distanciándose del nuevo enfoque presidencial para ganar esa guerra y la aprobación del público alcanzando nuevas cotas a la baja, el presidente Bush necesitaba hacer el discurso sobre el estado de la nación más persuasivo de su mandato.

Aunque ciertamente no fue su mejor momento retórico, el presidente Bush hizo de todos modos una encendida defensa de la Doctrina Bush, su receta para obtener la victoria en la guerra contra el terrorismo. Lo hizo elevando la discusión al plano más noble de la guerra a nivel mundial. Empezó recordando a los americanos algo que los medios de comunicación convenientemente pasan por alto: que algunos aspectos de la guerra contra el terrorismo han ido muy bien.

"Nuestro éxito en esta guerra", dijo Bush, "se mide a menudo por las cosas que no suceden". Y aunque nunca podamos saber con certeza la magnitud total de los ataques que hemos prevenido desde el 11-S, sí sabemos que agentes de inteligencia y funcionarios de la ley han desbaratado muchas tramas terroristas. Estas victorias incluyen una trama de Al Qaeda para estrellar un avión secuestrado contra el edificio más alto de la Costa Oeste, una célula terrorista surasiática que estaba entrenando operativos para ejecutar ataques dentro de Estados Unidos y, el pasado mes de agosto, una trama en Londres para volar aviones de pasajeros camino a Estados Unidos sobre el Océano Atlántico.

Aunque no lo dijo directamente y a pesar de que se valore negativamente su conducción de la guerra en Irak, el presidente quiere que el pueblo norteamericano reconozca algo más: no es casual que hayan pasado cinco años sin ningún atentado terrorista más en suelo americano.

Bush también merece que se le reconozca el haber profundizado en la verdadera naturaleza y objetivos de nuestro enemigo. Al Qaeda pone en entredicho prácticamente cada principio de civilización –llegando a prometer "un paraíso por el asesinato de inocentes"– para implementar su ideología suicida. Matando y aterrorizando americanos, su objetivo es "forzar a nuestro país a retirarse del mundo y abandonar la causa de la libertad". Con un Estados Unidos en retirada, los líderes de al Qaeda se encontrarían libres para "difundir su ideología totalitaria".

El momento culminante de su discurso llegó cuando Bush reiteró lo que ha venido a conocerse como la "Doctrina Bush" y por qué cree que su éxito es esencial para la seguridad americana:

Esta guerra es más que un conflicto; es una lucha ideológica decisiva, y la seguridad de nuestra nación está en juego. Para prevalecer debemos acabar con las condiciones que inspiran un odio ciego y llevaron a 19 hombres a abordar aviones y venir a matarnos. Lo que todos los terroristas temen es la libertad humana, sociedades donde hombres y mujeres toman sus propias decisiones, son fieles a su conciencia y viven inspirados por sus esperanzas y no por sus resentimientos. Las personas libres no se inclinan por ideologías violentas y llenas de odio, y la mayoría de la gente escoge una mejor opción si se le da la oportunidad. Nuestros intereses de seguridad se benefician cuando ayudamos a los moderados y reformistas, y a voces valientes a favor la democracia.

Anticipando los duros debates venideros en el Congreso, Bush encaró a sus críticos y definió lo que nos jugamos en ese debate en términos de seguridad para Estados Unidos. " La gran pregunta de nuestra época es si Estados Unidos ayudará a los hombres y mujeres del Oriente Medio a construir sociedades libres y gozar de los derechos intrínsecos de toda la humanidad. Y yo les digo que, por nuestra propia seguridad, lo debemos hacer", concluyó.

Hubo dos iniciativas domésticas que sobresalieron en el discurso de anoche, una que los conservadores valorarán positivamente y otra que inspirará una negativa casi unánime.

Primero, Bush quiere acabar con la extendida práctica de dar enormes beneficios fiscales a los que obtienen su seguro médico en el trabajo –un subsidio que se estima que excede los 206.000 millones de dólares en 2006, 1.5 veces más grande que el valor de las deducciones hipotecarias– frente a la carencia de subsidios a quienes compran su seguro de forma individual. Propone igualar el terreno con la creación de una deducción estándar por la compra de seguro médico que sea de 7.500 dólares por persona o 15.000 dólares por familia. Los trabajadores sin seguro médico podrían comprarlos y deducir el coste hasta los límites del impuesto a la renta federal y estatal así como de las retenciones salariales. Los trabajadores con cobertura médica que pagan las empresas y que exceden estos límites tendrían que escoger entre pagar impuestos a partir de la suma excedente o pedir a sus jefes que reduzcan el coste del plan o traspasen la diferencia como un aumento de sueldo.

Aunque el 80% de los trabajadores salen ganando con esta propuesta (el coste del seguro médico familiar promedia los 11.000 dólares), los progres que creen que la propiedad individual del seguro médico condena las perspectivas de un sistema sanitario gestionado por el Gobierno atacaron rápida y furibundamente. "Bajo la apariencia de reducción de impuestos, el presidente busca una política diseñada para destruir el sistema gracias al cual 160 millones de personas reciben seguro médico a través de sus centros de trabajo", dijo Pete Stark, demócrata y nuevo presidente del subcomité de Medios y Arbitrios de Salud de la Cámara de Representantes. El senador Ted Kennedy, demócrata, también recriminaba al presidente por su plan: "Me preocupa que obligar a pagar impuestos por beneficios sanitarios socave la buena cobertura de muchos norteamericanos ya tienen". Irónicamente, en su crítica, dos de los izquierdistas más conocidos del Congreso salieron a defender una de las cláusulas más regresivas del sistema tributario.

Entre los conservadores, el plan del Presidente fue bien recibido, ganándose los elogios de conservadores expertos en temas de salud y fiscales. Los editores del National Review sintetizaron esta sinergia –la iniciativa más exitosa de "fusionismo" conservador en mucho tiempo– sucintamente: "Si es llevado a la práctica, sería la reforma del mercado libre sanitario más audaz jamás vista y el mayor paso dado hacia una reforma fiscal en años".

Aunque las perspectivas de que este plan sea aprobado puedan parecer escasas dada la nueva situación del Congreso, los demócratas han prometido aprobar medidas para reducir las filas de los que no tienen seguro. Cuando esto evolucione, el plan del presidente o uno similar redactado por el senador republicano Mel Martinez podría surgir como alternativa viable.

La otra nueva iniciativa presidencial–otorgar mayores subsidios a las fuentes alternativas de energía para lograr independencia energética– fue recibida de forma más negativa en círculos conservadores.

Los propuestas del Presidente se basan en una premisa creíble: la dependencia norteamericana del petróleo extranjero plantea preguntas fundamentales sobre seguridad nacional. "Y esta dependencia hace que seamos más vulnerables a regímenes hostiles y a terroristas, quienes podrían causar grandes trastornos en los envíos de petróleo, aumentar el precio del petróleo, y perjudicar seriamente a nuestra economía". En efecto, "es de vital interés para nosotros diversificar el suministro energético de Estados Unidos" y la forma de asegurarnos ese interés vital, insistió el presidente, es diversificar a través de la tecnología: "Estados Unidos está a punto de acceder a tecnología que nos permitirá vivir sin ser tan dependientes del petróleo".

Aunque el presidente mencionó de paso la necesidad de construir más plantas nucleares y "la producción interna de petróleo de formas responsables hacia el medio ambiente", se guardó su verdadero entusiasmo para las formas alterativas de energía como el carbón limpio, energía solar y eólica, vehículos eléctricos e híbridos, biodiesel y etanol; éste último derivado, según dijo, "de cosas como astillas de madera, hierbas y desechos agrícolas".

Específicamente, propuso quintuplicar el objetivo actual de combustibles renovables y alternativos para 2017 a 35.000 millones de galones. El Presidente también "reformará y modernizará" (no por mandato, según sus palabras) los estándares de ahorro de combustible para coches con el objetivo de ahorrar así hasta 8.500 millones de galones de gasolina para el año 2017.

Es difícil imaginarse a cualquier experto en energía favorable al libre mercado adoptando este plan. Pero ni siquiera hace falta que sea alguien parcial. Por ejemplo, podría haber propuesto un quid pro quo a los productores de etanol y cultivadores de maíz, pidiéndoles que abandonen su deducción de 51 centavos de dólar y otros alicientes fiscales para el etanol a cambio de extender el mandato. Para estimular la competencia y protegerse contra posibles desabastecimientos, Estados Unidos tiene que acabar con el arancel de 54 centavos de dólar por galón y el arancel del 2.5% a la mayor parte de las importaciones de etanol extranjero. Y Estados Unidos tendrá que acabar con todos los subsidios al maíz que supusieron 9.400 millones de dólares en 2005.

¿Funcionará la táctica de los combustibles alternativos? Estudios recientes sugieren que no. Según David Pimentel, de la Universidad de Cornell, y Tad Patzek, de la de California-Berkeley, el proceso de fabricar etanol proveniente de maíz requiere 29% más energía fósil que la que contiene el etanol en sí. El etanol, segun descubrieron, contiene alrededor de 76.000 unidades BTU por galón. Pero producir ese etanol de maíz requiere unos 98.000 BTUs. En contraste, un galón de gasolina contiene unos 116.000 BTUs. Producir un galón de gasolina –incluyendo la perforación del pozo, el transporte y refinado – sólo requiere 22.000 BTUs.

Como escribió Matthew Wald en el último número del Scientific American, debido a la ausencia de grandes mejoras en el procesamiento industral, "el etanol seguirá siendo un producto engorroso con poco beneficio neto, y el país seguirá siendo dependiente del petróleo extranjero". Éste es el posible resultado de esta deficiente propuesta.

©2007 The Heritage Foundation

* Traducido por Miryam Lindberg

Mike Franc is vicepresidente de Relaciones Gubernamentales en la Fundación Heritage.

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