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Cristina Losada

Agarimo por la dictadura cubana

Se trataba de conmemorar el centenario de la primera interpretación del Himno gallego en un teatro de La Habana, ocasión "identitaria" que a todas luces eclipsa cualquier vulneración de los derechos humanos y cívicos que pueda perpetrarse.

La robolución de Fidel Castro encarceló, fusiló, obligó al exilio y, naturalmente, desposeyó a miles de gallegos, pero nada de eso ha sido óbice para que los presidentes de la autonomía gallega acudan cada tanto a La Habana a rendir pleitesía a quienes sojuzgan al pueblo cubano. Ya en tiempos del general ferrolano se creó ese vínculo especial, que entonces uniría a dos dictaduras. Con la instauración de la democracia en España, la presencia de descendientes de gallegos en la isla y el origen gallego de los Castro serviría para justificar una relación privilegiada entre la Xunta y el régimen policial y totalitario. Fraga cultivó la amistad y acudió allí dos veces, la última en 1998. Nueve años después, Touriño acaba de realizar una visita oficial en la que ni siquiera ha sido capaz de mentar la democracia ni los derechos humanos, no fueran a incomodarse sus anfitriones.

Todo lo que osó decir ante los prebostes comunistas fue que "Cuba está viviendo días históricos que deben servir para ampliar los espacios de bienestar de los ciudadanos y de los pueblos respectivos". Y, por si se hubiera excedido, apostilló que tenía todo el respeto del mundo por la "autonomía plena" del régimen para "encontrar su camino". ¡Bravo por el valiente demócrata! Desde luego, no se ha apartado un milímetro de la sintonía de complicidad que mantiene con el castrismo el Gobierno de Rodríguez Zapatero, que ha promovido el levantamiento de las leves sanciones de la UE y ha maltratado a los disidentes a través de su hombre en La Habana, el embajador Carlos Alonso Zaldívar, otro ex del PCE, como Touriño, que muestra también un gran respeto por una dictadura cuyos aparatos represivos, y otros, se moldearon a imagen y semejanza de los soviéticos.

Mientras el presidente autonómico se solazaba en la hermandad gallego-cubana, de la que forman parte siete mil y pico descendientes con derecho a voto aquí, una organización de la disidencia denunciaba una "campaña de represión política preventiva" para impedir protestas pacíficas en el Día de los Derechos Humanos, este lunes. Se estaban practicando ya detenciones, pero imbuido de reverencial respeto, Touriño siguió con su celebración como si nada. Y es que se trataba de conmemorar el centenario de la primera interpretación del Himno gallego en un teatro de La Habana, ocasión "identitaria" que a todas luces eclipsa cualquier vulneración de los derechos humanos y cívicos que pueda perpetrarse. Así, las autoridades gallegas y cubanas pudieron festejar sus "lazos de sangre" escuchando el himno al que puso letra el celebrado bardo galleguista Eduardo Pondal, también autor, por cierto, de un soneto en honor del general Valeriano Weyler, encargado de someter la insurrección cubana por la independencia. Ironías de la historia.

Como esta respetuosa legitimación de la dictadura cubana constituye toda una prioridad de la "política exterior" del Gobierno gallego, Galicia será la invitada de la próxima Feria Internacional del Libro de La Habana. Un evento que tendrá lugar en la Fortaleza de La Cabaña, que fue cuartel general del Che Guevara y escenario de sus proezas sanguinarias. Ni una alusión habrá, y a la vista del cortejo que se prepara, si la hay, será de encomio. En su fascinación por el castrismo y en su desprecio por sus víctimas y por la libertad de los cubanos, los dirigentes socialistas españoles son hoy la llamativa excepción en la izquierda europea homóloga y el triste recordatorio de la miseria moral de los "compañeros de viaje" del comunismo.

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