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Fundación Heritage

La guerra sale cara, pero la derrota cuesta más

La guerra ha permitido que miles de terroristas se reúnan con su Divino Hacedor. Según los cálculos del Pentágono hechos el año pasado, se han eliminado a 19.000 militantes enemigos desde 2003.

Edwin J. Feulner

Una cosa es ponerle precio a algo y otra muy distinta calcular su coste.

Por ejemplo, tome en consideración la educación en Estados Unidos. Cada año, los contribuyentes pagan 14.400 dólares por cada alumno que pertenece al sistema escolar de Washington D.C.. Eso es mucho si consideramos que los niños de cuarto y octavo curso terminaron a la cola de todos los escolares de la nación en la última Evaluación Nacional de Progreso Educativo 2007.

Esos números en bruto no incluyen los costes ocultos, especialmente las vidas arruinadas de esos niños que reciben una educación de mala calidad o simplemente abandonan los estudios. Sin embargo, pocos son los que intentan siquiera cuantificar el coste total del fracaso educativo de nuestra nación. La mayoría de los políticos y activistas de la educación se contentan simplemente con pedir más dinero, incluso aunque eso signifique seguir tirándolo a la basura.

Como raro contraste, hay muchos muy ansiosos de que se detalle el coste de nuestra supuestamente fracasada operación militar en Irak.

El penúltimo intento es el del catedrático Joseph Stiglitz de la Universidad de Columbia y Premio Nobel de Economía. Le acompaña en la exigencia Linda Bilmes, de la Universidad de Harvard. El nuevo libro que ambos han publicado dice que la guerra costará por lo menos 3 billones de dólares. Si incluimos el coste de la guerra en Afganistán, según ellos, el total podría acercarse a los 5 billones de dólares.

Bueno, generalmente no tiene sentido discutir de cifras con un economista. Pero me viene a la cabeza ese viejo chiste que dice que si un economista se viera atrapado en un pozo, "asumiría" que tiene una escalera para salir. Por tanto, deberíamos centrarnos en los supuestos que hace un economista.

Para llegar a sus cifras, Stiglitz y Bilmes presuponen que "los gastos en la guerra de Irak no conllevan beneficio alguno para Estados Unidos". Eso simplemente no es verdad.

Para empezar, la guerra ha permitido que miles de terroristas se reúnan con su Divino Hacedor. Según los cálculos del Pentágono hechos el año pasado, se han eliminado a 19.000 militantes enemigos desde 2003. Sin duda ese número ha aumentado desde entonces. Unos 25.000 más están bajo custodia militar. Ésa es una cifra respetable de individuos peligrosos que ya no están en circulación para atacarnos.

Nuestra intervención militar también ha permitido que los iraquíes experimenten lo que es la libertad, algo que se les negó sistemáticamente durante las décadas en que Sadam Hussein gobernó ese país.

Irak es el primer país de Oriente Próximo con una constitución redactada por sus ciudadanos. Puede que el Gobierno de Irak sea imperfecto, pero al menos tiene legitimidad democrática, a diferencia de vecinos suyos como Irán, Arabia Saudí o Siria.

Además, las guerras de Irak y Afganistán han permitido que se les reconozca a millones de mujeres unos derechos humanos básicos que les fueron negados por sus opresores. Bajo la bota de los talibanes, por ejemplo, no se permitía que las mujeres afganas fueran a la escuela, mucho menos aún que trabajaran o votaran. Hoy en día hay mujeres en la asamblea legislativa electa de Afganistán.

Mientras tanto, el Gobierno iraquí está ampliando su autoridad. Hace poco, tropas iraquíes –sin ayuda de militares norteamericanos– entraron en la problemática Sadr City en Bagdad. Tomaron el control del área sin hacer frente a ninguna resistencia significativa. Esto sucedió poco después de otra misión igualmente exitosa en Basora.

Stiglitz y Bilmes han basado su análisis en una premisa claramente falsa. ¿Por qué? Porque están haciendo política, no un estudio económico serio. Parecen querer una retirada completa lo más rápidamente posible. Tal como lo decía Bilmes en una entrevista, incluso los planes de retirada discutidos en la campaña electoral presidencial "no son tan rápidos como cabría desear".

Una retirada precipitada sería prácticamente una garantía de fracaso en el frente iraquí respecto a la guerra contra el terrorismo. Eso sólo tendría sentido si uno asume, al igual que Stiglitz y Bilmes, que la guerra en Irak está perdida. Pero ésa es otra falsa premisa.

Estados Unidos no ha perdido la guerra. Ni por asomo. La estrategia del aumento de tropas ha logrado grandes avances, abriendo el camino para la victoria. Y eso nos está ayudando a lograr avances en otros sitios.

Según investigadores de la Universidad Simon Fraser en Canadá, el terrorismo global está disminuyendo. Su "Estudio del Proyecto Seguridad Humana" descubrió que las víctimas de ataques terroristas han disminuido en un 40 por ciento desde 2001. Ése es un beneficio muy tangible para Estados Unidos y para el mundo entero.

Sí, ganar una guerra sale caro. Pero la derrota costaría aún más. Y uno no puede ponerle una etiqueta de precio a la verdadera victoria.

©2008 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg

Edwin J. Feulner es el presidente de la Fundación Heritage.

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