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Juan Carlos Girauta

Otras rosas socialistas

Rosa Díez no podía respirar en semejante vertedero, y no concibo intenciones ocultas en quien ha dedicado todas sus energías a denunciar la indignidad de los atajos "antiterroristas", que, por ser atajos, siempre acaban perdiendo el prefijo.

Claveles y puños aparte, los socialistas también cultivan rosas. Algunas tan espinosas como la Regás, riega que regarás. La izquierda ha regado generosamente, para su desgracia y para la de Ptolomeo, ese tipo de flores carnívoras porque desde que llegó Rodríguez y mandó a parar, ser de izquierdas no quiere decir nada. Apenas un furor sectario y una defensa del prejuicio y la prebenda a coces y mordiscos. Otras flores, como Rosa Díez, se agostan en el rosal de la nada.

Se ha marchado del PSOE pero no de la izquierda, y carece de sentido criticarla por lo segundo; el ropaje sectario le cae mejor a ellos, no vayamos a olvidarlo. Justamente por ser progre, el partido que impulsa Savater marcará distancias insalvables con el PP en asuntos con un común denominador: el alcance del papel del Estado. En la educación, en la economía, en la cultura, en lo que sea.

Y va a coincidir con el PP en aquello sin lo cual una nación está condenada a desaparecer: su propia conciencia, plasmada en una unidad soberana y en una comunidad de individuos, elementos que sólo un nacionalista periférico puede denunciar como "nacionalismo español", pues apuntan en sentido contrario al nacionalismo: libertad individual frente a derechos colectivos, razón ilustrada frente a irracionalidad romántica, igualdad ante la ley frente a privilegios (leyes privadas, como el reciente y ruidoso estatuto catalán).

Ojalá más partidos coincidieran en estas coordenadas, que son superiores y anteriores a perfiles ideológicos como conservadurismo, liberalismo o socialdemocracia. Fascistas y comunistas no entran en el cuadro. Ni en ningún sitio, por otra parte. Tampoco entran, por definición, los nacionalistas, madre de un problema cuya solícita niñera es un PSOE que ha perdido lo único digno que le quedaba: la defensa de la unidad de España.

De esa pérdida calculada vienen estos lodos, de su abrazo obsceno al separatismo filoterrorista y del guiño más obsceno aún al simple terrorismo. Rosa Díez no podía respirar en semejante vertedero, y no concibo intenciones ocultas en quien ha dedicado todas sus energías a denunciar la indignidad de los atajos "antiterroristas", que, por ser atajos, siempre acaban perdiendo el prefijo.

No creo que con esto el PP tenga nada que temer, y sí mucho que celebrar. Principalmente, que se acabó la estupidez de identificar España con derecha. Y que mientras Blanco magnifica anecdóticas fisuras en el PP, a la izquierda le nace la Tercera Vía. O sea, que el PSOE se está cayendo a pedazos.

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