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Gina Montaner

Woodstock en La Habana

Desde hace medio siglo los cubanos no pueden vivir en paz porque libran una batalla en desventaja contra la opresión de una Junta Militar. Por eso se merecen su recreo particular y Juanes tiene la oportunidad de brindarles un momento mágico y definitivo

A Gorki Águila y todos los artistas censurados.

Quiero pensar que no es casualidad. Cuando Juanes se reunió en La Habana con funcionarios del Ministerio de Cultura para ultimar los detalles del concierto por la Paz que se celebrará en la capital cubana el próximo 20 de septiembre, inevitablemente pensó en el aniversario de Woodstock. No se me ocurre mejor año para concentrarse en la Plaza de la Revolución y desde la tribuna invocar el espíritu anti-establishment que sacudió a los Estados Unidos hace ya cuatro décadas.

Precisamente en estos días estoy leyendo The road to Woodstock, de Michael Lang, uno de los organizadores de aquel legendario evento. Se trata de una rememoración de los hechos que culminaron en la reunión de casi medio millón de jóvenes en un campo del estado de Nueva York. El audaz proyecto partió de cuatro chicos que, bajo el lema de Peace, Love and Freedom, congregaron a los más grandes músicos del momento para dar rienda suelta a una sesión de jamming que se prolongó durante tres días de un agosto inusualmente fresco. En un paisaje bucólico se dieron cita Janis Joplin, Jimi Hendrix, The Who, Crosby, Stills, Nash & Young y una larga lista de artistas invitados que pusieron a bailar a una multitud con ganas de trasgredir las normas.

Mientras más avanzo en la lectura de estas nostálgicas y caóticas memorias más me inclino a que se conjure dentro y fuera de la Isla el ánimo rebelde de Woodstock. Sin duda el talentoso cantante colombiano es un hombre cargado de buenas intenciones. Pero no se debe perder de vista que el concierto tendrá lugar en un país dominado por una férrea dictadura –es preciso llamar a las cosas por su nombre para no traicionar la esencia de Woodstock–, y tanto Juanes como los amigos que lo acompañarán tienen que estar conscientes de que sortearán una senda plagada de minas. Por lo pronto, los internautas podrían invadir el espacio de Facebook y de Twitter, invitando a la juventud cubana a que se desplace desde distintos puntos de La Habana e inmediaciones para desbordar, como ocurrió hace años en la campiña americana, el perímetro de la Plaza de la Revolución con la sana intención, como aquellos hippiosos baby boomers, de romper los esquemas establecidos en nombre de la paz que merecen sus vidas.

Entre el Woodstock de antaño y el que está a punto de montarse en La Habana hay más similitudes que diferencias. Por ejemplo el pacifismo era el tema central y una paloma coronaba el logo del festival a modo de réplica a la guerra de Vietnam. Desde hace medio siglo los cubanos no pueden vivir en paz porque libran una batalla en desventaja contra la opresión de una Junta Militar. Por eso se merecen su recreo particular y Juanes tiene la oportunidad de brindarles un momento mágico y definitivo con o sin LSD. Y estoy de acuerdo con el intérprete de "Odio por amor": en el ámbito de un concierto apolítico no hay cabida para propagandas oportunistas tipo levantamiento del embargo o libertad para los cinco espías cubanos detenidos en los Estados Unidos. Si a Silvio Rodríguez o a Abel Prieto se les ocurriera arengar a los jóvenes con eslóganes del sistema totalitario que defienden, le sugiero a Juanes y a sus músicos un recurso woodstokiano: tal y como hiciera Pete Townshend (el guitarrista de The Who) con el activista político Abbie Hoffman cuando éste pretendió tomar el escenario para lanzar una diatriba panfletaria, en ese momento sacan a empellones a estos dos siniestros personajes. Hace cuarenta años los hippies aplaudieron el gesto del rockero que le estampó la guitarra en la cabeza a Hoffman, y abuchearon a los agitadores de la ultraizquierda rabiosa. Estoy segura de que algo muy parecido podría ocurrir en la Plaza de la Revolución donde, si nada se lo impide, la tribu urbana liderada por blogueros piensa estar en primera fila para clamar "Libertad". Algo que ya sucedió en 1998 con motivo de la visita del Papa Juan Pablo II.

El próximo 20 de septiembre el recinto de la Plaza de la Revolución podría ser otro Woodstock para una juventud que tiene todo el derecho a expresarse a sus anchas en las barbas de una Junta Militar aquejada de demencia senil. Tal vez Juanes no lo sepa, pero hace cuarenta años el cantante folk Richie Havens fue el encargado de abrir el Festival y lo hizo con una descarga improvisada que repetía una y otra vez la palabra Freedom. Ése fue el mantra que dio inicio a Woodstock. Falta un mes para el concierto por la Paz en La Habana y Juanes ha acertado al afirmar que no puede haber paz donde no se vive libremente. Comiencen a tuitear: la contraseña es "LIBERTAD".

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