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Dario Migliucci

La muerte prematura del sistema bipolar italiano

Si el Partido Demócrata alcanzara el poder, no podría gobernar sin formar coalición tanto con los católicos del UDC como con los anticlericales del Partido Radical, tanto con los liberales como con los antisistema de la izquierda maximalista.

En Italia las elecciones europeas y municipales del 6 y 7 de junio ni han supuesto el ocaso político de Silvio Berlusconi ni le han dado razones para alegrarse. Lo mismo le pasa al Partido Demócrata, cuya realidad no ha cambiado demasiado, ya que el principal movimiento de la oposición ha empeorado sólo un poco más su ya desastrosa situación.

Estos comicios, de todas formas, han sido fundamentales para liquidar de una vez por todas la leyenda de que en Italia rige un sistema bipolar parecido al de Estados Unidos, con dos partidos capaces de alternarse sin aliados en el Gobierno de la nación.

Pese a los escándalos que recientemente han comprometido la imagen pública del Cavaliere (la sentencia judicial del llamado proceso Mills y su segundo divorcio), el Partido Conservador sigue siendo el más votado por los italianos (35%), si bien ha perdido un par de puntos con respecto a las elecciones generales de hace 14 meses. El Partido Demócrata (26%) se queda bien lejos de su principal adversario, perdiendo casi siete puntos en poco más de un año.

Estos comicios, en suma, no pueden dejar satisfechos a los dos partidos mayoritarios, pero sí a los movimientos más pequeños que vienen a ser cada vez más determinantes. Los católicos del UDC cosechan un apreciable 6,5%, mientras que la Italia de los Valores obtiene un histórico 8%. La Liga Norte, por su parte, alcanza un fabuloso 10%, y eso que apenas tiene electores en la parte centro-meridional del país. Incluso la izquierda radical ha recuperado algo de popularidad, si bien no ha alcanzado el quórum para entrar en el Parlamento Europeo.

En resumidas cuentas, todos los partidos menores crecen con respecto a las generales del 2008, por supuesto a costa de conservadores y reformistas.

Sin embargo, después de las elecciones generales, fue precisamente la propaganda de conservadores y reformistas –avalada por la gran mayoría de los medios de comunicación italianos– la que anunció el nacimiento de un sistema bipolar que habría permitido arrinconar de una vez por todas la época de las coaliciones abigarradas y de la perenne ingobernabilidad que ha padecido Italia en las últimas décadas.

Desde entonces, el Pueblo de la Libertad de Berlusconi ha roto su alianza con el Movimiento por las autonomías, ha tenido que complacer los innumerables caprichos de la Liga Norte y enfrentarse al descontento de una parte considerable de sus electores a la hora de hacer oficial la fusión entre los dos más grandes partidos derechistas (Forza Italia y Alianza Nacional). Asimismo, el Partido Demócrata no ha sabido conservar el pacto electoral que lo ligaba a la cada vez más poderosa Italia de los Valores, ni ha podido estipular acuerdos con la izquierda radical.

Con toda seguridad podemos afirmar que el mito de que se ha establecido un sistema bipolar capaz de entregar el Gobierno de la nación a un solo movimiento político inmune a los chantajes de los partidos menores se ha ido desvaneciendo durante estos últimos meses y ha sido rematado por los resultados de estas elecciones.

Berlusconi no podría gobernar sin la Liga Norte, y tras los resultados de las europeas no cabe duda de que el peso de los secesionistas irá creciendo todavía más. Y si por milagro el Partido Demócrata alcanzara el poder, no podría administrar el país sin formar una improbable coalición que agruparía tanto a los católicos del UDC como a los anticlericales del Partido Radical, tanto a los liberales de la Italia de los Valores como a los antisistema de la izquierda maximalista. Y eso sólo después de haber apaciguado la lucha interna entre su ala laica y su ala católica.

En todo el mundo este sistema se definiría como multi-partido, en Italia lo tachan de bipolar. Unbipolarismo all’italianaen el que los partidos menores representan el 40 por ciento de los electores.

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